Cartas a la prensa – Paz – 2021

20210809. Evitemos una última Hiroshima.

                  En este aniversario del inicio de la guerra nuclear es buen momento para reflexionar sobre cómo evitar una nueva que, ella sí, puede “acabar con todas las guerras” de verdad, por eliminar quizá, de inmediato o por sus secuelas, a nuestra especie. Porque es lógico pensar que empiece entre dos de las potencias con mayor capacidad destructiva de personas y clima; más aún, como prueba la historia, es probable que alguna de las restantes nueve potencias nucleares aproveche la ocasión -como prueba la historia- para eliminar a otra u otras y adquirir la supremacía mundial restante.

                    Mejor o peor, la única solución algo realista que conozco para detener esa espiral cósmica sería un pacto más o menos explícito entre todas o parte de las nueve potencias nucleares para emplear de inmediato sus armas, antes que pueda hacer más daño a nadie, contra el que inicie ese tipo de guerra.  Aunque no todas cumplieran, el sólo temor de que alguna lo hiciera (nada utópico, dada la división actual en dos bloques en que están las nueve) serviría para que quienes quisieran fueran tan locos como para pensar en empezar esa guerra perdieran una parte, ojalá que decisiva, de su entusiasmo bélico.

20210815. Afganistán, otra España.

                                     De entrada, nada puede parecer más absurdo que compararnos con Afganistán, que los españoles solemos concebir como un país mítico, fantasmal; porque somos casi una isla, de netos contornos marinos, todo lo contrario de los suyos, sin acceso al mar. Pero Afganistán es, como se nota con fuerza estos días, también una isla, aunque política, cercada por Rusia, China e India. Es también lugar de paso en Eurasia, como España entre Europa y África. Afganistán es pues, como nosotros, cruce obligado de grandes invasiones y sus culturas, como nosotros. País muy montañoso, como el nuestro, y de superficie parecida, sus nativos son hoy casi tantos como nosotros, y también han resistido ferozmente a lo largo de los milenios, a las culturas de todos los invasores, como nosotros a la romana y después a la del islam, la de la Reforma y la de la Revolución francesa.

                                        Hace 85 años -casi nada, a escala histórica- España padeció tres años de feroz guerra civil, en donde las fuerzas del Antiguo Régimen, ya vencedoras el siglo anterior de las de la Revolución Francesa, y en 1936 apoyadas por las más reaccionarias de Italia y Alemania y por la versión más talibán del cristianismo, impuso un régimen (cuyos restos chirrían aun brutalmente hoy) que tenía poco que envidiar al moderno, actual, de los talibanes, mientras que los países de más “modernos” miraban para otro lado. Es lo que en Afganistán, a su nivel, por supuesto- está sucediendo hoy. La indiferencia de los países avanzados por lo que nos pasaba entonces a los españoles sirvió a los talibanes de la época, los fascistas-, para preparar la segunda y peor guerra(in)civil mundial de la historia. ¿Qué pasará ahora ante nuestro brutal abandono de Afganistán ante sus tres grandes vecinos, dictadores declarados o de hecho, en una Rusia de Putin, una India de Modi y una China de Xi Ping?

 

20040914. Tapar o dar la cara.

                           ¡Basta ya! ¡Demos la cara! Dentro de pocos años se nos caerá la cara de vergüenza de haber caído en semejante histeria, que me recuerda a la de los Estados Unidos por los polvos de ántrax. Hay que tener un mínimo de equilibrio, temple y valentía para no dejarnos derrotar moralmente por terroristas o criminales de otro tipo, y tapar, cada vez más sistemáticamente presionados a veces por temor a demandas judiciales, la cara de todo tipo de personas en las más variadas y, a este respecto, absurdas circunstancias. Lo que en un momento dado pudo ser prudente o incluso casi necesario respecto a una persona especialmente amenazada en una circunstancia muy concreta, se ha convertido en una epidemia de pánico que nos ha hecho perder literalmente la cabeza.

                              ¿Qué libertad, que vida es esa que tiende a convertir a todos en encapuchado con la excusa de respeto y seguridad?  Excepto, también, rarísimas excepciones ¿qué locura ha hecho extender ese cortar la cabeza a los mismos niños? Sólo una sociedad muy neurótica y cobarde puede pensar puedan sufrir daño por ello y, en los casos de ser hijos de un grupo susceptible de atentados o secuestros,  están ya protegidos por los guardaespaldas de su familia.

20040902. Terror inhumano.

                  Por una elemental humanidad ¿no hay que condenar a los feroces terroristas que amenazan matar a muchos inocentes por cada uno que muera de los suyos? Pues eso es lo que debemos hacer, aparte de la ideología y razones con las que pretendan justificar su execrable crueldad, con quienes no sólo amenazan hacer lo mismo, sino que ha han asesinado, “selectivamente” o no, a muchos más inocentes, junto con presuntos culpables, por cada uno de los suyos caídos, ya sean israelitas, norteamericanos o rusos de Putin. ¿Cómo callar ante semejantes planificados, continuos, actuales genocidios?