El aborto, sin extremismos
TOLERANTES E INTOLERANTES ANTE EL ABORTO
TOLERANCIA E INTOLERANCIA PERSONAL Y SOCIAL ANTE EL ABORTO.
Recordemos la historia, para no tener que repetirla: los hombres se pelearon y mataron por la maternidad (divina), por el tipo de naturaleza y vida (de Jesús) o por las formas de gobierno (monarquía-república).
Hoy sabemos que esas ideas eran tapaderas de intereses económicos y políticos, que consiguieron engañar a muchos. ¿No estaremos cayendo en lo mismo unos y otros? No se va a acabar por eso el mundo. El pánico, inducido por grupos interesados contra los «malos» de turno que «amenazan destruir la civilización», puede cegarnos de nuevo, y «¡qué malos somos cuando tenemos miedo!» (A. France).
Todos estamos de acuerdo en que el aborto no es deseable, no es un placer. La diferencia está en que 1) unos creen que en determinadas circunstancias no es rechazable por motivos morales, por lo que se debe ser tolerantes con el perjuicio físico que siempre, en mayor o menor grado, ocasiona, y 2) otros, que consideran que no se justifica en ningún caso por motivos morales, son absolutamente intolerantes contra todo aborto.
Los que aceptan en determinados casos para sí el aborto, suelen ser tolerantes de modo parecido para con los demás. Pero los que no aceptan el aborto en ningún caso se dividen en dos grupos de muy distinta repercusión social: A) Los intolerantes consigo mismos, que admiten que otras personas puedan tener otra visión moral en este tema, y respetan a su prójimo; y B) Los intolerantes con todos; es decir, aquellos a los que una pretendida absoluta certeza de estar en la única verdad les hace imposible aceptar el respetar otra opinión, llamando “asesinos” a cuantos no piensen como ellos, e intentando imponer su visión al mundo entero, mediante leyes y castigos. Esta intolerancia absoluta es manipulada por algunos grupos que usan a esos fanáticos –como otros a los nacionalistas, racistas, etc.- para alcanzar más poder, constituyendo estos intentos de dictadura ideológica una de las peores amenazas para nuestra época.
RESPETO DEMOCRÁTICO A LOS ADVERSARIOS
«La democracia es incómoda, porque nos obliga a considerar respetables, e incluso inteligentes, a quienes no están de acuerdo con nosotros». (E. Biagi). En países de mayor tradición democrática, no se llama a nadie “abortista”, pues nadie es tan necio como para desear sin más el aborto; y los partidarios de poder elegir el abortar tampoco menosprecian como tontos o asociales a sus adversarios. Hay que rechazar a los «terroristas verbales» sobre el aborto, así como las campañas miopes de uno y otro signo, desorbitadas y agresivas, que ponen de manifiesto nuestra falta de respeto a los demás, nuestra pretensión de imponernos… y nuestra propia inseguridad (teólogo B. Forcano). Toda doctrina que dispense de pensar, razonar y responsabilizarse en cada caso, que impulse a sentirse superior a los demás y a despreciarlos, es inmoral y farisaica. Con otras palabras: un antropófago puede ser honrado, y un pretendido demócrata ser un sinvergüenza. No se es moral por las ideas que se tienen, sino por las razones personales para adherirse a ellas, y por la coherencia al actuar.
LOS EXTREMISMOS DE CIERTOS INTOLERANTES CONTRA TODO ABORTO
EL ABORTO NO ES UN PROBLEMA RELIGIOSO.
Las grandes religiones, incluidas las Iglesias cristianas, excepto la católica, permiten ciertos tipos de aborto; y dentro del catolicismo, la mayoría de los fieles, y un número creciente de sacerdotes, teólogos, etc. se oponen a su prohibición absoluta que ahora sostiene la jerarquía. En efecto: 1.- Es una doctrina nueva, impuesta por Pío IX en 1869; antes se admitía el aborto hasta los 40-80 días; y, ¿Cómo condenar tan severamente lo que se aceptaba hasta ayer? 2.- No es doctrina de fe, ni dogma infalible, pudiendo ser cambiada de nuevo. 3.- De hecho, muchos y notables teólogos están en desacuerdo sobre el momento en el que el alma viene al cuerpo. 4.- El cigoto puede subdividirse en mellizos a los 7-14 días de la fecundación, y como el alma no puede dividirse, no puede existir hasta al menos una o dos semanas tras la concepción. 5.- También sabemos hoy que la mitad de los embriones abortan de manera natural a los pocos días de nacer, y repugna que Dios cree la mitad de las almas para que no lleven una vida humana (P. Gafo). 6.- Si el abortar fuera realmente un asesinato, el magisterio católico tendría una enorme responsabilidad: a) Por haber permitido durante casi diecinueve siglos que sus fieles practicaran ciertas modalidades de ese «crimen» de abortar. b) También al oponerse hoy a los anticonceptivos eficaces por no ser «naturales», excusa superficial ante un posible asesinato, ya que ningún anticonceptivo es natural, y menos la continencia periódica del natural instinto sexual (Ogino), que por sus fallos lleva a muchos a abortar. 7.- Su misma actuación muestra que ni el magisterio católico cree de verdad en una inmediata presencia de un alma: a) Las penas por aborto son menores en el derecho canónico que las de homicidio. b) Se prohibió bautizar -y enterrar en sagrado- a los fetos sin forma humana. c) Si ya hubiera una persona en el momento de la fecundación, y puesto que la mitad de los embriones abortarán, habría que bautizar, como dice algún teólogo, a todo flujo menstrual; e incluso, con una jeringa, -como hacen los ginecólogos católicos antes de operar-, habría que bautizar condicionalmente al posible engendrado después de cada coito (¡!).
No hay, pues, ninguna razón teológica seria para la tajante intolerancia actual de todo aborto por parte del Vaticano, contra la opinión de las demás confesiones cristianas, religiones y ciudadanos en general, calificándolos despectivamente de “abortistas”. Más aún: como casi todos los abortos se deben a embarazos no deseados, que podrían evitarse casi todos con la anticoncepción, los que se oponen a métodos efectivos de anticoncepción (ofreciendo métodos tan malos como el Ogino, para no hablar de la abstinencia sexual, que no practican ni muchos clérigos) son los reales fomentadores del aborto, como fomenta con sus prohibiciones otros pecados”, lo que les permite presentarse como redentores y vivir de “remediar” esos problemas que ellos han creado. No hay, pues, mayores fomentadores reales del aborto, mayores abortistas, que quienes intentan ahora convertir, para alcanzar poder, la Iglesia de la caridad que predicó Jesús en una Iglesia del Aborto, un aborto de Iglesia.
EL ABORTO NO ES UN HOMICIDIO.
Quienes sostienen esto afirman que la vida humana comienza y es ya plenamente personal en la concepción, donde se origina el individuo, con sus características genéticas exclusivas. Pero en realidad ese momento no es tan único ni decisivo: l.- La vida no se origina ahora, sino que continúa desde hace dos mil millones de años (un millón para la especie humana). 2.- La clonación permite la reproducción sin variaciones cromosómicas a partir de una célula que ni siquiera es sexual. 3.- La partenogénesis realiza la reproducción sin fusión de óvulo y espermatozoide y sin crear un ser con características cromosómicas propias, distintas. 4.- La reproducción estrictamente tal la hacen en su respectivo cuerpo el hombre y la mujer, por división de su célula sexual, originando el esperma y óvulo que se unirán quizá días después del coito, si sobreviene la ovulación. 5.- Incluso al unirse el óvulo y el espermatozoide, el cigoto resultante puede subdividirse en mellizos 7-14 días después. 6.- Hasta esos 7-14 días en que se implanta (anida), no empieza el embarazo.
Todo esto ha llevado a no pocos biólogos, incluso católicos, a señalar como principio de la vida humana completa y personal no la fecundación, sino la anidación (7-14 días). Otros biólogos creen que no puede haber personalidad sin base material, corteza cerebral, sistema nervioso central, etc. (2 a 3 meses). Antes de ese tiempo, el encefalograma es plano (que es criterio de muerte). Y muchas escuelas filosóficas piensan también que sin forma humana no se puede hablar de personalidad. Una larga tradición, incluso legal, pone el principio de la vida cuando se perciben los movimientos del feto (4 a 5 meses). No pocos colocan ese principio de la vida personal en la viabilidad o capacidad de vida independiente (hoy, con ayudas, 7 o incluso 5 meses). Por último, el criterio más común pone el inicio de la personalidad en el parto y separación de la madre, como reflejan tantas leyes e incluso el lenguaje (no es «madre» sino la que pare), ritos sociales (aniversarios), etc. Lejos pues de haber unanimidad sobre el momento en que comienza la vida de la persona humana, hay al menos media docena de criterios biológicos diferentes, sostenidos por grupos y argumentos de indudable valor científico.
LOS INTERESES POLÍTICOS Y ECONÓMICOS DE LOS INTOLERANTES.
La historia muestra restricciones al aborto bien aceptadas, por ser entonces razonables, cuando había que aumentar la población tras guerras, epidemias o hambrunas. Pero también se ha reprimido el aborto en épocas de superpoblación, como la nuestra, por gobernantes que querían aumentar esas crisis para que se aceptara su programa de «salvación», con el expansionismo colonial, guerras por «espacio vital», etc. Carniceros como Napoleón o Hitler fueron “defensores de la vida” (intrauterina) porque necesitaban derrochar esas vidas en el «feticidio diferido» de la guerra y la explotación laboral. Tanto esos políticos natalistas como los capitalistas más retrógrados, que desean mano de obra barata, han perdido la batalla contra los anticonceptivos; por eso han montado ahora a nivel internacional esas desorbitadas campañas antiabortistas, para que no se les escape también esta arma de dominio, pues la intolerancia absoluta del aborto defiende su (nivel de) vida de explotadores de los demás. Esas clases dirigentes que prohíben el abortar a los demás, cuando tienen un problema de aborto en su familia, suelen solucionarlo recurriendo a ciertos médicos objetores al aborto, pero no al dinero, o viajando al extranjero.
LOS INTOLERANTES POR REPRESIÓN SEXUAL.
En el sistema patriarcal, el machista procura que su mujer, como su ganado, tenga la mayor prole posible, ya que los hijos trabajan desde pequeños. El hacerla parir mucho es también un método eficaz para mantenerla ocupada, embarazada, ignorante, débil, dependiente. Se niega así a la mujer toda sexualidad no reproductiva, como impropia de ella, y por eso se le prohíbe también el aborto.
Los sistemas represivos posteriores aprendieron estos mecanismos primitivos de dominio y explotación. Se exaltó la fecundidad de los proletarios, que daban siervos al amo o patrono. Un padre de muchos hijos está atado, no huye, trabaja duro, no hace huelgas. Así se declaró también reservada a la procreación la sexualidad del varón: todo lo que no fuera coitar no era decente, hacía dudar de su «hombría». La realidad era que si se reconocía el derecho al placer esto cuestionaría de modo revolucionario toda la estructura laboral, económica y cultural, porque el placer reclama, para realizarse, un nivel de vida, libertad y ocio dañinos para los intereses explotadores (W. Reich). De ahí la prohibición de los anticonceptivos y del aborto.
LOS EXTREMISMOS DE CIERTOS TOLERANTES DEL ABORTO
EL ABORTO NO ES UN PROBLEMA DE ANTIRRELIGIOSIDAD.
Algunos tolerantes del aborto extremistas, (irreligiosos pero poco seguros de su «conversión» al ateísmo, echan la culpa de todo el problema a la religión, sin comprender que hay también otros intereses en juego, y que sólo una parte de los católicos, con su jerarquía, rechaza absolutamente el aborto. Sin duda, y precisamente por no ser éste, como vimos, un problema religioso, esa intransigencia respalda unos claros mecanismos de opresión, y hay que luchar, pues, para que no predomine ahí una falsa espiritualidad centrada en el «más allá». Esa mentalidad, recordando como se llenaban las iglesias en tiempos de guerras, hambrunas y miseria, cree que es bueno todo lo que contribuya a convertir el mundo en un valle de lágrimas, y fomenta la superpoblación, la represión del aborto, etc.
DEBILIDAD DE UNA IZQUIERDA INDIVIDUALISTA.
La izquierda nació como contracultura de la burguesía, y en su oposición, como antes hizo en parte el cristianismo, se hace a veces fanáticamente partidaria del «más allá» revolucionario, buscando en la superpoblación, y caos consiguiente, la salvación, la revolución (contra todo análisis objetivo y toda experiencia histórica). Marx, por su parte, confundió el malthusianismo con los problemas poblacionales reales, y legó ese daltonismo a una izquierda que desconoce el valor social del factor poblacional. De ahí la paradoja de que mientras la derecha se opone al aborto con argumentos colectivos (hoy infundados) de necesidad de más población, la izquierda ignore con frecuencia el valor de los argumentos demográficos en favor del aborto, y lo defienda sólo en nombre de unos derechos personales abstractos, individualistas y liberales, y por tanto incompletos, débiles y, en cuanto exclusivos, falsos.
REPRESIÓN SEXUAL IZQUIERDISTA.
Es muy difícil ser un revolucionario en todo. Marx, Engels y Lenin fueron revolucionarios en economía y política, pero conservadores en lo familiar y sexual (como hoy, al menos en sus declaraciones, muchos izquierdistas). El resultado fue el fracaso de la revolución sexual (y otras) en Rusia, donde se reimplantó el puritanismo, estajanovismo, etc. El aborto se permitió conforme a criterios de poder, sin consultar siquiera a las «madres heroicas», condecoradas por Stalin, como por Hitler y Franco. Algunos izquierdistas son todavía más machistas y les dan menos poder a las mujeres que los de derechas; y es lógico, pues éstos tienen bien domadas a «sus» mujeres, pero algunos izquierdistas temen, desde su mala conciencia de opresores sexuales, que ellas aprovechen ese poder para protestar por su marginación. Y por eso sacrifican al oportunismo político la solución real del problema de los anticonceptivos y el aborto.
CIERTAS FEMINISTAS ANTE EL ABORTO.
La emancipación de la mujer es uno de los más importantes y esperanzadores movimientos de nuestra época. Por eso su progreso real es lento, y con frecuentes retrocesos. La crisis de participación política y la crisis económica, que afecta más a las mujeres, han favorecido los extremismos, que agravan aún más el problema. Unos corpúsculos de mujeres, llenas de prejuicios elitistas burgueses e incluso feudales, han adoptado un sistema machista a la inversa, que desprecia también a la «masa irracional» de mujeres, procurando manipularla contra los varones, y no contra el patriarcado, al que en realidad admiran, hasta el punto de querer suplantarlo, instaurando su propia tiranía, no menos fascista y racista que el machismo. A veces «pasan» olímpicamente del problema del aborto, considerándolo como «justo castigo» por fraternizar con el enemigo, el varón (en su lesbianismo obsesivo, reacción explicable pero tan unilateral como el heterosexualismo exclusivo). Otras veces se interesan mucho más por la legalización del aborto, para su provecho personal, que por el problema, en muchas zonas y países aún más general y grave, de la falta de acceso a los anticonceptivos, algo que esos grupitos ya tienen resuelto.
CONCLUSIÓN
LA ORIENTACIÓN JURÍDICA DE NUESTRA CONVIVENCIA.
Gran parte de la población está en favor de alguna despenalización del aborto, como derecho propio o para no imponer su moral a los demás. Pero aun en el caso de que casi todos creyeran que se tratara de algo moralmente malo, no por eso tendría siempre que estar penado por la ley, según reconoce la misma doctrina católica, conforme al principio del mal menor, que muchos de sus obispos no aplican aquí y, cuando pueden, exigen al Estado que imponga su opinión como la única moral posible. Sin embargo, por una norma elemental de democracia, habría que respetar el derecho personal a abortar (y a divorciarse, etc.) aun cuando una mayoría no estuviera de acuerdo, como derecho que es de la persona humana. Por otra parte, la ley que castiga el aborto es ineficaz, pues no consigue ni impedir los muchísimos abortos clandestinos actuales ni castigarlos; es peligrosa para la salud, y por el desprestigio que su ineficacia e impopularidad supone para la administración de la justicia. Añadamos que es discriminatoria respecto a los más pobres.
ANTE EL PROBLEMA CONCRETO DE UN ABORTO.
Hemos visto que ni la ciencia ni las costumbres nos dan una «frontera natural», segura, que garantice en todo caso una decisión. Decía el premio Nóbel de Medicina J. Jacob: «La persona humana no surge en un momento preciso. Hay una evolución progresiva, una serie de saltos, de reacciones y de síntesis, a través de las cuales se forma poco a poco el hijo del hombre. ¿Quién estaría pues en condiciones para decidir cuando puede interrumpirse un embarazo? Ciertamente, no el biólogo, ni mucho menos el obispo o el juez. No veo otras personas que puedan tener derecho que no sean los padres».
En los primeros días del embarazo, la misma naturaleza hace abortar a la mitad de los embriones, por motivos de salud, continuando después durante semanas esos abortos espontáneos por motivos eugenésicos, psíquicos, etc. En ese período será natural el actuar como la naturaleza y abortar por esos motivos. Después se irán haciendo más escasas y graves las razones para abortar, como también corresponde a la naturaleza, y habrá que ir dando cada vez más peso a una vida cada vez más parecida a la nuestra, y a la que siempre, aunque no sea igual a nosotros, hay que respetar, sin causarle daño innecesario.
Es posible, como ya advertía el biólogo jesuita P. Gafo, que se nos acuse de confundir y debilitar posiciones «claras». Con él recordamos lo que decía ya A. Koestler: «Jamás he visto problema alguno, por complicado que fuera, que al ser abordado correctamente no se complicara más»; y a Gluckmann: «Nuestra afición por las definiciones sabias y teóricas está en proporción directa a nuestro desprecio por los sufrimientos de los demás». Nuestras decisiones morales personales, y más aún las decisiones ajenas, nunca deben ser consideradas perfectas e infalibles. “La buena conciencia –decía el cardenal Newman- es la obra perfecta del diablo”.