Un aborto (im)político, suicida

Nos estamos jugando mucho más que el aborto. La derecha está utilizando con gran habilidad el tema, como ya en parte lo hiciera Suarez en 1979, pero ahora en gran escala, como muestran: 1) el coste y volumen de los medios empleados 2) la variedad y fuerza de las declaraciones de sus líderes 3) el grado sin precedentes de movilización de masas alcanzado y 4) la misma encuesta de La Vanguardia del 6 de marzo de 1983.

El ataque no se limita ahora ya al aborto, o al gobierno y partido, sino que apunta clara-mente al mismo sistema democrático, y ésto no sólo ocasionalmente o por sólo los partidos extraparlamentarios. Recordemos el ataque al divorcio poco antes del 23-F.

El silencio no es ahora ya prudente, ni sirve para «quitar hierro» al asunto: ante ese ata que frontal, es emplear la táctica de la avestruz, es no dar la cara; como Ruiz Mateos de RU-MASA en su largo silencio, el PSOE parece no tener argumentos ni valor, y eso el pueblo no lo olvida ni perdona.

No basta apelar a los diez millones de votos, de los que muchos son prestados, y más en es te tema. No hay nada estable y seguro en política: los mismos seguidores deben ser reafirmados en sus convicciones, y los sucesores de UCD en el gobierno deberíamos tenerlo muy en cuenta. No hay talón de Aquiles pequeño, y menos éste.

No se puede perder ni un día más: hay que responder a esa campaña con otra mayor, recuperando el tiempo perdido, informando sobre el conjunto del tema a toda la opinión publica, empezando por los mismos militantes del PSOE e incluso algunos dirigentes, que «olvidan» hasta la distinción entre despenalización y aprobación moral del aborto (caso Arbeloa).

Hay que mostrar la conexión entre el aborto, que algunos creen todavía ser un tema «de mujeres», en sentido peyorativo, y un cambio real, a una sociedad racional, laica, que regule su reproducción, evite una mayor superpoblación, permita una vida sexual sana, unos hijos queridos, una mujer dignificada. Se han de impulsar asimismo medidas complementarias sobre planificación familiar, educación sexual, etc.

No se puede menospreciar el apoyo de la izquierda. Es cierto que no está entusiasmada ante el proyecto actual, al que sólo la adición de la causal de «salud» salva del ridículo de referirse sólo a un 5% de los abortos clandestinos ya existentes que hay que solucionar. Pero hay que explicar que tanto la ley como su interpretación serán tanto más amplias cuanto mayor sea el apoyo que reciban de todas partes. Y una oposición constructiva por la izquierda sería preciosa para probar ante la opinión pública lo moderado del proyecto y por tanto el carácter hipócrita, politiquero, de quienes tanto lo combaten desde la derecha.

Insistamos, para terminar, en que, por el modo en que se está presentando, de esta batalla puede depender en buena parte la guerra: las movilizaciones de todo tipo conseguidas ya por la derecha evidencian hasta qué punto este tema está siendo concebido por grupos cada vez más numerosos como simbólico, vital para decidir el resultado global del actual enfrentamiento socio político: nuestra apatía al respecto puede hacer fracasar no sólo una solución auténtica al problema del aborto, sino que puede hacer abortar realmente el cambio, provocar nuestro suicidio político.


NOTA IMPORTANTE: Esta comunicación ha sido ya leída y aprobada por militantes de distintos grupos relacionados con el tema, aunque su autor asuma toda su responsabilidad. Por otra parte, sería poco democrático y demasiado cómodo e ingenuo esperar para promover este u otro aspecto del cambio la iniciativa explícita en cada paso de las instancias superiores y centrales del partido.