20100817. Pakistán, la peor tragedia.
Distintos especialistas coinciden en que lo que está ocurriendo en Pakistán es algo sin precedentes, peor aún, con mucho, que lo de Haití. Porque afecta a muchísimos más millones de personas. Porque la situación en que deja el territorio una gran inundación es aún peor en su conjunto que la de un terremoto. Porque, viniendo tras lo de Haití y Chile, “la fatiga del donante”, la misma falta de fondos de reserva para catástrofes, es mucho mayor. Porque ha sucedido en pleno mes de agosto, cuando los países generalmente donantes están más desmovilizados. Porque la lejanía cultural y política de Pakistán respecto a esos países es mucho mayor que con los países citados. Y porque tiene un gobierno especialmente autoritario, corrupto y hostil hacia la gran mayoría de países donantes.
Este trágico cúmulo, de circunstancias adversas no hace sino obligar más y más a las personas conscientes a realizar un esfuerzo humanitario superhumano, -valga, y debe valer, la expresión-, para que llegue, antes de que sea todavía más tarde y más desgraciadamente insuficiente, una ayuda, que ciertas ONGs bien conocidas, ya han comenzado a operar en la zona, garantizan a los particulares serán útiles. También hay que presionar a los Gobiernos para que a su vez proporcionen una mayor ayuda, con las garantías que ellos pueden y deben exigir de las autoridades pakistaníes para que esa asistencia llegue a las víctimas de esta tremenda catástrofe.
20100824. Escándalo público mundial.
Una vulgar trifulca en la feria de un pueblo valenciano, tirarse unos tomates, se convirtió, al repetirse, en una gamberrada, justamente prohibida durante muchos años. El gusto por lo prohibido atrajo a gamberros -que nunca faltan- de otras partes. Su difusión hizo que se admitiera e incluso se patrocinara esa “tomatina”, como un sucio negocio turístico más, y una triste manera de darse a conocer, aunque sea de un modo aún peor que el de los crímenes de Puerto Urraco o el salvaje alanceamiento del toro de Tordesillas.
En efecto: en ese pueblo valenciano, de cuyo nombre no quiero acordarme, la sangre derramada, aparentemente sólo de tomates, es, en realidad, mucho más mortífera, por constituir una tremenda bofetada de menosprecio y desesperanza a los ya más de mil millones de hambrientos del mundo, a los que llega demasiadas veces, gracias a la globalización, ese inequívoco mensaje de que el Norte no tiene escrúpulos en destruir por diversión centenares de toneladas de alimentos, con la complicidad de las autoridades y la indiferencia de las asociaciones cívicas y sociales que debieran acabar con ese vergonzoso escándalo público mundial.
20100829. Recordar a sus muertos.
Me parece muy bien que las autoridades del lugar hayan guardado un minuto de silencio en memoria de los dos guardias civiles muertos en Afganistán. Pero me parecería aún mucho más pertinente y debido que lo hubieran hecho también, y en primer lugar, en memoria de los más de veinte millones que mueren de hambre cada año, entre una y otra tomatina, espectáculo que constituye uno de los más afrentosos ejemplos directos de cómo todavía los Epulones de hoy siguen prefiriendo destruir la comida para jugar, en vez de impedir dichas muertes, repitiendo aquel siniestro: “¿Acaso soy yo el guardián de mi hermano?”