Política – América Latina – 1998

19980228. Castro embrutece discurseando.

               Fidel Castro acaba de batir su propio y reciente récord, en un discurso de más de siete horas en Cuna, ante su Parlamento, parlamento de uno (él). Y encima tuvo el sádico humor de calificar su diarrea mental de intento de «reflexionar un poco con ustedes».

                 Aparte de su contenido, su misma duración es el mejor (peor) ejemplo de feroz ausencia de diálogo, de secuestro de la palabra, de lavado de cerebro, de esa despiadada dictadura que aplasta a Cuba desde hace cuatro décadas.

19980913. Por qué fracasó Allende.

                              Allende sedujo a millones, dentro y fuera de Chile, porque se presentó como Salvador, como el médico de la cura milagrosa: la revolución pacífica. Y, en efecto, empezó tomando algunas medidas revolucionarias, devolviendo algunos derechos fundamentales, sociales y económicos, al pueblo. Pero no pudo seguir por esa vía. Porque los votantes de izquierdas, la Unidad Popular eran casi sólo un tercio; otro tercio votaba al centro (Democracia cristiana) y el otro a la derecha, como ocurría desde hacía lustros.

                              ¿Cómo hacer una revolución democrática «al tercio» de votantes? Allende podría haber intentado conseguir más partidarios, explicando a todos sus derechos, las razones de los cambios, los intereses que se oponían a él, los sacrificios requeridos; sin embargo, no se atrevió a hacer ningún tipo de «revolución cultural» a fondo «para no enemistarse más» con la Democracia Cristiana, la Iglesia, etc.

                              El centro, como era de esperar, se alió con la derecha contra esos cambios revolucionarios de un Gobierno minoritario; pero ni aún entonces Allende permitió que el pueblo pudiera armarse para defender la democracia y sus derechos, por temor a que los otros creyeran que quería imponer una dictadura del proletariado; en cambio, puso a Pinochet -ya notorio ultraderechista- al frente de un ejército al que él también acostumbró a meterse en política, usándolo para reprimir la huelga de camioneros, etc.

                              El golpe, previsible hacía tiempo, seguro desde hacía meses, anunciado hasta en la prensa en las últimas semanas, llegó sin que el gobierno de Allende intentara en serio una salida menos traumática para ese hecho que, en su conjunto, constituye el peor fracaso para todo Chile en su historia, impensable en el Chile anterior a su gobierno. En más de un sentido inmediato y directo, Allende es, pues, el responsable de Pinochet.

                              No se puede tapar el cielo con la mano y, por obvios intereses personales e ideológicos, intentar ocultar -con lápidas, estatuas o conciertos, como ahora, a los 25 años- la carísima lección de la historia: el 11 de septiembre de 1973 es, sobre todo, la fecha de la derrota de Allende y de su incoherente proyecto político; no es «el día de su muerte» en abstracto, sino el de su suicidio; y no sólo de su suicidio personal, sino también -por lo que obviamente algunos quisieron ocultar su autoeliminación-, de su suicidio político.         

                              Es imposible comprender por qué el mundo está hoy como está si no se asume la responsabilidad que en ello tiene el fracaso de la revolución chilena, como el de la española, la rusa y la cubana, entre otras. Es decir, si no se reconoce el papel capital (por supuesto, no único) que en esas derrotas tuvieron las propias contradicciones internas de la izquierda, en vez de achacarlo fundamentalmente a una derecha, interna o exterior, que en todo caso la izquierda no supo valorar y combatir como había que hacerlo.

19981215. Pinochet, juzgado.

¿Es posible que Pinochet sea tan malo como nos lo pintan? Todo es relativo… Sin duda, como saldrá en el juicio, ahí están los miles de muertos de su alzamiento, en gran parte ejecutados en venganza, después del golpe; las frecuentes e increíbles torturas a sus enemigos; la férrea dictadura durante lustros a un pueblo tan democrático, etc.

Por otra parte, vimos la defensa que de Pinochet hizo su hijo por televisión, basada tanto en el amor a unas riquezas ajenas de que se lucró y dilapidó a la sombra del dictador, como un aún vivísimo odio y menosprecio hacia los «subversivos», pasiones esculpidas de modo espantoso en su rostro convulso, que parecía querer salir del aparato televisivo y agredirnos a todos. También hemos escuchado a su mujer lamentarse de que con este proceso ella ha sufrido, con Pinochet «como nadie en la historia», destrozando eso su familia.

Ante tales monstruos de ferocidad y superegoísmo, el senador Pinochet parece -al menos ahora, en su extrema vejez, a 25 años de la famosa foto con gafas negras y rostro contraído- como el menos malvado de su familia, víctima quizá en parte de la perversa influencia de su mujer e hijo.