Algunas dirigentes del PSOE que, tras cerrar literalmente la puerta en su último Congreso a las que no pensaban como ellas, presumen ser las únicas que “ven claro” que hay que prohibir a las prostitutas (las que son pobres, que de las demás y de los prostitutos, chitón), dividen el partido, como la calle en la manifestación del 8M y después en el Parlamento.
Encima, algunas de esas sabiondas -y las de algún partidillo residual- se asombra de que con su creciente represión aumenten las violaciones, incluso masivas. Pero hasta una institución que llegó a quemar brujas, otras veces toleró e incluso patrocinó el trabajo de las prostitutas, para evitar que los varones violaran a las mujeres “buenas”. La ignorancia y violencia de estas inconscientes políticas -y lo grave no es denunciarlo, sino que sea verdad- constituye un creciente peligro, directo o indirecto, para todos y todas.