20040110. ONCE grita.
Muchos somos los ciudadanos que, como ha declarado J. A. Segurado, esperamos que el escándalo de Gescartera ayude a poner en su sitio a instituciones sagradas o profanas, como la ONCE. “Lo que se da a uno se quita a muchos” decían ya hace siglos las Cortes castellanas al Rey, criticando los privilegios dados “generosamente” a costa de los demás.
Junto a otras abusivas ventajas económicas y (a)sociales de la ONCE, hay una que clama literalmente al cielo, y que padecemos muchos inocentes vecinos de los muchos vendedores de la ONCE que se empeñan, contra toda humanidad y ley municipal, en atentar cruel, certera y repetidamente durante horas cada día contra nuestra salud, inundándonos con los estridentes decibelios de sus interminables pregones, que impiden nuestro trabajo y nuestro descanso; agresión que se niegan a terminar, a pesar de múltiples denuncias, incluso a sus organismos centrales ¿Cuando se meterá en cintura al desaprensivo que se aprovecha de las circunstancias para atormentarnos, mientras por otro lado tiene el valor de seguir reclamando una solidaridad que de modo tan ruidoso está él mismo, y en ese momento, quebrantando?
20040110. ONCE gritones.
Ahora que, por fin, se están haciendo campañas sobre los graves trastornos para la salud que provocan los ruidos, es hora también de que alguien ponga orden en aquellos vendedores de la ONCE que, durante varias horas cada día, someten al tormento de sus gritos a tantos vecinos, perjudicando especialmente a los enfermos, débiles, estudiantes, trabajadores que necesitan concentración, etcétera. Si, con la esperanza de ganar algún euro más, ellos no vacilan, no sólo en quebrantar las normas municipales, sino en demostrar tanta insensibilidad, tal falta de solidaridad con los demás, no sería de extrañar que los ciudadanos les retiraran progresivamente un apoyo que esos vendedores de la ONCE muestran, a grito pelado, no merecer.
20040907. Banco alarmante.
Tengo la desgracia de ser vecino de un banco en el que repetidamente se ha disparado durante horas su alarma.
Los primeros minutos, ésta indica un posible atraco; el interminable tiempo restante indica, de modo ya indudable, el menosprecio de esa entidad bancaria y de las autoridades por los vecinos y las leyes que exigen limitar esos ruidos. ¿A qué Virgen tendremos que encomendarnos, a la de Sagrario o la del Castañar, en cuya confluencia está ese Banco Central-Hispano, para que podamos vivir en paz?
20040907. Ambulancia.
Una investigación en los Estados Unidos ha revelado que en el noventa y siete (97) por ciento de los casos las ambulancias tocaban la sirena sin justificación médica, perjudicando así innecesariamente con sus decibelios la salud de miles de ciudadanos; incluidos los mismos pacientes que, al oír tanto la sirena, se persuadían que su estado era más grave aún. Todo esto sin contar los accidentes provocados por esas ambulancias, al crispar su ruido a sus conductores y a los de otros vehículos.
¿Cabe algo todavía peor? Sí, en Madrid. Una sórdida y -por sus efectos- muy insana competencia entre los distintos organismos de los que dependen ha llevado a uno de estos a ordenar a sus ambulancias de tocar lo más fuerte y el mayor tiempo posible la sirena, para «destacar» así su presencia y «servicios» (¡!) de las de los demás.
20040915. Accidentes domésticos.
Por fin parece que el Gobierno se va a preocupar de un enorme número de accidentes, minusvalorados hasta ahora por afectar a grupos que, aun mayoritarios en nuestra población, están más o menos marginados por su sexo o edad: los accidentes domésticos.
Tema tan serio requerirá actuaciones periódicas. Y para que esas campañas sean más efectivas, sería conveniente descender a consejos muy concretos y económicos, que se podrían seleccionar con previos concursos de ideas. Demos, en este sentido, un par de ejemplos.
En la cocina, para evitar quemaduras, incendios o incluso muertes por asfixia, sería conveniente que las llaves de los fogones de gas tuvieran un resorte que cerraran el paso del mismo tras un cierto tiempo, lo que también facilitaría su empleo normal y diario al graduar el tiempo de su funcionamiento, como en los microondas.
Otro de los lugares más peligrosos de la casa es el cuarto de baño y, en particular, las caídas del baño al tomar una ducha y resbalar en el agua con jabón. Hasta el punto que algunas empresas ofrecen la costosa solución a las personas más proclives a caerse por minusvalías o edad de cambiar el baño por una ducha. Sin embargo, para evitar esos resbalones, basta ducharse con zapatillas de goma de playa, tan fáciles de quitar para lavar alternativamente cada pie; o, al menos, no enjabonar los dos pies al mismo tiempo, ni al final de la ducha, para dar tiempo a que se vaya evacuando el jabón adherido a uno o los dos pies.
20041002. Gritos publicitarios.
Me he enterado con satisfacción y esperanza que por fin las autoridades han tomado en serio la epidemia de decibelios que daña, como en pocas ciudades, en parte por la negligencia anterior al respecto, la salud de los madrileños, y han impuesto una multa sin precedentes a una terraza que no tenía escrúpulos en agredir nuestra salud para ganar algo más.
Esperemos que esas medidas lleguen pronto a los demás puntos de nuestra ciudad, a motos y coches con escape abierto, a vendedores ambulantes con altavoces o, lo que es aún peor por su persistencia, a esos vendedores de lotería que, por codicia, por ganar un poco más, no tienen empacho en perturbar diariamente, y durante horas, el trabajo o el descanso de sanos y enfermos de su vecindad con sus tan dañinos como innecesarios gritos de reclamo publicitario.
20041204. Ruido plaga.
En vano las autoridades anuncian medidas contra la plaga del ruido, contra esos decibelios que tanto perjudican nuestra salud y nuestra calidad de vida. Parece que, en trágico círculo vicioso, “ese ruido que mata las ideas” ha dañado irreversiblemente hasta las instituciones que debieran tener un mínimo de responsabilidad al respecto. Estos una importante institución financiera local propaga, sin venir a cuento, repito, el deseo en el ciudadano de “poner la música más alto que mi vecino”. Ni en broma se puede fomentar, y menos en la capital mundial del ruido en que se ha convertido Madrid, un comportamiento tan incívico, que a tantos perjudica y a nadie beneficia.