20050310. Consecuencias de atentar contra Chávez.
Lo peor no es que Chávez haya advertido que el precio del petróleo se disparará hasta los cien dólares si le mata Estados Unidos, porque entonces el pueblo venezolano cortaría sus exportaciones, sino el que el anuncio de ese “asesinato selectivo” sea tan creíble que parezca ya “natural”, y no merezca ni desmentido por parte de Estados Unidos, ni un fuerte movimiento de rechazo por parte del mundo “civilizado”. Nada más verosímil, en efecto, después de los innumerables atentados (exitosos como el de Allende, o fallidos como el de Castro) cometidos por ese imperio del más fuerte, que aplica, con tanta contundencia como frecuencia, “para extender la democracia” (¡!), la ley de la selva.
20050402. Chávez, dictador.
Precisamente porque defiendo la libertad de expresión, no puedo menos que denunciar a quien la prostituye contando embustes para calumniar a otros. El presidente de Venezuela no es el santo de mi devoción, pero ha obtenido su cargo, y lo ha refrendado varias veces, con mayorías absolutas no conseguidas por ningún otro político de su país en los últimos decenios. En modo alguno se le puede, pues, llamar dictador, ni pretender que sea una vergüenza que Zapatero le trate (¡!), como afirma en su calumniosa carta contra ambos Luis Julio Solaesa.
20050421. España racista.
Hasta hace pocos lustros, lo tenían crudo los sociólogos que pretendían denunciar la idea, tan racista, de que hay razas “buenas”, no racistas, como era -se afirmaba con toda seriedad y orgullo- la nuestra. En realidad, no teníamos tantos ejemplos cercanos de racismo como otros países, al haber expulsado a musulmanes, judíos y gitanos (que, nómadas, se quedaron, pero muy marginados) y no admitir en España a los africanos o latinoamericanos.
Nosotros, añadíamos, no exterminamos a los indios, como las racistas sajones. Claro que lo hicimos mejor: nuestros pocos colonizadores multiplicaron su número, mezclándose con ellos, diversificándolos, dividiéndolos, para dominarlos mejor, en “castas”, cuya estructura inamovible y explotadora mereció que se exportara el mismo nombre al sistema milenario de fuerte estratificación social de los indios de verdad, los de la India. Sólo la integración en la economía europea y su nuevo eficaz sistema, no ya de importar esclavos, sino que éstos vinieran a su costa a ofrecer su trabajo negro y marginado, hizo inocultable el fuerte racismo español, social y hasta oficialmente reconocido, en cierto modo, tras la muerte de la dominicana Lucrecia. Esta toma de conciencia es la condición indispensable, pero en modo alguno suficiente, para combatir esa enorme lacra, que de hecho no ha hecho desde entonces sino aumentar, alentada por una gran y rápida inmigración fomentada por los esclavistas económicos, y la derecha política, interesada en crear un caldo de cultivo del fascismo.
Ahora asistimos, fomentado por los “dueños del adjetivo” y de la economía, un nuevo intento de desdibujar incluso esa toma de conciencia de nuestro racismo, alabando demagógicamente el buen corazón de los españoles que no han reaccionado racistamente contra los marroquíes tras el 11-M. Una falsa conversión más. A los explotadores económicos no les interesa una reacción popular que les haga perder los ingentes beneficios que obtienen de esas “piezas de Indias” en tantas explotaciones agrícolas e industriales, y a los grupos políticos que se benefician más de fomentar el racismo no les conviene insistir en el carácter islamista del atentado del 11-M, empeñados todavía en encontrar su fabulosa conexión con ETA, que lavara milagrosamente la ignominia de aquella gigantesca manipulación que tanto contribuyó a hacerles perder el gobierno de la nación.
Por mucho que guste, pues, a los que esperan levantarse un día como buenos, sin un esfuerzo cotidiano en este sentido, y por mucho que convenga a los demagogos que predican la inminencia de esa lotería para todos… cuando el poder esté en sus manos, el racismo sigue ahí, envenenando nuestra sociedad entera, no sólo a sus víctimas directas, volviéndose a la larga contra nosotros y nuestros hijos. Sólo una lucha seria y constante contra esa mala hierba, esa plaga recurrente, permitirá un porvenir de convivencia segura para todos.
20050726. Evangelio del oro, ahora negro.
Sin duda, no la inventamos, ni destacamos en ella, pero nadie nos quitará a los españoles el haber “modernizado” y empleado masivamente en la Época Moderna la guerra ideológica. Recordemos aquella célebre requisitoria emplazaba a los indios a plegarse ante la buena nueva cristiana, ya que Dios, confirmado por el Papado, había escogido a nuestro pueblo para esa sagrada misión de imponer el cristianismo. Por supuesto, como confiaba Colón a los Reyes Católicos, Dios recompensaría su celo evangelizador, ya que esos países, cercanos al Paraíso, nadaban en oro, ese metal “con el que se puede sacar hasta las ánimas del Purgatorio” haciendo decir misas, añadía el piadoso navegante.
La historia se repite y, aprendiendo América la lección, desde allí se busca hoy propagar la buena nueva, la cruzada por la civilización y la democracia, en las fabulosas regiones cercanas al Paraíso y a las Indias de verdad, regiones llenas también de preciosísimo oro, ahora negro, incalculable riqueza que permitirá también funcione a pleno rendimiento, como una confirmadora bendición divina, nuestra maquinaria social actual. Dios, con acento ahora americano, como mucho antes judío –en una admirable síntesis de ambos acentos- encomienda también los débiles indios orientales a los cuidados del nuevo pueblo escogido, que empleará como España para realizar su sagrada misión a los nuevos esclavos negros y mestizos, en su ingente tarea de inculcar sus valores a los paganos, aunque para ello haya que hacerles la guerra, torturarles, despojarles de las riquezas que estaban empleando para el mal, etcétera. Una adaptación tan perfecta a lo que los españoles empleamos en América que, si no fuera por obvias razones de debilidad, podríamos reclamarle a Estados Unidos regalías por esa descarada copia de nuestra clásica patente… de corso.
20051028. Bloqueo a Cuba.
”¿Cuántas patas tiene un gato, si decimos que el rabo es una pata?” preguntó Lincoln a quienes le pedían una ley imposible. “-Cinco”. “-No, señores: sigue teniendo cuatro”. Pedir La Luna no es sólo propio de tontos, sino también de listillos, que quieren ocultar con esas exageraciones su inoperancia respecto a las medidas que sí se pueden tomar. No es, pues –al menos, no es sólo- que “lo que no da la naturaleza, Salamanca no puede mejorar”; ni tampoco las Naciones Unidas, lo que ocurre cuando muchos Jefes de Estado se reúnen en Salamanca o en Nueva York para condenar el larguísimo acoso de Estados Unidos a Cuba como “bloqueo” y no como lo que realmente es, un tan completo como contraproducente “embargo”. Los que somos realmente demócratas, los estamos contra la pena de muerte, etcétera, lejos de alegrarnos, lamentamos esos excesos verbales que esconden mal, como torpe maniobra de diversión demagógica, la falta de voluntad real de nuestros países por mejorar la situación política y social de Cuba.
20051119. Ateos de Castro.
El número de ateos cubanos, tanto en la Isla como en el exilio, acaba de subir espectacularmente. La culpa la tiene, como siempre, Fidel Castro. Acaba de declarar que quiere imitar al difunto Papa y, aunque tenga también Parkinson y otras minusvalías, se sacrificará por los suyos asimismo hasta la muerte. Ya nos temíamos que ese martirio voluntario, aferrándose al sacro sillón hasta morir, podía tener consecuencias muy contraproducentes.
20051124. Gracias a Pinochet.
No le bastó ser traidor a quien confió en él y le dio el mando supremo del ejército, y al que juró fidelidad, Allende. O el cruel asesino de muchos de sus compañeros de armas, y deliberado genocida de su propio pueblo. O un vulgar ladrón, robando grandes cantidades a sus conciudadanos, con otros compinches, incluso de su misma familia. Encima, no ha sido capaz tener la mínima entereza necesaria para dar la cara y evitar esa última vergüenza a cuantos de algún modo creyeron en él y se comprometieron por su culpa, y durante muchos años, según acaba de dictaminar la justicia, ha estado fingiéndose enfermo para escapar a sus crímenes, revelando ser así además un redomado mentiroso y cobarde, la última infamia para un militar.
Su misma casi perfecta y total maldad ha ayudado a muchos a abrir los ojos, a tomar conciencia de la podredumbre que se escondía tras su presunto patriotismo tradicional, utilizando ese valor –según se denuncia en Chile- como tapadera de un recipiente de basura. Así el nombre de Pinochet quedará paradójicamente ligado en la historia a una nueva y esperanzadora posibilidad de mejora para la humanidad. Porque la mayor toma de conciencia, ante su monstruosa figura, de su urgente necesidad, ha llevado a establecer, por fin, el Tribunal Penal Internacional de las Naciones Unidas. Institución imprescindible en este mundo, en el que se multiplican las guerras preventivas emprendidas con groseras mentiras, el recurso a armas prohibidas por las convenciones internacionales, el uso masivo de las peores torturas, y otros hechos que debemos llevar rápidamente ante este Tribunal para detener la multiplicación de ese enorme retroceso moral e incluso físico de la humanidad. Hoy tenemos una mayor posibilidad de frenar a esos criminales de guerra y de paz “gracias” al caso Pinochet.