Reflexiones en torno a la prostitución

En el tema de la prostitución se unen íntimamente y se multiplican los tabús creados por los intereses relativos al dinero, al sexo y al dominio político patriarcal. De ahí la dificultad intelectual y emocional que TODOS padecemos ante la prostitución, lo que obstaculiza su comprensión y la actuación eficaz para resolver los problemas que plantea.

La prostitución patriarcal, instrumento de represión sexual.

En el régimen patriarcal, el varón quiere asegurarse el ser padre de sus hijos encerrando a la mujer en mil «cercados» sexuales, denigrando el sexo e intentando convencer a la mujer que ella es «buena», «pura», asexual, anorgásmica, y que sólo debe soportar con estoicismo el coito de su marido para elevarse a la categoría de madre. El patriarcado fomenta asimismo la multiplicidad de hijos, lo que también obstaculiza y aleja del deseo de coitar a las casadas… y a sus maridos.

Como válvula de escape o «costumbre de desahogo» de las necesidades sexuales de los sol teros… y de muchos casados, se establece en el patriarcado la prostitución, que es su antinomia, sí, pero insuperable (Engels), al ser necesaria protectora del matrimonio (Solón, Catón, Cicerón, Séneca… y san Agustín, santo Tomás, etc.). La prostitución se con-vierte así en un auténtico «sacrificio en el altar de la monogamia», una «cloaca imprescindible» para su palacio, que es la familia (san Agustín). Los varones pueden desahogarse en esa «propiedad pública», sin intentar robar en la propiedad privada, las mujeres de los de más.

Más aún: con la prostitución patriarcal los hombres aprenden a menospreciar a las mujeres y al sexo. A las mujeres, porque se busca para prostituta a la extranjera o foránea, de raza o religión inferior, a la pobre e ignorante, a la de menos edad («puta»=joven), de pasión animal y bestial (lupanar, de «lupa»=loba), marginal en una palabra (bordel, de «borde»=marginal). A menospreciar el sexo, porque el coito con esas prostitutas es algo desprovisto de todo refinamiento, goce, afectividad, reciprocidad: se va al bordel como a sacarse una muela; el sexo se convierte en una excreción, una necesidad vergonzosa y humillante. del que se abstienen los mejores. El varón aprende así a no busca el placer de la pareja, a acabar cuanto antes (eyaculación precoz), a separar y oponer antagónicamente sexo y amor, y a no gozar sexualmente sino cuando menosprecia a la mujer y establece con ella relaciones sádicas. La prostitución patriarcal es pues la escuela ideal del machismo.

La prostituta no es una mujer diferente, «indigna».

Esas condiciones infernales en que la sociedad coloca a la prostituta sirven para que el resto de las mujeres, «buenas», por temor a caer en ese infierno, se vendan al sistema matrimonial para no ser sólo precariamente alquiladas, prefiera-luna «buena» esclavitud a un mal salario. Y aquí queremos denunciar el prejuicio puritano y machista que subyace a ciertas concepciones abolicionistas de la prostitución como «trata de blancas», que aún defienden las Naciones Unidas. A pesar de que, sobre todo en determinadas zonas, las prostitutas se encuentren en condiciones muy inhumanas, como los asalariados del capitalismo primitivo„ el concepto de esclavitud es mucho más aplicable a las mujeres «decentes», casadas, y en ese sentido la violación de su dignidad es aun mayor que para las «libres». Las mujeres no podrán vencer al patriarcado mientras no superen de verdad esa dicotomía machista entre mujeres de «vida alegre», «públicas», «malas»… y las demás, uniéndose todas para acabar con el tabú de la prostitución y matrimonio patriarcales, con la explotación asalariada o esclavista del sexo.

De hecho, ya se van dando algunos pasos significativos en ese sentido: en muchos países del Norte es ya mayoritario el porcentaje de mujeres «buenas» que realizan actos sexuales que antes eran patrimonio de las «malas»; una encuesta francesa encuentra casi un tercio de mujeres dispuestas a ejercer en una determinada ocasión la prostitución; y mujeres in-cuso universitarias la ejercen en forma esporádica, con lo que se van cundiendo en cierto modo los peores temores de los reaccionarios patriarcales. Por su parte, las prostitutas van exigiendo más su incorporación total y oficial en la sociedad, reivindican su oficio, exigen respeto, buscan sindicarse. Sólo en una real eliminación de esa dicotomía entre las mujeres de una u otra etiqueta podrá darse también una auténtica liberación sexual, en que mujeres enteras, ni solo madres ni solo prostitutas, puedan encontrarse con varones entonces también enteros, que no alienen su sexo reduciéndolo a mero instrumento de reproducción o de dominio, pervirtiendo y renunciando a su instinto de placer.

Los servicios sexuales profesionales no alienantes

Es un machismo «de izquierdas» creer que la raíz de la prostitución es sólo económica, y que el problema se resolverá con mejoras económicas. Esa concepción de un factor único decisivo e infraestructural «olvida» que, de ser eso así, entre otras cosas, habría tantos prostitutos como prostitutas. Responde además al prejuicio patriarcal de estimar que el se-xo es malo y no gusta a las mujeres (En una reciente encuesta en Estados Unidos, el placer viene ya en segunda posición como razón para haber escogido la prostitución, sólo superado por la necesidad económica; y eso incluso en las actuales circunstancias tan poco gratificantes en que aún se ejerce la prostitución).

La prostitución patriarcal es una explotación, es alienante, y por tanto hay que luchar contra ella, máxime cuando, como ocurre hoy, la crisis económica provoca un aumento de la oferta que hace bajar los precios y provoca una mayor explotación: un cambio cuantitativo provoca un cambio (empeoramiento) cualitativo , y este oficio, como otros, se degrada más y más. Pero si hay que combatir ese sistema de prostitución patriarcal, coyunturalmente agravado hoy, la urgencia de esta actuación no debe hacernos caer en otro prejuicio patriarcal y condenar toda prostitución por su mito de que todo placer sexual sólo se justifica como producto de un amor eterno, y que el sexo Dolo es tolerable cuando está unido a un «puro» amor. De hecho, el mismo patriarcado ha considerado bueno el casarse (coitar) por seguridad económica, admiración por la otra persona, gratitud y otras motivaciones que no son el amor y placer sexual recíproco; y a mantener después la relación coital en el matrimonio «por los hijos», «por la unión en el hogar», «para evitar pecados», etc. También admite el «alquilar» el cuerpo con labores físicas, e incluso la mente y sus frutos, a cambio de un salario, sin que esto sea siempre «prostitución», aunque la necesidad económica obligue muchas veces a ello. Esa excepción de rechazo en lo sexual es producto del tabú represivo de la sexualidad ya indicado.

De suyo, todo servicio sexual a otro tiende a dar una satisfacción al que lo proporciona, no sólo por la obra bien realizada, sino por la reacción de satisfacción del cliente, aunque no estimule genitalmente al «obrero sexual» (como ocurre con el masaje manual, al contrario del coito). Si en la prostitución actual no sucede así esto se debe a las sórdidas condiciones en que se realiza, y al menosprecio que respecto a ese servicio comparten de ordinario obrero(a) y cliente, que hace que se sobreponga, en perjuicio de ambos, el rechazo afectivo al mismo placer sensual y sexual.

Actitudes y razones antagónicas ante la prostitución

Nada molesta ni confunde más que quien defiende una misma medida por razones antagóni-cas a las nuestras. Por ello queremos aclarar sintéticamente que las dos posturas funda-mentales ante la prostitución son defendidas (y atacadas) por razones antagónicas, que hay que distinguir parano confundir, como, con más o menos mala fe, se pretende por parte de los defensores de la postura contraria (y no dejarán de hacer hoy con nuestra postura personal).

A) ¿QUIENES SON LOS PROHIBICIONISTAS DE LA PROSTITUCION?

1) Los puritanos extremistas que no comprende el papel «salvador» que la prostitución tiene para conservar el régimen patriarcal.

2) Los puritanos de izquierda, incluidas ciertas feministas, que confunden los excesos explotadores y sórdidos de la prostitución moderna con todo servicio sexual.

3) Ciertos higienistas, que exageran el papel transmisor de enfermedades venéreas de la prostitución, y no confían en la profilaxis.

4) Algunos políticos, cuando creen que falta población, porque la prostitución tiende a disminuir el número de matrimonios y de hijos.

5) Las mafias económicas que se aprovechan de este como de todo prohibicionismo para establecer sus proficuas redes clandestinas. A nivel más «elevado», las «santas mafias» que establecen leyes morales prohibicionistas para que aumenten las trasgresiones y con ello su influencia al perdonarlas. No se pueden excluir tampoco aquí ciertos sexólogos y terapeutas que ven peligrar sus ingresos si disminuye algo la represión sexual (aunque también puedan defender otros la reglamentación patriarcal de la prostitución por esa misma razón)


B) ¿QUIENES SON LOS DESPENALIZADORES DE LA PROSTITUCION?

1) Algunos de los más conspicuos defensores de la prostitución patriarcal, como válvula de escape y modo «infernalmente» eficaz de defender ese sistema (incluimos aquí a los creyentes en esos sistemas que aplican el «cree y peca…)

2) La gran mayoría de la población consultada sobre este tema por encuestas en los países desarrollados 3) La práctica totalidad de las personas dedicadas a la prostitución (a no ser que se les presente la despenalización como una reglamentación opresora). 4) Los defensores de una sexualidad libre en un mundo sin opresión de ningún tipo, que señalan cómo hay diferentes formas de «prostitución», y cómo sólo dentro de un régimen de libertad se va poco a poco evolucionando hacia un tipo nuevo y no alienante de prestaciones sexuales profesionalizadas, como las existentes en culturas menos patriarcales que la nuestra.

Algunas sugerencias prácticas

A) A NIVEL GENERICO, DEL CONJUNTO DE LA POBLACION

1.- Una mejor información sobre los orígenes sexofóbicos de nuestra cultura patriarcal, que restaure el valor de una vida sexual. 2.- Una educación sexual que insista en la posibilidad y conveniencia de distintos tipos de desahogo sexual no coital que no creen pues urgencia del recurrir al coito; y, dentro de la relación coital, la debida reciprocidad de placer entre los participantes. 3.- Para que esto sea plenamente eficaz debe enmarcarse dentro de una mejor educación democrática, de respeto a los demás en todas sus manifestaciones, conducta, moralidad, etc. Esa mentalidad más democrática deberá traducirse en una mayor igualdad de instrucción general, reparto de recursos económicos, acceso a los servicios públicos como la Seguridad Social, etc.

B) A NIVEL ESPECIFICO DE LA PROSTITUCION

1) Fomentar un mayor conocimiento real y científico de la prostitución, aplicando las distintas metodologías a nuestro alcance, conocimiento que nos permita ir modificando nuestro mismo enfoque del problema, revisando incluso nuestro lenguaje, hoy «prostituido», reflejo y defensor de una filosofía patriarcal, que nos dificulta pensar objetivamente sobre la «prostitución». Y por supuesto resulta impensable el profundizar de verdad en el conocimiento del tema y planificar su solución sin que en esta labor colaboren con voz y voto los miembro del colectivo concernido. Recordemos que, rompiendo con la hipócrita respetabilidad y pureza teórica burguesa, se ha empezado a incorporar a las personas con conocimientos prácticos en el tema de la prostitución en los Congresos Internaciones de Sexología.

2) Despenalizar de modo real y práctico la prostitución, sin un reglamentarismo que equivalga a nuevo control policial. Instruir con mecanismos de control adecuados a los agentes públicos sobre esa nueva situación (policías, jueces, etc.) y difundir las nuevas directrices en el conjunto de la población.

3) Facilitar los movimientos asociativos del colectivo dedicado a la prostitución, tanto entre mujeres como entre varones. Esto último es muy importante, por encima de su peso numérico, para combatir el menosprecio patriarcal a la mujer que se encuentra en la concepción aún predominante de prostitución.

4) Ofrecer alternativas de reciclaje a todas aquellas personas que hoy se dedican a la prostitución obligadas por imperativos económicos, con cursos de reciclaje y oportunidades de empleo en otros sectores, conforme a las posibilidades existentes.

5) A las restantes personas que ejerciten la prostitución hay que ofrecerles, conforme a las posibilidades colectivas y a las necesidades y aspiraciones de las mismas, una serie de servicios, desde los mínimos de asistencia sanitaria, etc., hasta los más sofistica-dos que puedan ir ayudando a cambiar la imagen y contenido de la profesión. Hay que acabar con los restos de aquella época en que se estimaba que «el tiempo de aprendizaje de una cortesana es cero» (Say). Es bien opresiva una sociedad que reivindica más fácilmente un alto nivel académico para los encargados de la represión social (policías, por ejemplo) que para las (y los) técnicos en la práctica del amor, para quienes reclamamos, en sus niveles superiores, por supuesto, una preparación universitaria, con especializaciones en temas como pedagogía sexual aplicada, terapéutica aplicada, disfrute erótico en general y en diferentes tipos de demanda sexual, por grupos sociales (inválidos, ancianos, etc.) o modos de satisfacción sexual.