Este año ya no se ha celebrado el golpe de Estado del 23-F. Era demasiado descaro, dada la crisis social, moral y hasta económica a que nos ha conducido. Lo que nunca se celebro, contra lo que piensan algunos ingenuos, fue el triunfo contra el golpe, sencillamente porque no hubo contragolpe. Y en aquella Noche Triste de la Vieja España que decía que quería ser Nueva, esa falta de contragolpe fue lo que marcó decisivamente nuestra historia. Incluso los partidos y sindicatos de izquierda se encargaron de desmovilizar al pueblo, le dijeron que se quedara viendo la TV, que podían hacerle pupa, que no era cosa suya, que todo lo cocinarían y decidirían los de arriba, como de hecho ocurrió. Y en eso consistió precisamente el golpe real.
Al constatar la ausencia de movilización popular, organizada o espontánea, y para engatusar a la opinión publica incluso internacional, los poderes facticos sacrificaron entonces a los golpistas esperpénticos, decimonónicos (pero a su modo, quijotescos, enteros): Tejero, Milán, etc. Al no haber defendido ni en esa hora suprema a las clases que decían representar, los nuevos lideres de la burguesía liberal y de los obreros fueron alquilados como hombres de paja por los tradicionales dirigentes reales del país. Estos han disfrazado a estos mandados -cambiándoles incluso la pana por la pajarita- hasta de verdaderos líderes del gobierno de España, y han hecho que les voten repetidamente sus también sumisos seguidores.
Los mismos datos cifrados oficiales reconocen el triunfo del golpe real (no el esperpéntico). Trece años después la Banca, la Iglesia, etc. han recobrado gran parte del poder que perdieron tras la muerte de Franco. De ahí que si el golpe del 23-F que salió por TVE, el «folclórico», fue una gran vergüenza nacional, mucha mayor vergüenza ha sido la ausencia de contragolpe por parte de todos los no golpistas y la profunda involución consiguiente. Y desde aquella Noche Triste la hipocresía y conspiración del silencio para ignorarlo todo pudre y gangrene, mientras no se airee y sanee, a todo nuestro organismo social.