Seres racionales, no manadas. No reeditemos con este escándalo la guerra (in)civil, ahora entre hombres y mujeres, el divorcio más odioso e infecundo, manada contra manada, vergüenza nacional y pésimo ejemplo que ha traspasado nuestras fronteras. Ni conviene al ciudadano desprestigiar a los jueces que, aun discrepando entre ellos, estudian y trabajan a fondo los casos, como comprobarán quienes lean entera su sentencia antes de juzgarles.
“La manada”, grupo bestial por su nombre, por su machismo verbal y quizás otros hechos, predispone a condenar a sus cinco miembros, por su machismo, han hecho prácticamente nula la presunción de inocencia e influido mucho en la sentencia.
En efecto: Hechos probados son que ella, con notable dosis alcohólica, fue quien –al principio, con un amigo- se sentó junto a ellos en la plaza a las 2,50 de la madrugada de la fiesta de san Fermín y les acompañó después. Pero los dos jueces que sentencian han opinado que no sospechó nada cuando dos de ellos se acercaron a pedir una habitación de hotel, porque no oyó que la pedían “para follar”. Han creído también que ella quería irse a dormir a su coche y que le molestaba que le tocaran por hombro y cadera, aunque los hechos probados son que siguió con ellos, vio que uno entró ilegalmente en una vivienda mientras ella besaba en la boca a otro, esperó que abriera desde dentro y después entró libremente en la casa “creyendo que era para fumar porros”, como si a las tres de la madrugada eso no se pudiera hacer en la calle.
Otra cosa es que después, en aquel lugar ilegal y sórdido, alguno se propasara, y ella, -que los videos prueban también tomó a veces parte activa- quizá se asustara y se arrepintiera de su imprudencia es de lo más natural y facilitó, que no justificó, que ellos se convirtieran quizás en violadores. Digo “quizá” porque en la apelación habrá que ponderar, como en parte hace ya el voto particular de un juez, las “matizaciones”, en realidad contradicciones, en que ella incurrió, la parte activa –no rigidez-con la que también actuó, e incluso el explícito “-Quieres que te la meta -Sí. –Pal fondo, vale” (p. 63).
Si se confirma la violencia, como dicta esta sentencia, estaríamos ante auténticos violadores, no un mero “abuso sexual”, como sería toquetear un trasero, siendo correcto el condenarlos nada menos que a nueve años de cárcel. Tendría toda la razón el clamor popular: “No fue abuso, fue violación”. Merecerían ese calificativo y estigma, y hay que cambiar esa calificación legal, de abuso, a violación. Sin embargo, aún en ese caso y, dadas las circunstancias, nueve años de cárcel es un castigo sobradamente adecuado para pedir aún más, mientras dicen que es por “justicia, no venganza”, algunas extremistas como pretendían pedir algunas feministas… mientras enarbolaban carteles “Somos tu manada” o “Si son manada, nosotras, tsunami” (es decir, más) en la Puerta del Sol y algunas –ahí no lo oí- lleguen exigir contra ellos pedir la perpetua y hasta la pena de muerte, impulsadas por movimientos extremistas extranjeros. ¿Es tan difícil comprender que quien da tantas señales de querer repartir contigo el pastel y te lo niegue en el último momento provoque una reacción negativa, que sería un –aunque fuera mínimo- atenuante a la reacción de la parte así burlada?
Basta de extremismos, de guerra entre los sexos, de dañar la convivencia enfrentando a la mitad de la población contra la otra mitad. Tratar así a la mujer de pura víctima, siempre y en todo irresponsable, como a una menor, es socavar la lucha que todos, en beneficio propio, debemos sostener por la igualdad.