La conjunción de ciertos acontecimientos externos, como las catástrofes de Somalia y Ruanda, y otros debidos a la coyuntura española, han promovido un movimiento en la sociedad española en favor de mejorar las relaciones con el Sur. Dentro de su relativa modestia y fragilidad, este movimiento constituye un verdadero cambio de orientación, que puede llegar a ser de gran valor histórico. Máxime si las personas e instituciones que hemos contribuido en alguna manera a desarrollarlo sabemos consolidarlo, conservarlo y ampliarlo en un genuino FRENTE DE SOLIDARIDAD MUNDIAL. Este nos permitiría coordinar mejor nuestros respectivos esfuerzos, multiplicando su eficacia, así como una mejor defensa de los logros que vamos alcanzando ante los adversarios que surgen contra toda obra importante.
A fin de superar las dificultades para establecer ese Frente, y potenciar su expansión, hemos de reforzar en nosotros mismos y en los demás las más eficaces motivaciones para la cooperación Norte-Sur, motivaciones que nos servirán también para contrarrestar a sus opositores. De ahí estas notas sobre algunas de esas motivaciones, como esquema de posibles sugerencias al respecto.
SOLIDARIDAD. Este sentimiento espontáneo, cuando no está frenado por el racismo, nos lleva a ayudar por humanidad a quienes están en situaciones catastróficas. Se aviva cuando esa catástrofe es puntual, como en Ruanda. Conviene pues, aprovechar ese despertar para atraer la atención también sobre las situaciones catastróficas crónicas, que tienden a generar reacciones de desesperación sobre la posibilidad de solucionarlas, cayendo en la indiferencia. La «solidaridad que ayuda» ha sido hasta el presente la principal motivación en España para el 0,7, recogiendo en parte, laicizando y mejorando la «caridad que da limosna al hambriento» (sucesora a su vez de la que se dedicaba casi exclusivamente a «salvar almas de paganos»). La concepción ordinaria de solidaridad tiende a considerarse como un sentimiento no obligatorio, casi de lujo, incluso un capricho para darse el gusto de sentirse superior (paternalismo). Tal degradación de ese sentimiento lleva pronto a considerar más rentable mostrar esa generosidad ostentosa sólo en España, y hasta sólo en su propia casa y consigo mismo. Por eso, aunque sea muy útil en ciertos momentos, esta motivación de solidaridad con frecuencia no llega en muchos a madurar y ser eficaz si no se complementa con otras.
JUSTICIA. El Norte ha saqueado el Sur, desde el oro de Indias hasta los mucho más preciosos metales y materias primas hoy imprescindibles para su avanzado nivel técnico, y desde la esclavitud y encomienda hasta los subsalarios actuales. Incluso ha destruido, arruinado y erosionado mucho más de lo que ha podido llevarse. La descolonización política y caída del bloque soviético permite hoy aún mayor irresponsabilidad y ganancias en ese saqueo. De este modo el Norte ha contraído con el Sur una enorme deuda pública histórica, colonial y neocolonial, que nuestro poderío político-militar impide recuperar al Sur, pero que es indiscutible entre personas mínimamente informadas y honradas. El monto de esta deuda externa del Norte es muy superior al 0,7 del PIB. Por tanto ese 0,7 no puede ser presentado como si debiera ser principalmente un acto de voluntaria solidaridad, sino de obligatoria reparación de las injustas guerras político-económicas emprendidas y mantenidas hasta nuestros días por el Norte contra el Sur. No vayamos los del Norte de perdonavidas: no se trata de condonar (=perdonar) la deuda externa del Sur, sino simplemente de liquidarla como pequeña parte de nuestra muy superior deuda externa para con el Sur. Esta motivación de justicia tiene la ventaja, con su cruda veracidad, de jerarquizar los sentimientos éticos, mostrar la obligatoriedad y urgencia moral de devolver lo robado, respetar la dignidad del Sur, etc. Pero por eso mismo exige un mayor grado de conciencia ética, de capacidad para aceptar amargas y exigentes verdades (en vez de las con frecuencia suaves, poco comprometedoras y hasta halagadoras exhortaciones a nuestra «generosa solidaridad»). De ahí que esta motivación sea poco popular, se tienda a negar los hechos y se acuse a quienes insisten en ella de moralistas exagerados y aguafiestas, e incluso de extremismo político. Sin embargo, como la misma verdad, debe irse incorporando progresivamente en toda reivindicación seria de un reequilibrio Norte-Sur.
SUPERVIVENCIA. Balzac todavía podía hablar de matar impunemente un mandarín para enriquecerse. Pero hoy día, la enorme explosión poblacional del Norte primero y del Sur ahora, así como el impacto contaminante de las técnicas sobre el planeta, ligado a las crecientes demandas de consumo, etc. están haciendo cada vez más vulnerable al Norte ante los malos resultados de su explotación del Sur. Las guerras, incluso limitadas teóricamente al Sur, nos alcanzan de diversos modos. Mientras llegan del Sur ataques al Norte con armas atómicas o químicas, como amenazara entre otros Jomeini, el terrorismo internacional es ya un hecho. Las malas condiciones alimentarias (desnutrición) e higiénicas desatan enfermedades epidémicas que desafían cada vez más los cordones sanitarios del Norte. Variadas drogas mortales llegan masivamente desde distintas partes del Sur. Legales o clandestinos, los refugiados económicos del Sur se multiplican en un Norte no preparado para recibirlos. La contaminación marina y atmosférica hace también solidarios en el empobrecimiento de la calidad de vida a todos los continentes. No cabe ya un mundo de tercera, un Tercer Mundo, en nuestro pequeño barco abarrotado, en nuestra minúscula nave espacial Tierra. Esta motivación tiene la enorme fuerza de llamar directamente al propio interés El 0,7 P.I.B. dedicado a solucionar esos problemas en sus países de origen sería más eficaz y barato de lo que nos cuesta ya aquí combatir las consecuencias de esa situación catastrófica del Sur. Por lo demás, esa inversión en seguridad (social y ecológica) no es, como critican algunos puristas, amoral y egoísta. Cabe un prudente amor propio y un apoyo al propio instinto de supervivencia. A falta de más elevada motivación, un sano temor a un fuerte y rápido castigo ya evidente por nuestra opresión al Sur puede ser un elemento decisivo para el cambio. A medida que nuestra sociedad vaya tomando una mejor conciencia de la interrelación de los fenómenos sociales y ecológicos a nivel mundial -y el ritmo acelerado de catástrofes más y más fuertes auguran un rápido aprendizaje- esta motivación basada en la supervivencia irá siendo más fuerte y eficaz, fundiéndose en buena parte con la motivación de solidaridad.