Retorno

Salud, ¡oh hispánicas tierras!

y os saludo ¡oh tierras hispanas!

Salúdoos, sagradas arenas

Que formáis parte del solar de España.

Salúdoos ¡oh pueblos hispanos!

Hermanos de lengua, religión y raza;

Yo os saludo ¡oh pueblos hermanos,

Fautores de celebérrimas hazañas.

Jovencillo desconocido y pobre

Ha largos años que partí de España

Y tan hondas fatigas y sudores,

Adquirí honra, posición y fama.

Subió mi caudal como la espuma,

Como el águila a la cumbre nacarada,

Como piedra que en los aires zumba

Buscando la indefensa presa alada.

Logré y mantuve riqueza y bienestar,

Firme reputación de todos envidiada.

Encontré fiel esposa, y en mi hogar

Reinó felicidad cual jamás soñara.

Mas con todo mi alma no reía,

Se sentía insatisfecha y hastiada;

Una honda inquietud le corroía,

Le faltaba el calor de la Patria.

Procure, ingrato, sepultar en el olvido,

Aquel recuerdo que mi paz turbaba,

Me lancé del placer al revuelto torbellino

Esperando que ahogara mi nostalgia.

Mas incólume el recuerdo persistía

En el caos de mi mente alterada,

Cual impávido resiste de la mar bravía

El férreo peñón la furia desatada.

De cada ser, de cada objeto que veía

De aquellos que envuelven mi vida cotidiana,

Creía oír una voz que insistente me decía:

¡Vuélvete, vuélvete a España!

Mi vida era un tormento,

Me invadió el insomnio y la desga a,

Mientras la voz seguía repitiendo,

¡Vuélvete, vuélvete a España!

Con el hambre la salud perdía;

El pan de allí no me saciaba.

¡Cuánto añoraba el pan de Castilla

Aquél que comía tras la dura jornada!

El cielo era de un azul cristalino

De un azul frío que mi alma helaba

¡Oh, cuanto ansiaba aquel azul mío,

Aquel azul ante el que yo vibraba!

Entré en el bosque y oí a la brisa

que, dejando de mecer las copas altas,

Bajando hasta mí, al oído me decía:

¡Vuelve, vuélvete a España!

Contemple de un arroyo la armoniosa sinfonía,

Del lento y continuo murmullo de sus aguas,

Que al pasar junto a mí suavemente repetían:

¡Vuelve, vuélvete a España!

Mas yo, egoísta, persistía en desoír

Aquellas voces que bien me aconsejaban;

No quería turbar mi tranquilo vivir,

No quería volver de nuevo a mi Patria.

Y fue necesario que la brisa fuera viento

Y que el dulce arroyuelo en torrente se tornara

Y clamaran a una, con horrible estruendo:

¡¡Vuelve, vuélvete a España!

De España no saldré jamás

No quiero añorarla de nuevo.

¡Que más que un reino en Ultramar,

una tumba en España prefiero!