Cartas a la prensa – Paz – 2011

20110322. Tres opiniones sobre la guerra.

             El Mundo publica el día 22 tres cartas sobre Libia, todas contra la intervención internacional. La primera quiere ser irónica, y reconoce que no está muy enterado de lo que pasa, pero que no ve la diferencia con la de Irak; pues que se entere, en vez de escribir en broma sobre temas tan serios. La segunda empieza diciendo que era necesario intervenir, pero después lo pone en duda porque se tenía que haber hecho hace tiempo, y no se sabe si los rebeldes serán mejores que Gadafi. La tercera afirma que nos metemos donde no nos llaman, y estando nosotros “hace tiempo en economía de subsistencia”.

                Tanta ignorancia y tantas sinrazones parecen increíbles, como programadas maquiavélicamente para favorecer una intervención que, con todas sus deficiencias, debiera haberse hecho, por razones humanitarias y económicas, mucho antes.   

20110323. Oponerse eficazmente la guerra.

                          El que no se opone al violento, el que no lucha contra el autor, el que empieza una guerra contra su pueblo –hoy Gadafi, ayer Franco-, lejos de estar contra las guerras, fomenta el aumento de conflictos, y todo empleo de la fuerza por los violentos, que se sienten respaldados por ese ciego pacifismo.  La ignorancia, cobardía o intereses de esos autoproclamados “neutrales” les lleva a intentar justificar su pasividad acusando a los que sí actúan de ilegitimidad, porque no intervinieron antes contra otros violentos, en vez de aplaudir que por fin lo hagan –por los motivos que sea, nadie es un angelito- y exigirles coherencia para ir actuando de la manera más correcta posible en el futuro.

20110324. Con Gadafi, Franco y Hitler.


                              Estamos presenciando una trágica reacción por una parte pequeña, pero muy visible, de nuestra sociedad. La extrema izquierda y la extrema derecha –los extremos se tocan-  proclaman a gritos que no hay guerras buenas o malas, sino sólo “malditas guerras”, como escribe Forges. Este pacifismo extremo, este poner sin más la otra mejilla, sólo sirve para apoyar la ley del más fuerte.

 Esos apóstoles de la “no intervención” se convierten así, objetivamente, en los mejores aliados de dictadores como Gadafi, que con su bendición se deciden a eliminar -“como Franco al entrar en Madrid”, ha llegado a amenazar el viejo tirano libio- a quienes prefieren morir de pie que vivir de rodillas.

                                Enfrentémonos a los hechos: lo duro no es nuestra denuncia, sino la mayor opresión e incluso genocidio que ese apoyo tiende a provoca en el mundo entero; ahora, en los pueblos árabes, cuya primavera democrática ha frenado brutalmente lo sucedido en Libia, dando ejemplo a los dictadores de cómo aplastar a sus pueblos. Subrayémoslo: quienes hoy invocan el “No a la guerra” son, aun sin quererlo, reivindicadores, con Gadafi, de los métodos de Franco, ese aliado de Hitler que sigue siendo tan admirado por la extrema derecha, y que también  –aunque muchos se esfuercen por ignorarlo- fue socio de Moscú.

20110326. NO A LA GUERRA, pero de verdad.

                        “No a la guerra”, pero de verdad: es decir, combatiendo contra quien no tiene escrúpulos en empezarla contra sus propios conciudadanos, como Ha hecho Gadafi, prometiendo explícitamente ser tan inhumano como Franco en Madrid. Sólo si alguno de los que hoy luchan por parar esa guerra prolongara demasiado su intervención, para conseguir provecho propio, habría que emplear contra él también un “No a la guerra”.

                         Quienes hoy denuncian la oposición armada –es decir, la única que ya es eficaz- contra la guerra contra Gadafi, atribuyéndola sólo a intereses petroleros –que aunque ganara Gadafi acabarían por seguir siendo aprovechados aquí, incluso por ellos-, y presumen farisaicamente de ser unos angelitos, intentan en realidad sacar provecho político de los cadáveres de quienes luchan por su libertad. Su “no intervención” es demasiado parecida a la que en su día nos condenó a los españoles a cuarenta años de dictadura y otros cuarenta, hasta hoy, de inmadura democracia.

20110403. Pacifistas y cobardes.

                          Estoy harto de que, incluso en la calle, haya quienes nos proclamen “asesinos” a los que, como la casi unanimidad de nuestros parlamentarios, aprobamos la intervención, que no guerra, en Libia. La guerra, esa la había emprendido Gadafi contra su pueblo. Y el  auténtico y eficaz “No a la guerra”, para parar su violencia asesina que no atendía a razones, es el nuestro.

                          Incluso Hitler decía: “-¿Estoy loco para preferir la guerra, como dicen?”. Pero toda paz tiene un precio. El pacifismo consecuente, absoluto, se niega a pagar nada por la paz, pone siempre la otra mejilla, se rinde ante el más fuerte. Es una insensatez mental sólo posible de ordinario en masoquistas que buscan un sádico que les satisfaga; en quienes tienen alma de esclavo en busca de un amo; en cobardes que “por vivir, pierden las razones para vivir”. Los demás, aquí como en Libia, preferimos “morir  de pie que vivir de rodillas”. No, no somos asesinos, como pretenden algunos para ocultar su cobardía, arropándose para ello en antiguas banderas que hoy manchan algunos demagogos, para sacar tajada de lo que no pueden conseguir de otro modo.

20110506. Condenas imprudentes.

                                  Estoy contra la pena de muerte, protestando por ello incluso ante la embajada de Estados Unidos; y me opongo, más si cabe, a las ejecuciones extrajudiciales. Pero me sorprende que haya tantos clarividentes, no sólo en el bar, sino en los medios de difusión e incluso en el Parlamento, que condenen el “crimen” del “asesinato” de Bin Laden. Parece que hubieran sido testigos presenciales de los hechos, dado que no admiten ni como posibilidad –cuando es lo más probable, dado su carácter y el estar ya alerta por encontrarse en el último piso- que Bin Laden hubiera intentado ofrecer resistencia y muerto por ello, aunque quienes querían reducirlo declaren que estaba sin armas de fuego, lo que aboga por su sinceridad.

                                    Ese juicio y condena sin más por “asesinato” a los que descalifica de verdad es a quienes se atreven a proferirla, dando además un claro apoyo objetivo al terrorismo más feroz y sin excusas de los seguidores de Bin Laden.

20111018. Los más salvajes.

                         Un turista alemán acaba de ser devorado por los nativos de una isla oceánica. En la misma zona, y hace menos de un siglo, el célebre antropólogo Borislao Malinowski explicaba a un antropófago que él no podía volver a Europa porque allí se estaban matando masivamente sus pueblos. “¿Y cómo hacen para comerse a tanta gente? –“¡Si no se los comen! –“¿Y cómo pueden ser tan salvajes que se matan por nada?”  preguntó de nuevo, muy escandalizado, el nativo.