20190716. Resistir hasta morir la violación.
Los extremos se tocan, y la exhortación del arzobispo de Burgos para que las mujeres se resistan hasta morir a una violación puede abrir los ojos a algunos extremistas de signo contrario. Antes, sin duda, la violación era una agresión especialmente grave, puesto que la violada era marginada por la sociedad y difícilmente podía casarse, máxime si tenía un hijo, lo que le condenaba a la pobreza y “deshonra” perpetua. Hoy, en cambio, la mujer es económicamente más independiente, no es fácil encontrar una violada que sea virgen, la violación influye poco en su futuro y la mujer puede emplear la píldora del día después o el aborto.
Sin embargo, el castigo legal al violador todavía es parecido al que se da a un asesino, incluso cuando las pruebas no son muy contundentes -como es frecuente, dada la naturaleza del hecho-, ni el daño social consiguiente es ya, como antes, máximo. Pero la presión social, lo hoy políticamente correcto ha cambiado al extremo opuesto, hasta el punto de condenar como cómplice del violador a quien sugiera reexaminar racionalmente en cada caso los hechos y la nueva situación social de la mujer, con lo que, los extremos se tocan y se viene a coincidir con ese arzobispo, del que Dios y el Papa también me libren.
20190905. Somos hipersensibles, no estúpidos.
Dañan la convivencia quienes, desde ciertos medios de difusión, por ignorancia o maldad ridiculizan casos extremos de grupos “especiales”, como antes hacían con los tartamudos, zurdos, etcétera. Así es el montón de burlas que se ha organizado contra una mujer australiana -también ella poco templada- que denunció en el juzgado el ruido de sus vecinos y el olor de sus guisos.
Todos tendríamos que saber ya -y actuar educadamente en consecuencia- que casi una de cada seis personas tenemos -padecemos- una mayor sensibilidad auditiva y olfativa, lo que nos ocasiona a veces a los afectados unas fuertes molestias, incomprensibles y en ocasiones ridiculizadas por otros. Por supuesto, nosotros debemos procurar adaptar a nuestra situación los ambientes y múltiples barreras físicas existentes para paliar nuestra peculiaridad física, que debemos explicar a los demás; pero ellos también deben comprender la situación y poner algo de su parte para no perjudicarnos y convivir en paz, civilizadamente.