20050508. Fraga y lo homosexuales.
Al señor Fraga le falla ya la memoria… o algo peor. Porque todos los estudios serios de las sociedades humanas, e incluso animales, muestran que, cuando existe un alto grado de crecimiento de su número en relación a los recursos, estas sociedades asumen una serie de comportamientos para aliviar la crisis: desde las guerras (civiles, cuando son tan débiles que no pueden atacar al vecino, como ocurría en España) hasta la homosexualidad. Sin duda, a Fraga, como a F. Franco de quien fue eficaz colaborador y ministro, le parece mas moral la guerra para controlar la población que los métodos anticonceptivos, ferozmente prohibidos por él; para no hablar de la homosexualidad, “peligrosidad social” que bajo su tiránico gobierno llevaba a la cárcel. Sin embargo, ahora ese mismo Fraga tiene el valor de reprochar a esas prácticas homosexuales, que su prohibición de métodos anticonceptivos tanto contribuyó a aumentar… el envejecimiento de la población, que si en España ha sido más brusco que en otros países europeos eso se debe fundamentalmente a la insensata y dictatorial política que él mismo impuso durante el franquismo.
20050721. Conflicto entre el matrimonio y la familia.
Los conflictos actuales sólo pueden ser resueltos analizando a fondo sus orígenes y evolución. Así, los relativos a la familia y el matrimonio, que algunos utilizan interesadamente como sinónimos, pero en realidad son muy distintos e incluso ferozmente contrapuestos durante milenios. Quizá, pues, valga la pena escuchar a los expertos, no sólo a los políticos o ideólogos de uno u otro bando.
Desconocedores hasta el neolítico de la numeración y calendarios, los pueblos no podían conectar dos hechos tan distintos a 270 días de diferencia como la unión sexual y el parto, que la gran mayoría de las veces, y siempre a determinadas edades, no sigue a esa unión. Se consideraba, pues, que las mujeres eran las únicas fecundas, y las deidades eran de ese sexo. Las sociedades eran, en ese aspecto importante al menos, “matriarcales”. Diríamos mejor “familiarcales”, si no chocara tanto la palabra con el hoy escandaloso origen de la palabra “familia”: fámulos, conjunto de esclavos del patriarca romano, siervos a los que se asimilaban su mujer e hijos.
Los calendarios neolíticos llevaron al descubrimiento del papel del hombre en la procreación, y llevaron en ley pendular a atribuir a él sólo la fecundidad, e incluso la representación sólo masculina de la divinidad, enfrentándose a muerte –como hasta hace poco era visible en los llamados “países de misión”, al intentar instaurar el catolicismo en ellos- a las sociedades tradicionales familiares, basadas en la descendencia de las mujeres, -como la judía y después la cristiana- basada en el matrimonio, por el que varón rompía aquel sistema creando con cada matrimonio una “minifamilia” que procuraba prolongar en las generaciones fomentando la fidelidad sexual de las mujeres al nuevo patrón cultural, el predominio del varón, el patriarcado (lo que hoy, en periodo d decadencia del sistema, llamamos machismo).
Como toda evolución –y unos miles de años no son nada a esa escala- éste tránsito de la familia preneolítica al matrimonio patriarcal, y de éste a un nuevo tipo de “familia democrática” (el mismo nombre, etimológicamente, “esclavitud democrática”, es contradictorio, como fue la existencia de “demócratas esclavistas” estadounidenses… y otros) está lleno de eslabones perdidos, ejemplares mestizos, híbridos asombrosos… y escandalosos para muchos de sus congéneres. Así, por ejemplo, aquí y en el 2005, llamar “matrimonio” a la unión no reproductiva entre dos personas del mismo sexo, cuando, en realidad, en oposición a la descendencia por generación carnal de la familia matriarcal, el contrato sin consecuencias de nueva generación (aunque sea tan sexual como el otro) constituye, por ser más espiritual, más “puro”, una lógica consecuencia de lo que es propio del matrimonio judeo-cristiano-etcétera en cuanto contrapuesto a la familia matriarcal ancestral, y nos introduce en el nuevo sistema más igualitario y democrático de unión doméstica entre las personas independientemente de su sexo, cada día menos diferenciados, y por lo tanto siendo menos importante el que haya un poco de cada uno.
Esta nueva legislación matrimonial, precisamente porque introduce y anuncia aún más cambios resulta más escandaloso e inaceptable para quienes no comprenden que todos los aspectos sociales están ligados, y que la igualdad política, económica y social lleva consigo una igualdad sexual, que no será el fin del mundo ni de toda moral, como no lo fueron las otras libertades, propugnadas por los antes llamados libertinos, acusación con tintes difamadores hoy reservada a los defensores de ese aspecto aún m´s atrasado, para desdicha de los mismos reprimidos que hoy protestan de ello, de los derechos humanos.
20050818. Qué y cuando es natural, permisible, recomendable.
Pasados ya los primeros sofocos sexuales y politiqueros, parece que ya hora de que coloquemos la controversia del matrimonio homosexual en su perspectiva adecuada: la científica, histórica y ecológica.
Los seres sexuados, incluidos los que comparten con nosotros más del 99 por ciento de los genes, tienen todos un comportamiento bisexual, que es, pues, conforme a la naturaleza, contra lo que pretendían algunas fábulas de “animaladas” pseudomoralizantes del pasado. Esa misma naturaleza, como una estrategia fundamental de supervivencia, les incita a insistir en el comportamiento heterosexual y reproductivo en épocas de gran mortandad, y, con no menor lógica, en comportamientos homosexuales en épocas de superpoblación o escasez de recursos.
En modo análogo, los humanos con un mínimo de sensatez y adecuación al comportamiento pedido por la naturaleza en un momento dado, premian el comportamiento heterosexual, reproductivo en épocas de guerra o pestes, condenando entonces la estéril homosexualidad, que, por el contrario, va viendo reconocido su papel natural e incluso benéfico en lugares y épocas de superpoblación, como han sido con frecuencia las ciudades y hoy resulta evidente, excepto para los más voluntariamente ciegos, a escala mundial.
Lejos, pues, de ser un capricho, o una tara que hay que soportar, la homosexualidad constituye, pues, en esta época, una de las sabias estrategias de la naturaleza para nuestra supervivencia. Es, pues, muy injusto y dañino –aunque lógico con toda su nefasta labor en este terreno- que sean precisamente quienes, con sus enormes prejuicios pseudoreligiosos, han agravado este perjudicial “diluvio poblacional” mundial, denunciando también como antinaturales incluso los métodos anticonceptivos heterosexuales conocidos desde la antigüedad, los que se opongan también ahora, hasta perder toda compostura, al reconocimiento legal de otra de las prácticas sexuales naturalmente orientadas a aliviar el problema de superpoblación que de tantas y de tan graves maneras nos aflige a todos. Convierten así el mundo en un “valle de lágrimas”, del que esperan sacar provecho esos bomberos incendiarios.
20051227. Represión y agresividad.
He leído horrorizado la complejísima operación policial, patrocinada por el liberal diario New York Times, para salvar al adolescente que cometía el horrendo delito de masturbarse por Internet, lo que le dejaba imborrables secuelas (como al fornido guerrero samoano que, tras comer inadvertidamente la comida del jefe, murió en el acto al comprender que había roto tan sagrado tabú). ¡Cuantos más niños podría haber salvado de verdad ese derroche de energías y recursos aplicados a rescatarles de la miseria y muerte reales por su marginación social, incluso en los mismos Estados Unidos!
Pero ya sabemos que fueron los ultrapuritanos quienes llegaron a aquellas playas, huyendo de lo que creían ser tibieza puritana de su Inglaterra nativa. Y que su represión sexual se desfogó en parte eliminando a los indígenas primero, a los mejicanos y otros americanos después, y ahora matando y torturando en el mundo entero, tardando años ese mismo “liberal” New York Times en caerse del burro sobre lo injusto de la actual guerra de Bush. Ya, por poner al desnudo la relación entre la represión sexual y la agresividad, las teorías de Freud fueron censuradas en Estados Unidos, como “más dignas del Código Penal que de un Congreso científico”; hasta que consiguieron ser “reinterpretadas”, según lo fue también, el cristianismo pacifista de los Evangelios para hacerlo compatible, más aún, cómplice de del pretendidas Cruzadas de ese despiadado belicismo norteamericano. ¿Acaso, antes de que Bush llamara “Cruzada“ a su guerra, no había el Cardenal Spellman bendecido a la guerra de Vietnam como “una Cruzada por la civilización”?