20050215. Arde Madrid.
Huele demasiado a chamusquina, en dosis insoportables. Muchos vecinos huelen a quemado casi tres horas antes de que se avise a los bomberos. Éstos encuentran la mísera –e ilegal-coartada de unas mangueras por el suelo “por haber intentado apagar el fuego ellos solos”. Los vigilantes ¿son meros irresponsables, o cómplices de quienes se lucrarán más por este siniestro? La policía dice no descartar un posible “sabotaje”, pero se elude hablar de aquellos, en crímenes menores, no se duda en señalar como, en principio, principales sospechosos: aquellos que sacan más provecho del crimen.
Porque, hablemos claro: se trata de un crimen, y de un crimen enorme. Es cierto que, “misteriosamente”, no ha habido ningún muerto; al menos por ahora, aunque no es razonable confiar que no los haya en posibles derrumbes o en trabajos de desmontaje. Sin embargo, no sólo ha habido una masiva cadena multitudinaria de “negligencias criminales”, sino, muy probablemente, positivas conductas de acción y colaboración criminal, cuyo grado, esperemos, determinen con exactitud los jueces, apoyados por la opinión pública, para que la impunidad de los delincuentes no fomente que se repita en Madrid y en otras partes desastres como este.
Arde Madrid. No se puede tolerar que se ponga hasta tal punto en peligro nuestras vidas y se roben nuestras haciendas. Hay que exigir pronta, completa y ejemplar justicia no sólo por respeto a los millones de madrileños afectados en una u otra manera ya por ese desastre, sino por los incontables millones de euros que deberemos pagar todos –por medio de las aseguradoras, administraciones públicas, etcétera- para reparar ese desastre y sus repercusiones en tantos como tan costosos “flecos”. No nos dejemos engañar por quienes, por necedad o intereses inconfesables, se esfuerzan por lanzarnos otra densa cortina de humo en los medios, hablado de “accidente”, de desgraciadas “casualidades” y otras mentiras de ese jaez.