Tolerar a los homosexuales

Sale estos días un libro con los resultados de una encuesta a nivel nacional sobre homosexualidad. Des­taca el que un 67 por 100 de los encuestados esté de acuerdo con que el ser homo­sexual es «un derecho de la Persona». Pero este, al pare­cer. alto nivel de aceptación, similar en principio al francés, no debe entristecer mucho a los conservadores, ni adorme­cer a los liberales. Según indi­can los mismos autores de la encuesta, la realidad es que sólo un 27 por 100 acepta la homosexualidad como un he­cho normal; el resto, la mayo­ría, la considera un vicio o una enfermedad.

En definitiva, pues, poco más de la cuarta parte admite que el homosexual tenga de­recho a ser libremente tal. El resto no admite la homose­xualidad, y sólo «tolera» a la persona homosexual, ya la crea victima de una enferme­dad, ya la considere viciosa. Sin duda, es un progreso des­de la época en que los homo­sexuales eran quemados por sus pecados o, como los le­prosos, pasados también por el fuego purificador por ser enfermos peligrosos. Pero es­tamos aún lejos de una visión moderna y científica de la ho­mosexualidad, hoy generaliza­da en Europa.

Y de hecho, la encuesta muestra que aún quedan mu­chos clichés erróneos sobre la homosexualidad. La mayoría atribuye su origen a sólo la herencia o sólo el ambiente, y muestra desconocer el carác­ter bisexual de la especie hu­mana. Son, también, muy ma­yoritarios los que creen poder reconocer fácilmente a los ho­mosexuales, a los que confun­den todavía con los amanera­dos, que en realidad son hete­rosexuales frustrados, pues quisieran tener relaciones he­terosexuales, sólo que siendo ellos de sexo distinto al que biológicamente les tocó en suerte (todavía hay de vez en cuando algún literato español listillo que cree haber descu­bierto él esta América).

La encuesta muestra, asi­mismo. que hay una mayoría que tolera o toleraría más a los homosexuales si no lo aparentaran, si lo hicieran de incógnito. Es el clásico «peca­do oculto, medio perdonado», de nuestra milenaria hipocre­sía, tanto más retorcida aquí cuando que la mitad de todos los encuestados confiesa que probaría, eso sí, de tapadillo, la homosexualidad, por curio­sidad, aprovechando una fies­ta, haciéndose el borracho, et­cétera.

1-19, pues, más tolerancia del homosexual que acepta­ción de., la homosexualidad, aunque respecto de ésta hay ideas muy ambiguas y aún contradictorias, que originan actitudes encontradas y facili­tan el cambio de opinión. Por­que cambio se ha dado, como veremos de inmediato. Comencemos por insistir en la fiabilidad de los datos de esta encuesta, que coinciden, como vimos, con datos fran­ceses y, añadamos, también con los de una encuesta ma­drileña de 1983, e incluso con otra de 1979, aparecida en «Sábado Gráfico», a pesar de la enorme manipulación de esa encuesta, que no daba opción a responder, sino que la sexualidad era un delito, una enfermedad o una perver­sión, y no algo normal, por lo que quienes opinaban esto úl­timo fueron englobados en el «no sabe, no contesta», que alcanzó el 27 por 100, casual­mente idéntico al porcentaje de los que opinaron en 1985 que era normal.

Sin embargo, todas estas encuestas muestran una di­vergencia radical respecto a los sondeos del periodo pre­democrático. Aparte de la A. de Miguel, sólo para amas de casa, citemos el de agosto de 1974 de la revista «Guadia­na»: el 80 por 100 respondió que apoyaría una ley contra la homosexualidad. Esta diferen­cia, al parecer radical, con los resultados actuales tiene una explicación compleja: influye, sin duda, mucho el haber he­cho entonces una pregunta sobre un comportamiento le­gal y socialmente prohibido, lo que suscita respuestas muy distorsionadas (como lo sería preguntar si se toman drogas duras, o se evaden impues­tos). También contribuye a la diferencia el que en 1975 se pedía apoyo para luchar, no contra el homosexual, sino contra la homosexualidad: in­cluso en 1985, el 62 por 100 de los padres intentarla luchar contra la homosexualidad: in-su hijo, y este porcentaje se­ría, sin duda. aún más alto si no hubiera algunos que no lu­charían por creer imposible cambiar esa tendencia. Por úl­timo, hay que dar su parte, aunque sea minoritaria, en la explicación del cambio radical entre esas encuestas, a una mayor aceptación, al menos en forma de tolerancia, del comportamiento ajeno. que el sistema democrático está in­troduciendo entre nosotros.

En el futuro es de esperar, una vez que acabe la histeria de atribuir mayoritaria, o in­cluso exclusivamente, a la ho­mosexualidad el problema del SIDA, que lo que realmente es la homosexualidad, y no la caricatura que se hace de ella. sea reconocida como una par­te integrante de la sexualidad de todos, y que ye no se eti­quete ni discrimine a unos y otros por alguna de las formas que tenga de expresar su se­xualidad, como (y ligado a) no se discrimine por razón del sexo biológico de la persona.