Seres racionales, no manadas. No reeditemos con este escándalo la guerra (in)civil, ahora entre hombres y mujeres, si no a muerte ya, al divorcio más odioso e infecundo, manada contra manada, vergüenza nacional y pésimo ejemplo que ha traspasado nuestras fronteras.
«La manada», bestial en su mismo nombre y por repetidos hechos, predispone a las condena a sus cinco miembros, por su brutal machismo, que aún influye en la instrucción y opinión de uno de los jueces. Los otros dos jueces, por las fuertes protestas ante el sesgo machista de la instrucción del caso, en las que participé, y quizá por su opinión en sentido contrario, han demostrado en su sentencia un sesgo contrario.
En efecto: Hechos probados en la sentencia —que he leído- son que ella, con notable dosis alcohólica, fue quien se sentó junto a ellos en la plaza en plena madrugada de fiesta y les acompañó después. Pero los dos jueces han creído que no sospechó nada cuando dos de ellos se acercaron a pedir una habitación de hotel, porque no oyó que lo pedían «para follar». Han creído también que ella quería irse a dormir a su coche y que le molestaba que le tocaran por hombro y cadera, aunque los hechos probados son que siguió con ellos, vio que uno entró ilegalmente en una vivienda mientras ella besaba en la boca a uno de ellos, esperó que abriera desde dentro y después entró libremente en ella «creyendo que era para fumar porros», como si a las 3 de la madrugada eso no se pudiera hacer en la calle.
Que después, en aquel lugar ilegal y sórdido, alguno se propasara, y ella se asustara y se arrepintiera de su imprudencia es de lo más natural y facilitó —que no justificó- que ellos se convirtieran en violadores. Violadores, digo, porque lo que hicieron no fue un mero «abuso sexual», como sería toquetear un trasero; y por la gravedad de sus actos eso se les ha condenado nada menos que a nueve años de cárcel. «No fue abuso, fue violación». Merecen ese calificativo y estigma, y hay que cambiar esa calificación legal; pero, dadas las circunstancias, nueve años de cárcel es un castigo sobradamente adecuado para que sea «justicia, no venganza» como pretendían pedir algunas feministas… mientras enarbolaban carteles «Somos tu manada» en la Puerta del Sol y algunas —ahí no lo oí- lleguen a pedir la perpetua y hasta la pena de muerte-.
Basta de extremismos, de guerra entre los sexos, de dañar la convivencia enfrentando la mitad de la población contra la otra mitad. Tratar así a la mujer de pura víctima, de irresponsable, de menor, es socavar la lucha que todos, en beneficio propio, debemos sostener por la igualdad.