19970520. Qué apellido anteponer.
¡Ya está! Ya ha pasado lo que todos -que no todas- temíamos. Se acaba de proponer públicamente que, puesto que la mujer sostiene y pasa fatigas por el hijo, se anteponga su apellido al del presunto varón. Como quien lo propone, casualmente una mujer, dice que no es feminista, tampoco me pondré yo en plan machista a decir que los varones sostenemos y pasamos fatigas también por los hijos no sólo nueve meses, sino diecinueve y hasta veintinueve años, con lo que la diferencia, un tres por ciento, resulta insignificante…. No. Partiré del supuesto de que, si no iguales -«¡viva la pequeña diferencia!»-, somos equivalentes.
El nombre lo pone, y antepone, el que manda. Si anteponer el del varón es machista, sería hembrista, o feminista, el anteponer el de la mujer. Los apellidos compuestos, -que es un poco la solución española frente a la del más machista «gallo» francés que ella cita-, por mantener una precedencia, vemos que ya suscita reclamaciones. Así pues, para sortear esta dificultad, creo que la única solución justa y democrática -excepto la de consultar al pueblo, es decir, al retoño, cuando éste pueda votar- sería la de sortear cuál de los dos será el primer apellido en el primogénito, y anteponer el apellido del perdedor al segundo hijo (y esperemos, a pesar del señor Ogino y tantos otros, que haya suerte y no venga un tercero, con tanto paro y superpoblación mundial). Una forma sencilla de efectuar ese sorteo sería poner al primogénito el apellido del sexo contrario (en honor al señor Freud) al que le ha tocado en suerte al nacer.
Sin duda, la solución radical y perfecta para éste y otros muchos problemas los daría la clonación, pero como esta novedad todavía resulta blasfema o malsonante para tantos, más o menos bien nacidos «a lo que salga», no voy ni a mencionarla.
19970712. El antiabortismo de monseñor Carles.
Para el arzobispo de Barcelona el peor mal de Cataluña no es, como pudiera pensarse, un nacionalismo egoísta, el señor Pujol, una jerarquía eclesiástica entregada al poder de turno contra los marginados por ese mezquino nacionalismo, o cosas parecidas, sino el aborto.
Por supuesto, a este monseñor Carles no se le conoce por su defensa de los pobres, de los desempleados, ni los perseguidos; su nombre ha estado en titulares ligado sobre todo a un oscuro asunto de tráfico de divisas, nunca aclarado.
Señor Carles, por favor, no se proyecte hablando de lo peor que hay en Cataluña; y antes de tirar la primera piedra contra quienes realizan actos («pecados») que usted no puede cometer, enfrentándose al aborto, mírese al espejo.