Monarquía – 2004

20040108. Vergüenza de ser rey.

                     El mccarthysmo, aquel funesto periodo para la democracia estadounidense, duró hasta que un periodista tuvo el valor de enfrentarse en público con aquel ignorante y corrupto político y decirle: “-A usted, de verdad, eso que hace ¿no le da vergüenza?”. Esperemos que pronto haya también en España quien tenga los redaños suficientes para enfrentarse a ese fantasma del pasado reintroducido por el dictador y le diga: “-A usted, de verdad, ¿no le da vergüenza ir haciendo de rey en pleno siglo veintiuno?”

20040202. Príncipe casarse.

                             Antes de que el Príncipe cometa un acto irreparable –al menos en la práctica y para él, en su delicada situación personal y profesional- le invito cordialmente a que reflexione sobre la famosa parábola de mi colega, el sociólogo Saint  Simón.  Porque el Príncipe ha declarado que se casa (aparte de por amor a su prometida) para afianzar la monarquía. 

                               Si eso es así, y no dudo de su sinceridad y recta intención, Saint Simón puede ayudarle a liberarse de tener que sacrificarse, cuerpo y alma, para cumplir con ese servicio íntimo a la patria. Porque, explicaba este pionero sociólogo, si murieran de repente los cien mejores sabios, escritores y técnicos de Francia, el país sufriría una pérdida irreparable; pero si desaparecieran el rey y los cien principales dignatarios del reino, -“por muy lamentable que fuera el hecho”, añadía cautamente el sociólogo- al día siguiente habría sin duda otros nuevos. “Diciendo las verdades, se pierden las amistades”. Al día siguiente el que desapareció de la circulación fue el sociólogo, encarcelado bajo la acusación, tan actual ahora, de incitación al terrorismo.

                                Pero los hechos son los hechos, y el Príncipe tiene derecho a saber que no es imprescindible su entrega, su sometimiento al yugo del matrimonio. Existen ya múltiples y comprobadas normas sociales –para no hablar de las modernas, algo frías pero muy efectivas técnicas de reproducción biológica- que pueden asegurar al cien por cien una sucesión real real, legitima y garantizada; vías incluso más seguras que un matrimonio a la vieja usanza, sometido a los azares de la esterilidad por motivos sociales, morales o biológicos.

20040328. La Corona llora tarde, como Boabdil.

                                                 ¿La Corona llora ahora, en el funeral del 11-M? Con razón.

Antes no movió ni un dedo, ni rompiendo el protocolo, por salvar la paz; como Boabdil.

20040331. Tabaco del rey.

                            Ha surgido el escándalo al saberse que entre el equipo de una revista erótica figura el nombre de don Iñaki Urdangarín. En mi opinión, si no fuera por una servil y antidemocrática actitud que todavía queda ante la jefatura del Estado, resultaría mucho más escandaloso y no estaría aún tan acallado y censurado, otro hecho bien conocido: el que en la misma casa real se muestren actitudes favorables hacia el veneno que cada día mata casi tantos españoles como los atentados del 11-M.

                                Este lamentable hecho hace que en países de nuestro entorno los medios de difusión no pueden mostrar imágenes del yate real, cuyo nombre coincide con el de la marca más vendida de cigarrillos entre nosotros, constituyendo así una propaganda subliminar del tabaco, lo que está allí, donde se cuida más la salud de los ciudadanos, severamente prohibida. Muchos desearíamos que esa coincidencia de nombres fuera casual, un claro caso de mala fortuna, a pesar de que, incluso entre los pocos donantes oficialmente reconocidos de ese yate, figure un millonario que hizo su fortuna propia con esa tremenda desgracia ajena.

20040222. Príncipe vestido.

                            “El primer rey fue un soldado victorioso” dijo Voltaire. Aquí, sin ir más lejos, el anterior Jefe del Estado fue un militar vencedor de un golpe de Estado y guerra civil. Como es normal en esos casos, en sus apariciones y representaciones como Jefe del Estado, Franco gustaba vestir de uniforme militar, que recordaba las razones de su legitimidad, el poder de las armas. De ahí que me parezca singularmente inadecuado el que en la ocasión quizá más solemne en un sistema hereditario como es la monarquía, el día de su boda, el príncipe heredero vaya vestido de militar, dando una imagen sesgada de lo que y a quienes realmente hoy representa el Jefe del Estado en una España democrática. A esto se añade una muy negativa sensación que así se transmite de continuidad con el régimen anterior. Los republicanos deben estar de enhorabuena de que se presente de esa guisa tan desaguisada, que recordará también, no menos inoportunamente, el papel de la Corona en el tan desgraciado y aún tan sangrante conflicto de Irak.

20040401. Regalos reales.

                                He visto en televisión algunos de los numerosos y valiosos regalos ofrecidos con motivo de la próxima boda del Príncipe Felipe. Aunque me parece que ya se hace algo en ese sentido, estimo que sería un buen ejemplo para todos el que, como ya se hace en la Casa Real inglesa, se dedicaran parte de esos regalos –dado que, a Dios gracias, no los necesitan realmente en este caso los novios- a aliviar a las miles de personas tan trágicamente afectadas, en sí mismas o en sus familias, por los atentados del 11-M, mediante algún tipo de puja o sorteo de dichos regalos.

20040410. Honor español.

                     ¡Españoles! ¡Nuestro honor ha sido puesto en entredicho, mucho más aún que en Perejil! El futuro rey de España ha sido sometido a un minuciosísimo registro en el aeropuerto de Miami. Sólo veo dos maneras de lavar esa mancha real. La primera y más obvia, el que, siguiendo la gloriosa tradición de Perejil y de Irak, el Gobierno en funciones envíe también ahora a nuestras tropas para restablecer el orden. La segunda solución, el que, con fecha “retroactiva”, a lo que también nos tiene acostumbrados en otros tropiezos durante su gobierno, Aznar tenga el coraje de abolir la monarquía, lo que sin duda nos resultaría mucho más barato y podría tener efectos colaterales incluso muy positivos.

                      Sólo una persona ajena a nuestras peculiares instituciones se atrevería a proponer como más natural el que el implicado en esa afrenta, que intenta ahora minimizar los hechos tras haberse metido, sin avisar adecuadamente, en la boca del lobo, tuviera un gesto para salvar la situación, haciéndose el harakiri, aunque fuera sólo laboral. Porque, dada la plena “irresponsabilidad” regia que consagra el artículo 56 de nuestra Carta Magna, es previsible que hasta esa misma renuncia fuera declarada nula por anticonstitucional.

20040414. Atropello real en Miami.

                           Lo de Perejil no fue nada comparado con lo de hoy, a pesar de que intenten ocultarlo. ¿Cómo comparar siquiera la ocupación de una piedra, tan insignificante que casi ni era disputada, con el minucioso y repetido registro personal de los legítimos representantes de la Jefatura del Estado español en la aduana de Miami? Y ahora, estos funcionarios  añaden el insulto de creernos tan tontos como para minimizar el atropello que ellos propiciaron al no cumplir siquiera con el plazo de aviso previo de llegada a ese aeropuerto, en vez de evitar de raíz la crisis, suprimiendo, como hubieran fácilmente podido,  esa escala en un país que no respeta, cuando le da la gana, ninguna norma internacional con los extranjeros, haciendo del resto del mundo un inmenso Guantánamo, como saben ya a su costa tantos españoles que han estado tras el 11-S, aunque sea sólo de tránsito, en los Estados Unidos.

                           Mucho antes del 11-S ya era famosa la frase de uno de sus máximos representantes: “Estados Unidos no tiene amigos, sino intereses”. En vano, después, ingenuos e incultos, se quejarían de tamaña vejación en Miami los guardaespaldas reales gritando: “¡Somos vuestros aliados!”, recordando sin duda el silencio de la Casa real ante la triplemente traicionera complicidad de Aznar con la guerra petrolera de Estados Unidos contra Irak. Y digo triplemente porque no sólo traicionó, más nunca en la historia -al menos, que se haya podido comprobar con cifras fehacientes de encuestas- la confianza del pueblo español, incluidos sus votantes, que estaban con esa guerra, sino también a los países a los que ya estamos legalmente ligados en la UE, y asimismo a los países secularmente unidos por sangre y cultura en Latinoamérica. Y todo ello fue para apoyar al país que, como a Irak,  con falsas razones –la voladura del barco Maine- y también por descarados intereses económicos colonialistas, hizo que se  derramara también la sangre de nuestros sacrificados soldados y se resintiera nuestra economía; más aún: sesenta años después de quitarnos Cuba y Filipinas, cuando el rechazo internacional hacía vacilar también al sangriento militar que regía los destinos de España  –como hoy a Sharon- esos pretendidos “amigos de la democracia” apoyaron su dictadura –como tanto tiempo hicieron con la de Sadam Husein- para apoderarse, mucho después que los ingleses de Gibraltar, de unas Bases militares desde las que dominarnos más y agredir al resto del mundo que se resista a la expansión de su imperio.

20040415. Rey Miami.

                                        Se espera que ahora aumente mucho el número de visitantes a los Estados Unidos, aunque sea sólo en tránsito de aeropuerto. ¿No hay muchos que pagan para que les hagan sufrir con películas de terror? El trato recibido por nuestro Príncipe heredero y su futura nos garantiza la posibilidad de experimentar personalmente también sus súbditos experiencias fuertes e imborrables, con la excusa del terrorismo.

                                       Nos explicamos ahora la decadencia de Disneylandia y semejantes imitaciones light en Europa. Estados Unidos entero se está convirtiendo en el FarWest, el Lejano Oeste, país sin ley, al menos para extranjeros, modelo que exporta ahora a sus 102 Bases oficialmente reconocidas en 130 países, empezando por Guantánamo, donde no seríamos ya el primer español que disfrute de sus impresionantes instalaciones, que cualquier día podríamos ver trasladadas enteras a Rota u otra  Base estadounidense “española”, más cercana a la zona en que Estados Unidos están batiendo ahora, en cantidad y calidad, su propio récord de cien intervenciones militares en otros países en un siglo.

20040423. La Caixa… real.

                         Al cumplir los cien años, “La Caixa” de Barcelona declara querer recuperar la acción social que nunca, ni ella ni otras, debieron descuidar, y que originó su fundación, como “obra de pacificación social”, según se expresaba entonces, con un ingenuo reformista que hoy no pocos considerarían demasiado revelador.

                        El príncipe Felipe ha elogiado esa labor social de La Caixa, tan virtuosa en ocasiones, tan meramente virtual en otras muy recientes. En la foto, como es natural, le vemos al lado de su hermana, la infanta Cristina, que durante tantos años, incluso siendo tan próxima en la línea sucesoria, ha sido la más famosa y prestigiadora (sic) empleada de La Caixa. Causa no poco asombro a los extranjeros el enterarse de este estrecho compromiso de la Casa Real con una entidad financiera privada. Aquí, por supuesto, el respeto tradicional a la jefatura del Estado y a las entidades bancarias más poderosas hacen misión casi imposible el que este modesto comentario sobre esa curiosa coincidencia de intereses pueda librarse de la censura que aún impera casi por completo en estos temas, que tanto necesitan airearse y mejorar con ayuda de alguna libertad de expresión.

200405. Boda fallida.

                                ¿Qué es lo que falló en la boda del príncipe? Lo socorrido es echarle la culpa al mal tiempo. Pero muchos ejemplos prueban lo contrario, como hace pocas semanas en Madrid, cuando ni un diluvio no pudo detener el que salieran hace pocos millones de personas que sí querían solidarizarse por una causa. En cambio, los príncipes no han considerado ahora oportuno, ni siquiera pasando en su cortejo delante de la estación de Atocha, el detenerse un momento en el lugar. Ni ha sido tampoco lo más adecuado el que el príncipe vistiera para la ocasión un uniforme militar, cuando la Casa Real no movió ni un dedo, ni “saltando el protocolo”, contra la trágica guerra de Irak; aparte la impropiedad de emplear un traje que representa sólo a una parte del pueblo, y que recuerda demasiado el “esos son mis poderes” del anterior Jefe del Estado, conquistando el puesto por una guerra “civil”.

                                 Fallaron también los desorbitados gastos de la boda, así como la manipulación sufrida por los ciudadanos de Madrid, acciones que se parecen demasiado al comportamiento de los reyes absolutos y reinantes, no de los reyes democráticos y simbólicos que, al menos según las leyes, tenemos. Ni tampoco se puede negar, la ostentación ideológicamente partidista que supone el dar prioridad exclusiva al matrimonio religioso, siguiendo. como en tantos otros actos ideológicamente sesgados que prodiga la casa real., contra la laicidad que manda en vano nuestra constitución

                                 Así pues, no se puede tapar el cielo con la mano, ni achacar a la lluvia la ausencia clamorosa del pueblo, sino a un distanciamiento creciente entre una ciudadanía cada vez más consecuentemente democrática y el comportamiento arcaizante de una institución real anclada en prácticas propias de siglos pretéritos.

20040513. Letizia, imprudente.

                              Mal empezamos. No fue sólo una anécdota el comentado corte que el mismo día de su “presentación en sociedad” hizo al príncipe Felipe doña Letizia Ortiz, imponiéndosele con un rotundo “déjame hablar a mí”. Ahora ya pretende esa “incipiente periodista” incluso censurar a periodistas avezados, ”leyéndose la cartilla”, e increpando en particular a Jaime Peñafiel, con “la descortés recomendación  de que consulte a la Casa Real antes de hacer sus comentarios”, mostrándose fiel discípula de Urdaci, según denuncia en su artículo, significativamente titulado “Imprudente Letizia”, el periodista Marcello.

                                A mí me parece también muy negativo que, en desafío a la opinión crecientemente mayoritaria de los españoles contra el maltrato a los animales –esta misma semana hay una manifestación convocada en Madrid- doña Letizia haya insistido en asistir ahora a las corridas de toros en Las Ventas. Parece que ella quiere confirmar con los hechos el dicho de que “cruel con toros, cruel con todos”, como con los periodistas y    -aunque quizás eso le guste a él, harto de tanto servilismo- con su mismo prometido.

20040523. Boda deslucida.

                            ¡Qué es lo que falló en la boda del príncipe? Lo socorrido es echarle la culpa al mal tiempo. Pero muchos ejemplos prueban lo contrario, como hace pocas semanas en Madrid, cuando ni un diluvio no pudo detener el que salieran hace pocos millones de personas que sí querían solidarizarse por una causa. En cambio, los príncipes no han considerado ahora oportuno, ni siquiera pasando en su cortejo delante de la estación de Atocha, el detenerse un momento en el lugar. Ni ha sido tampoco lo más adecuado el que el príncipe vistiera para la ocasión un uniforme militar, cuando la Casa Real no movió ni un dedo, ni “saltando el protocolo”, contra la trágica guerra de Irak; aparte la impropiedad de emplear un traje que representa sólo a una parte del pueblo, y que recuerda demasiado el “esos son mis poderes” del anterior Jefe del Estado, conquistando el puesto por una guerra “civil”.

                                 Fallaron también los desorbitados gastos de la boda, así como la manipulación sufrida por los ciudadanos de Madrid, acciones que se parecen demasiado al comportamiento de los reyes absolutos y reinantes, no de los reyes democráticos y simbólicos que, al menos según las leyes, tenemos. Ni tampoco se puede negar, la ostentación ideológicamente partidista que supone el dar prioridad exclusiva al matrimonio religioso, siguiendo. como en tantos otros actos ideológicamente sesgados que prodiga la casa real., contra la laicidad que manda en vano nuestra constitución

                                 Así pues, no se puede tapar el cielo con la mano, ni achacar a la lluvia la ausencia clamorosa del pueblo, sino a un distanciamiento creciente entre una ciudadanía cada vez más consecuentemente democrática y el comportamiento arcaizante de una institución real anclada en prácticas propias de siglos pretéritos.

20040524. Boda y reyes.

                               “Contra los hechos no valen argumentos” Cifras cantan. También la comparación entre distintas cifras, como la que vi analizada en la prensa no acallada por un servilismo cortesano mucho más degradante que la antigua censura. Porque ni los chuzos de punta que caían, con una lluvia mucho más intensa, ni el frío, ni la noche pudieron impedir que hace unas semanas más de dos millones de madrileños salieran a la calle durante horas, movidos por una misma causa, el 12-M.

                                Ahora, ni tras una propaganda obsesiva, ni con la ayuda de turistas foráneos –asturianos, sobre todo- y muchos extranjeros, ni el sol de primavera que ya brillaba durante el desfile nupcial real pudieron conseguir ni la centésima parte de aquella cifra. En vano los serviles intentarán compensar esa clamorosa falta de interés y participación ciudadana con la “alta audiencia” televisiva, propia de todo acontecimiento muy publicitado, retransmitido ”en cadena” por todas las televisiones,  en horarios interminables, y visto por encuestados psicológicamente presionados para dar la respuesta “adecuada”.

                                Ese alejamiento incluso físico del pueblo respecto de la monarquía tiene tan amplias como claras razones, por más que tantos medios de comunicación serviles insistan en pintarnos todo de color de rosa. Las razones “negativas” se podrían sintetizas en la ya famosa frase de que “El rey no da golpe desde el 23-F”. Porque ¿para qué seguir pagando, y tan caro como en esa boda, una institución que no sirve -ni en los casos más graves- para las funciones más directamente ligadas a su cargo?

                                Aquí tenemos un Jefe del Ejército que no dijo nada, ni “rompiendo el protocolo”, ante esa crisis literalmente de vida o muerte, desoyendo la casi unánime presión popular, ante nuestra trágica implicación en la guerra de Irak, para no hablar de otros temas bélicos anteriores. El rey también es un “garante” de la “unidad de la patria” que no funciona ante los problemas, algunos tan graves y repetidos, como hemos tenido en estos años.

                                 ¿A qué seguir? Entre las razones positivas del creciente rechazo ciudadano baste señalar las de una monarquía cada vez más arcaicamente ligada a símbolos, ideologías y hasta diversiones cada vez más cuestionadas, pero que ella se empeña por presentar todavía como sagradas y patrióticas, con las que todos debemos comulgar, contra nuestra Constitución; o el espectáculo de un rey que acepta muchos regalos y muchos de cuyos amigos y administradores –Conde, de la Rosa, Colón de Carvajal, – están ya en la cárcel, mientras que otros se encuentran cada vez más cerca de ella, repitiéndose aquí en lo económico lo que vimos en lo político tras el 23-F con Armada, Milans del Bosch, etcétera. Y así nos va a nosotros y a la monarquía. ¿Para cuándo un Jefe de Estado que elijamos realmente nosotros, y no Franco?

20040612. Los toros taran al rey.  

Seis animales torturados y muertos, con pretendidos fines de beneficencia, en un espectáculo presidido por el rey, el pleno siglo XXI.  A pesar de la tradicional censura aún vigente en tantos medios y aspectos de nuestro país, es evidente -ahí están las encuestas- que esta no es la España que deseamos una parte importante y creciente de los ciudadanos.

20040614. El rey y la periodista.

                                   He tenido una pesadilla varias noches: una sagaz periodista habría conseguido infiltrarse en la Casa Real, hasta obtener la máxima intimidad con uno de sus miembros, y entroncar con el Trono hasta el Altar. Consumado el proceso con el viaje de bodas, publicaría pronto su extraordinaria investigación periodística, que le haría merecedora de los máximos honores de su profesión. Pero quedaba la duda de saber si en el último momento ella no renunciaría a ese gran éxito profesional por una aún mayor ambición de reinar, o rendida por haber encontrado su príncipe azul… ¡Qué angustia! Con todo, a la reflexión, el problema podría haber sido mucho mayor. La historia conoce repetidos casos de espías o incluso terroristas que finalmente fueron conquistadas por el amor real, dando un final feliz y como milagroso a lo que pudo haber sido un desastre.

P.D. El lance terminó con una boda de amor… con otro.

20040625. Un funcionario reclama más de 33 días de vacaciones.

                                            Uno de nuestros más caros funcionarios, en términos absolutos y por su rendimiento, acaba de declarar con toda la barba –como la que ahora lleva- que sus vacaciones de treinta y tantos días “se le han hecho cortas”, y piensa continuarlas en breve, a pesar de que éstas venían precedidas de otras recientes vacaciones en el Caribe, terminadas escandalosamente en la aduana de Miami.

                                           Con igual franqueza y mucha mayor razón opino que a mí también se me han hecho cortas sus vacaciones, que yo hubiera preferido que fueran definitivas, y que negociaría con gusto una jubilación anticipada, suya y de toda su familia, lo que permitiría modernizar y hacer realmente útil un cargo tan importante como hoy tan ineficaz y costosamente desempeñado, en perjuicio de todos los ciudadanos.

20040625. El órgano del rey.
                                 ¡Cómo cambian las modas, las costumbres, es decir -con gran escándalo de quienes así creen que pierden toda validez- la moral! Ahora protestan los médicos españoles, pidiendo que se reserven algunas plazas  a los varones;  antes, la medicina, que no la enfermería, estaba prohibida a las mujeres; y ellos aducen que a los varones les puede dar reparo consultar a una uróloga; pues sí, aunque con el tiempo también sería lógico, más ortodoxo, más heterosexual, más agradable  -¿no son la mayoría de los ginecólogos aún varones?- ser examinado por una mujer que no por otro varón, como ya reclaman algunos en los cacheos de aeropuertos, pretendiendo que lo contrario favorece sólo a los gais. Tampoco faltan quienes creen más o menos cercano el momento en el que el reconocimiento de la bisexualidad humana, como la de los demás mamíferos, haga obsoleta todas esas costumbres.

                                    A propósito de los urólogos, estos días se investiga por la policía la desaparición –después, desmentida- del historial clínico del rey Juan Carlos tras su visita a un especialista catalán. El que en un sistema democrático todavía tenga una importancia pública, política, con grandes titulares de primera página, el funcionamiento de ese órgano real muestra también la curiosa persistencia de antiguas costumbres a pesar del cambio social ya experimentado. Como lo es la reivindicación hoy en Galicia de “playas familiares”, sin nudistas, por iniciativa de un grupo tradicionalista, nos retrotrae a la época, no tan lejana, en la que “la moral” estaba encarnada en una pareja de guardias civiles (pareja unisexual masculina, siendo en esa época impensable otra cosa) cuya misión consistía en imponer el orden, lo que entonces parecía exigir de modo evidente el que todas las playas fueran “textiles”.

20040627. El rey no interesa.

                                     No se puede tapar el cielo con la mano, aunque sí con paraguas, con entusiasmo… o con mistificación. Por fin una encuesta, incluso oficial, ha venido a confirmar lo evidente: que la casi nula asistencia de público a la celebración de la boda real no se debía a la intensa lluvia –ni siquiera llovía al final del recorrido de los novios- sino a que una mayoría de ciudadanos tuvo “poco o ningún interés”, cifras cantan, respecto a ese acto.

                                       Ya lo reconoció al día siguiente, sin querer, al escribir que “un puñado de leales tomaron las calles” un diario madrileño de tendencias monárquicas. Nuestra sana razón no puede menos de comparar ese minúsculo “puñado de leales”, con la manifestación sin precedentes del pueblo que en Madrid, como en España entera, salió por millones a la calle unas semanas antes, aunque entonces llovía mucho más aún, era de noche y en crudo invierno, pero por una causa que realmente sentía, el 12 de marzo, no por una monarquía que sólo un 24 por ciento, menos de la cuarta parte, rechaza el que sea “algo superado desde hace tiempo”, frente a una neta mayoría del 55 por ciento que lo afirma y un 21 por ciento que no opina.

20040628. Rey necio.
                          No, no se trataba de un error del quiosquero, dándome el suplemento dominical de un diario monárquico, como me había hecho creer la soflama que acababa de leer, amasijo de lugares comunes “apoyado” en hechos interpretados de manera tan sesgada y hasta contradictoria que acaba de leer. Claro que su autor no necesitaba esforzarse en convencer a nadie, ya que, según afirmaba con todas sus letras, los antimonárquicos son de los seres más “necios”. Lamentable.

                           Lejos de mí el responderle de la misma manera. Al contrario: opino que quienes así actúan se pasan de listos, son oportunistas, serviles; que con esas cabezas pensantes que se emplean para inclinarse reverencialmente ante otras cabezas coronadas no se fomenta un sistema en el que se reconozca a las personas como fundamentalmente iguales, una democracia que no sea “popular”, “orgánica” u “organizada”. Una democracia sin adjetivos, de verdad, señor Javier Cercas.

20040630. Rey impopular.

                                            Desde una posición democrática resulta difícil comprender el que tengamos una monarquía que ni una cuarta parte de los ciudadanos sostiene, aunque de modo tan discreto como afirmando es el afirmar en una cuenta del CIS que está “más bien en desacuerdo” con el que sea “algo superado desde hace tiempo” (ni siquiera, pues, desde hace poco); más aún, esa minoría de apoyo  ha disminuido un punto desde el año 2000, pero la mayoría del 55 por ciento que opina que sí está superada ha aumentado en ese período seis puntos, a costa, también, de los que no sabían o no contestaban entonces.

                                         Esta incongruencia antidemocrática se explica en parte cuando nos enteramos que hay poderosos medios de difusión y el principal partido hoy en la oposición que achacan tales resultados al modo de formularse la pregunta, cuando ellos mismos, cuando el PP estaba en el Gobierno, realizaron exactamente la misma pregunta, lo que nos permite hoy  comprobar tanto su manipulación de los hechos más evidentes, que tanto entorpece el funcionamiento de la democracia, como el notable descenso en cuatro años de la aceptación de la monarquía, explicables en parte por los silencios del rey, Jefe del Ejército, ante una guerra impopular, las diferentes novias y “bodazo” del príncipe, etcétera.

20040705. Rey no partidista.

                                     “El rey, mal aconsejado”, titulaba en su portada un semanario madrileño cuando, entre otras cosas, el monarca aceptó el regalo de un lujosísimo yate con el mismo nombre de la principal marca del producto que más muertes evitables de españoles, alguno de ellos familiares míos, está produciendo, y que cínicamente llaman “Fortuna”. Menos afortunados parecen aún sus consejeros actuales, que le llevan a adoptar públicamente posturas partidistas, muy alejadas del papel equilibrado e integrador de jefe de todos los españoles.

                                   Tan claro que don Juan Carlos puede tener sus propias opiniones personales como que el rey no debiera defenderlas y actuar en favor de sus preferencias ideológicas cuando ejerce su cargo. No siempre es fácil, por supuesto, distinguir la esfera privada de la pública, y ello puede exigir algunos sacrificios, pero cumplir escrupulosamente esta norma está incluido en el sueldo. No es, pues, adecuado, como se ha observado ya en múltiples y muy recientes actuaciones de la Casa Real en este sentido, el que, junto con otros actos protocolarios, se haya incluido el día de su onomástica la solemne asistencia del rey un rosario (¿o fue una misa?), práctica religiosa muy respetable, pero que, por eso mismo, debería ser respetada también por la otra parte, sin mezclarla y darle una publicidad propia de su actuación oficial. Al colocarla al mismo nivel que otros actos se quebranta la aconfesionalidad del Estado, utilizando objetivamente esa práctica como propaganda para atraerse a una parte, y no al conjunto de los ciudadanos; parte, por lo demás, muy pequeña, ya que la gran mayoría de los mismos religiosos practicantes rechaza esa profanadora mezcla, de tan triste recuerdo entre nosotros, entre religión y política.

20040706. Rey mal aconsejado.

                                     “El rey, mal aconsejado”, titulaba en su portada un semanario madrileño cuando, entre otras cosas, el monarca aceptó el regalo de un lujosísimo yate con el mismo nombre de la principal marca del producto que más muertes evitables de españoles, alguno de ellos familiares míos, está produciendo, y que cínicamente llaman “Fortuna”. Menos afortunados parecen aún sus consejeros actuales, que le llevan a adoptar públicamente posturas partidistas, muy alejadas del papel equilibrado e integrador de jefe de todos los españoles.

                                   Tan claro que don Juan Carlos puede tener sus propias opiniones personales como que el rey no debiera defenderlas y actuar en favor de sus preferencias ideológicas cuando ejerce su cargo. No siempre es fácil, por supuesto, distinguir la esfera privada de la pública, y ello puede exigir algunos sacrificios, pero cumplir escrupulosamente esta norma está incluido en el sueldo. No es, pues, adecuado, como se ha observado ya en múltiples y muy recientes actuaciones de la Casa Real en este sentido, el  que, junto con otros actos protocolarios, se haya incluido el día de su onomástica la solemne asistencia del rey un rosario (¿o fue una misa?), práctica religiosa  muy respetable, pero que, por eso mismo, debería ser respetada también por la otra parte, sin mezclarla y darle  una publicidad propias de su actuación oficial. Al colocarla al mismo nivel que otros actos se quebranta la aconfesionalidad del Estado, utilizando objetivamente esa práctica como propaganda para atraerse a una parte, y no al conjunto de los ciudadanos; parte, por lo demás, muy pequeña, ya que la gran mayoría de los mismos religiosos practicantes rechaza esa profanadora mezcla, de tan triste recuerdo entre nosotros, entre religión y política.

20040724. El rey, afincado en Mallorca.

                             Los reyes, dice la prensa, han comenzado “sus tradicionales vacaciones en Mallorca”. En una monarquía como la sueca esa tradición no tendría ninguna repercusión importante. Sin embargo, lo tiene en España, donde el turismo es nuestra primera industria nacional, por lo que lo equilibrado sería el que el Jefe del Estado fuera promocionando alternativamente las distintas regiones que viven en gran medida del turismo. Máxime cuando en la elección de Mallorca no median, que se sepa, razones específicas de salud, ni una promesa a la Virgen. Sí, en cambio, es oficial el que el Jefe del Estado ha recibido distintos y muy costosos regalos, por acordarles ese privilegio real, por parte de las fuerzas “vivas” de la isla, que gracias a esa especial presencia real hacen pingües negocios. En fin, que, como es obvio, todavía quedan cosas en las que podemos mejorar.

20040807. Rey arcaico.
                                  Es verdad que parece un poco fuerte clasificar, conforme a lo que ha hecho un politólogo, a la monarquía española como “arcaísmo reciclado”, para diferenciarla de las que aún quedan por la inercia ininterrumpida de un remoto pasado. Sin embargo, también hay que confesar que, en vez de esforzarse por resaltar su carácter actual, hay una tendencia de la Casa Real a identificarse con antiguas costumbres que no casan con el sentir del pueblo de nuestra época. Recordemos, por ejemplo, su insistencia –hace poco renovada- en que las corridas de toros, “deben seguir siendo la fiesta nacional”, cuando, cifras cantan, no es ya sólo un espectáculo que atrae mucho menos que otros, sino que, por su carácter sanguinario, es rechazado con energía por una mayoría creciente de nuestros conciudadanos. En modo parecido, vemos en estos últimos tiempos un acentuado interés  por su parte en aparecer como “rey católico”, según le pedía, de modo tan interesado como anticonstitucional, el cardenal Rouco, interviniendo incluso activamente, y eso incluso en su calidad oficial de monarca, en la misa –a las que ya no asiste dominicalmente ni dos de cada diez católicos- interpelando al “señor Santiago” y escuchando contrito las reprimendas públicas y  “oficiales” de los clérigos, como en tiempos y regímenes que de modo tan oficial y solemne creíamos haber suprimido y superado para siempre.

200408XX. Aumentemos el presupuesto real.

                                   “Ninguno de mis generales, decía Pancho Villa, aguantaría un cañonazo de cincuenta mil pesos”.  “Poderoso caballero es don Dinero”, que diría Quevedo. Aquí la destitución del director de la prisión de Alcalá-Meco por favores al condenado banquero Mario Conde nos ha hecho recordar otros muchos y lamentables escándalos que este “mago de las finanzas” ha ido provocando con sus ocultos dotes, sus fluidos bienes, entre muchos débiles servidores del Estado, incluso en la judicatura. ¡Y pensar que ese Conde llevó durante mucho tiempo, personalmente, las cuentas del nuestro rey!

                                      Menos mal que don Juan Carlos de Borbón había conseguido ya salir de la conocida, histórica penuria de su familia en el exilio, y alcanzado una boyante posición económica antes incluso de conectar con ese Conde y de estrechar también relaciones con otros personajes, condenados asimismo hoy por delitos económicos, como De la Rosa y Colón de Carvajal, por citar sólo un par de los más conocidos del entorno de la Casa Real.

                                       Con todo, para evitar cualquier riesgo en sus sucesores, y no esperar cómodamente que se repita el milagro, convendría quizá que, como se elevan las verjas de palacio por seguridad física, aumentáramos la dotación de la Corona hasta un nivel tan alto que aleje toda posibilidad racional de alguna tentación en este sentido, cuyas lamentables consecuencias, dada la irresponsabilidad que nuestra Constitución otorga a los actos reales, sería prácticamente imposible frenar ni remediar.

20040820. Rey partidista.

                                     “El rey, mal aconsejado”, titulaba en su portada un semanario madrileño cuando, entre otras cosas, el monarca aceptó el regalo de un lujosísimo yate con el mismo nombre de la principal marca del producto que más muertes evitables de españoles, alguno de ellos familiares míos, está produciendo, y que cínicamente llaman “Fortuna”. Menos afortunados parecen aún sus consejeros actuales, que le llevan a adoptar públicamente posturas partidistas, muy alejadas del papel equilibrado e integrador de jefe de todos los españoles.

                                   Tan claro que don Juan Carlos puede tener sus propias opiniones personales como que el rey no debiera defenderlas y actuar en favor de sus preferencias ideológicas cuando ejerce su cargo. No siempre es fácil, por supuesto, distinguir la esfera privada de la pública, y ello puede exigir algunos sacrificios, pero cumplir escrupulosamente esta norma está incluido en el sueldo. No es, pues, adecuado, como se ha observado ya en múltiples y muy recientes actuaciones de la Casa Real en este sentido, el que, junto con otros actos protocolarios, se haya incluido el día de su onomástica la solemne asistencia del rey un rosario (¿o fue una misa?), práctica religiosa muy respetable, pero que, por eso mismo, debería ser respetada también por la otra parte, sin mezclarla y darle una publicidad propia de su actuación oficial. Al colocarla al mismo nivel que otros actos se quebranta la aconfesionalidad del Estado, utilizando objetivamente esa práctica como propaganda para atraerse a una parte, y no al conjunto de los ciudadanos; parte, por lo demás, muy pequeña, ya que la gran mayoría de los mismos religiosos practicantes rechaza esa profanadora mezcla, de tan triste recuerdo entre nosotros, entre religión y política.

20040820. Letizia, error u horror.

                           ¿Qué música, que educación se puede esperar de una cantante que no duda en promocionarse en nuestro país con el impresentable apelativo de “Anastacia”? Mucho peor, por su hoy enorme difusión y oficialidad, es que se siga presentando como “Letizia” el nombre de la consorte del príncipe heredero, sin que valga para justificar ya ese horror ni el error de un monseñor vaticano “italianízimo”, ni el modesto nivel cultural de quienes aceptaron en su primera época ese doblemente falso segundo “bautismo” nominal.

                            Tampoco sirve para que pasemos la mano ante ese lamentable barbarismo el recurrir a que “total, se trata sólo de una letrita al final de un nombre muy largo”,  y que peor hubiera sido tener que tragarnos una Heva o Eba de Hespaña (que se deriva de una Hispania, con hache), o que eso sirve graciosamente para mostrar la singularidad de su graciosa Alteza, su privilegio de poder pasar por alto, no de no estar sujeto como los demás mortales a las leyes, ni a las de la gramática, por lo que se ve;  impunidad real garantizada por el famoso artículo 58 de nuestra actual Constitución.                                         Hay que dar desde arriba ejemplo de cumplir con las normas de convivencia, las que nos permiten comunicarnos sin equívocos ni cacofonías. Para evitar males tan obvios como dañinos y evitables, la mujer del César no solo debe ser correcta, sino cuidar –en todos los sentidos, incluso los más fáciles- de su buen nombre. Por el bien de todos, esperemos que una Academia de la Lengua consciente de su también altísima real misión no tenga que ponerse en huelga, o renunciar al patrocinio real.

200409XX. Regalos envenenados al rey.

                                                  Un punto clave que marcó la decadencia moral y política de Felipe González fue su patente insensibilidad al utilizar (con pretextos que no habían cegado ni a Suárez, ni a Calvo Sotelo) el yate de Franco, el Azor. Mucho más ostentosos que los más insultantes Cadillacs de ciertos autócratas jeques del petróleo, yates así simbolizan y ayudan a mantener una imagen de jefes aislados de sus pueblos, «representantes» que no lo representan, sino que, aves rapaces, como el azor, aprovechan su cargo para apoderarse de todo.

                                                                 En sentido contrario, y con mucha sensatez, el rey Juan Carlos no sólo rechazó el utilizar el Azor, sino también, para mejor mantener a flote con dignidad su cargo, otros «regalos envenenados», otros yates que le fueron ofrecidos por potencias extranjeras o potentados españoles, con fines demasiado obvios. De ahí que ahora sólo puedan estar contentos los antimonárquicos ante los rumores de que ahora se va a sustituir el yate real por otro nuevo.

                                                                 No parece que la mayor madurez de los tiempos haga aconsejable otro yate; y la (mayor) madurez del monarca hace cada vez más desaconsejable su participación en deportes de riesgo, o -por esa y otras razones- en deportes competitivos. Además de los elevadísimos costes que implica un yate así, incluida su vigilancia, está la seguridad personal del monarca -recordemos el caso ETA- e incluso, para quien sepa mirar lejos, de su seguridad «profesional» y de la monarquía. Los cargos tienen, deben tener, sus cargas.

200409XX. Que no importe el sexo del nacido.

Con motivo del nacimiento del primogénito de la primogénita del rey hemos de desear que demos a luz también pronto una sociedad más igualitaria, sin tanta discriminación sexual, en la que el nacer varón no sea ya una ventaja decisiva para conseguir un empleo, incluido el de rey.

200409XX. No mezclar la monarquía con intereses privados.

                                               Un poco tarde, quizá, para caerse del burro. No faltan hoy críticas, porque «un miembro de la Casa Real no puede convertirse en un hombre anuncio» (Jaime Peñafiel). Aunque Urdangarín anuncia cacao… pero con su equipo de balonmano. Habría hecho falta ir a la raíz, hacer caso en su día a las críticas a un entorno demasiado frívolo y de divertimento de las Infantas, de donde surgió Urdangarín. O, hablando ya de dinero, al hecho asombroso de que una Infanta se convirtiera en asalariada al servicio de una organización financiera que, mediante obras culturales y ese fichaje real, pretende tapar lo que las cifras revelan: que, habiendo podido desarrollarse tanto gracias a los apoyos recibidos en cuanto obra social, consigue ahora más beneficios… para sí que ninguna otra: la Caixa de Barcelona, un real negocio.

200409XX. No agobiar al rey con más responsabilidades.

                                                           Concibiéndolo primero, con buena inten­ción, como un homenaje, los premios que el Principado de Asturias ha denominado «Príncipe de Asturias» -y que son entregados personalmente por príncipe Felipe-, han resultado ser un regalo envenenado para la Corona.

                                                           En efecto: por su misma variedad y objeti­vo, la elección de los distintos candidatos es muy difícil y -excepto para los más dogmáticos- obviamente discutible y de hecho -y a veces muy apasionadamente- discutida. Involucrar de un modo tan directo al heredero de la Corona, que personalmente quizá ni siquiera esté de acuerdo con algunos de esos premios -en los temas que pueda conocer a fondo- lo coloca sin necesidad en una posición partidista, directamente contraria a la función propia de la monarquía.

                                                           Otorgue pues, en buena hora, la Comunidad de Asturias los premios que le plazca y a quien quiera, pero no involucre indebidamente a una institución cuyas funciones propias deben ser mantenidas sin mezclas, en beneficio de todos los españoles.

200409XX. Ni Azor, ni Fortuna, ni Bribón.

               No ganamos para sustos… ni para lo que nos va a costar, en definitiva, de confirmarse, éste. Porque no parece ya una serpiente de verano el que un grupo de beneméritos ciudadanos (estimando sin duda poco noble… o rentable darlos a los mil millones de hambrientos del mundo y a los ocho millones de pobres de España), van a hacer un regalito de 3.000 millones, para comprar un nuevo yate, a Juan Carlos I.

               Desde el punto de vista legal, más que un intento de mantener dignamente a flote la monarquía parece una provocación o una trampa el hacer un regalo al primer funcionario del Estado -aunque se diga que se regala… al Patrimonio (¡!)- ahora, cuando por todas partes se hacen tantas y tan fundadas acusaciones de corrupción a los representantes públicos.

               Desde el punto de vista real, es también «pobre» el que el rey tenga que recibir regalos. Es posible que haya que cambiar el yate Fortuna (desde luego, hace tiempo que se tenía que haber cambiado su nombre, para evitar el bochorno de ver prohibida su aparición en los medios, por coincidir con una marca de cigarrillos). Pero un rey constitucional y democrático no puede, no debe actuar como antiguos jefes del Estado, ostentando riquezas como botín de guerra, como un ave de rapiña, por ejemplo, un «Azor». Si el rey necesita pues otro yate (aparte del yate Bribón, cuyo nombre un monárquico encontraría más adecuado para el yate de Conde o, por otras razones, de Álvarez Cascos) la Casa Real puede pagarlo -sin esas dudosas e inapropiadas manipulaciones- con un pellizquito su gran patrimonio o, «en cómodos plazos», con parte de los mil millones que cada año le pagamos para que nos represente adecuadamente.

               De aceptar, pues, el rey ese regalo envenenado, el país quedaría dividido en dos grupos: los monárquicos, que lo lamentarían, y los antimonárquicos que se alegrarían de ello.

200409XX. Monarquía y deporte.

                                   No somos pocos los que, creyendo que nuestra monarquía tiene (incluso en la cada día más avanzada Unión Europea) todavía un papel que jugar, nos sentimos preocupados ante el riesgo de su excesiva vinculación con el deporte.

                                   Antes pudo convenir el acentuar esta relación, tanto para aumentar las simpatías hacia la Corona como para subrayar su constitucionalidad: «el rey reina, pero no gobierna». Bien asentados hoy ambos puntos, exagerar la nota daría pie a los antimonárquicos para hablar de nuevo de unos «reyes holgazanes», que no valen lo que cuestan, y exigir el «regular» ese empleo, el más caro del país.

                                   De ahí la alarma que sentimos ante la iniciativa, sin duda bien intencionada, de Samaranch, de ofrecer al Príncipe un puesto en el Comité Olímpico Internacional. Como si la función que el Príncipe ya está desempeñando, y la que le espera, no demandaran una dedicación completa, o como si «su honra y hacienda» pidieran esas horas extras. ¡Hasta ahí podíamos llegar en esa ridícula exageración del actual espectáculo llamado «deporte»!

200409XX. Una monarquía equilibrada

      El tema es tan delicado, tan importante, que no podemos seguir indefinidamente tapando el cielo con la mano. El Jefe de Estado debe representar y ser el árbitro supremo entre todos los españoles. Pero ¿cómo podría serlo si presidiera, sí, los actos de diversos partidos políticos, pero además interviniera activamente, tomando partido, en favor de uno, aunque éste fuera mayoritario?

      Pues bien, para la gran mayoría de los españoles nuestra ideología religiosa es aún mucho más importante que la política, requiriéndose pues aquí un respeto máximo. Sin embargo, prolon­gando tristemente una larga tradición… antidemocrática, vemos que el Jefe del Estado, en cuanto tal (no en cuanto individuo privado) toma parte activa en favor de una única ideología: por ejemplo, en la ofrenda anual a Santiago. Más aún: esa parcialidad no es puntual y personal, un abuso, sino un uso, una ley: la actual Constitución obliga al Jefe del Estado a pertenecer a una ideología política, digo, religiosa, convirtiendo así a la Corona en la negación encarnada del principio de igualdad y libertad de pensamiento en que la Constitución dice basarse, y declara garante al mismo.

      Reforzando también, en lugar de romper, con otra tradición antiigualitaria, la Constitución obliga al Jefe del Estado a que encarne también otra división irrespetuosa entre las dos Españas-aquí casi idénticas en número- declarando superior para ocupar ese máximo cargo al varón sobre la mujer.

      Se puede ser o no ser monárquico. Pero es deber del monárquico inteligente reconocer esta crítica positiva, antes que esos hechos provoquen una reacción que «tiren el niño con el agua sucia de la bañera», y realizar una imprescindible reforma hacia lo «políticamente correcto», como han hecho ya hace tiempo las monarquías europeas.

200409XX. Libertad para casarse.

                                                            Con lentitud, retrocesos y roces a veces muy dolorosos, la historia nos permite contemplar enormes transformaciones sociales. Hace poco el papa afirmaba que la Declaración de los Derechos humanos de las Naciones Unidas había sido el hecho más importante del siglo veinte; antes, no pocos habíamos conocido clérigos para quienes «el enemigo» -más que el marxismo- era la Revolución francesa, inspiradora de esos derechos del ciudadano.

                                                           Uno de esos derechos, el de casarse por su propia voluntad -no por mandato paterno, o por su oficio- ha calado ya tanto en nuestra sociedad que parece impensable lo contrario. Incluso en la profesión más hereditaria. El Rey acaba de decir que «el Príncipe se casará cuando quiera». Antes, esto hubiera parecido casi una locura, pues el primer deber del príncipe era asegurar pronto una continuidad dinástica directa y múltiple, para evitar la inestabilidad e incluso las guerras de sucesión, de lo que tenemos tan tristes recuerdos en España en el siglo pasado; conflictos hoy impensables en nuestra monarquía constitucional, con líneas de sucesión garantizadas en cualquier caso.

200409XX. La monarquía fomenta el empleo.

                                    Hay óptimas perspectivas para el empleo. «Unos 1.500 agentes velan por la seguridad de la familia real», resaltan los titulares de prensa. Con otra boda real ya inminente, y presionado el príncipe a casarse por exigencias dinásticas, el crecimiento de la familia real y del empleo parece, pues, ampliamen­te asegurado.

200409XX. Castigar al rey este mes.

                                            Todavía algunos murmurarán en vano de que el rey no es de lo más castizo y español. Reinstaurando las viejas características patrias de menospreciar lo propio ante lo extranjero, acaba de alabar gratuitamente a la Expo de Lisboa sobre la de Sevilla. Para que ese modo de representarnos y defendernos resulte, en definitiva, ejemplar, propongo que se le rebaje el sueldo de este mes.

200409XX. Atraso político secular.

                                   Celebramos estos días el nacimiento del nieto del rey, que biológica­mente simboliza y encarna la continuidad de una institución que tanto ha contribuido al inicio y conso­lidación de nuestra democracia.

                                   Al mismo tiempo, el que este nacimiento se haya producido en fecha tan cercana al 14 de julio, aniversario de la Revolución francesa de 1789, nos recuerda la relatividad de nuestra transición y modernidad. No se puede tapar el cielo con la mano, por ciego patriotismo o intereses inconfesables. Un atraso sociopolítico de siglos no se puede salvar del todo en unos pocos años.

20040904. Yates como el Azor y Fortuna.

                                                  Un punto clave que marcó la decadencia moral y política de Felipe González fue su patente insensibilidad al utilizar (con pretextos que no habían cegado ni a Suárez, ni a Calvo Sotelo) el yate de Franco, el Azor. Mucho más ostentosos que los más insultantes Cadillacs de ciertos autócratas jeques del petróleo, yates así simbolizan y ayudan a mantener una imagen de jefes aislados de sus pueblos, «representantes» que no lo representan, sino que, aves rapaces, como el azor, aprovechan su cargo para apoderarse de todo.

                                                      En sentido contrario, y con mucha sensatez, el rey Juan Carlos no sólo rechazó el utilizar el Azor, sino también, para mejor mantener a flote con dignidad su cargo, otros «regalos envenenados», otros yates que le fueron ofrecidos por potencias extranjeras o potentados españoles, con fines demasiado obvios. De ahí que ahora sólo puedan estar contentos los antimonárquicos ante los rumores de que ahora se va a sustituir el yate real por otro nuevo.

                                                  No parece que la mayor madurez de los tiempos haga aconsejable otro yate; y la (mayor) madurez del monarca hace cada vez más desaconsejable su participación en deportes de riesgo, o -por esa y otras razones- en deportes competitivos. Además de los elevadísimos costes que implica un yate así, incluida su vigilancia, está la seguridad personal del monarca -recordemos el caso del etarra que lo tuvo a tiro- e incluso, para quien sepa mirar lejos, de su seguridad «profesional» y de la monarquía. Los cargos tienen, deben tener, sus cargas.

20040904. Los premios Príncipe de Asturias.

                                                                               Concibiéndolo primero, con buena inten­ción, como un homenaje, los premios que el Principado de Asturias ha denominado «Príncipe de Asturias» -y que son entregados personalmente por príncipe Felipe-, han resultado ser un regalo envenenado para la Corona.

                                                           En efecto: por su misma variedad y objeti­vo, la elección de los distintos candidatos es muy difícil y -excepto para los más dogmáticos- obviamente discutible y de hecho -y a veces muy apasionadamente- discutida. Involucrar de un modo tan directo al heredero de la Corona, que personalmente quizá ni siquiera esté de acuerdo con algunos de esos premios -en los temas que pueda conocer a fondo- lo coloca sin necesidad en una posición partidista, directamente contraria a la función propia de la monarquía.

                                                           Otorgue pues, en buena hora, la Comunidad de Asturias los premios que le plazca y a quien quiera, pero no involucre indebidamente a una institución cuyas funciones propias deben ser mantenidas sin mezclas, en beneficio de todos los españoles.

20040904. La monarquía favorece el empleo.

                                   Hay óptimas perspectivas para el empleo. «Unos 1.500 agentes velan por la seguridad de la familia real», resaltan los titulares de prensa. Con otra boda real ya inminente, y presionado el príncipe a casarse por exigencias dinásticas, el crecimiento de la familia real y del empleo parece, pues, ampliamen­te asegurado.

20040904. La realeza no encaja con la Caixa.

                                               Un poco tarde, quizá, para caerse del burro. No faltan hoy críticas, porque «un miembro de la Casa Real no puede convertirse en un hombre anuncio» (Jaime Peñafiel). Aunque Urdangarín anuncia cacao… con su equipo de balonmano. Pero hubiera hecho falta ir a la raíz, hacer caso en su día a las críticas a un entorno demasiado frívolo y de divertimento de las Infantas, de donde surgió Urdangarín. O, hablando ya de dinero, al hecho asombroso de que una Infanta se convirtiera en asalariada al servicio de una organización financiera que, mediante obras culturales y ese fichaje real, pretende tapar lo que las cifras revelan: que, habiendo podido desarrollarse tanto gracias a los apoyos recibidos en cuanto obra social, consigue ahora más beneficios… para sí que ninguna otra: la Caixa de Barcelona, un real negocio.

20040904. Yate.

               Con gran sigilo, «justificado» por un luto en la familia, pero debido obviamente al temor a la reacción popular, con una discreción que hubiera debido eliminar de raíz el problema, se han «botado» al agua varios miles de millones de pesetas al botar el nuevo y más lujoso yate real. Se intenta justificar también esto diciendo que no es superlujoso; es decir, que la cosa podía ser aún peor. Y, exceso que pone aún peor el asunto, se añade que se trata de un «regalo desinteresado» de unos empresarios mallorquines. Afirmación que nadie habría tenido la ridiculez de pretender hacernos creer si se hubiera tratado de otro político ¿o es que, a estas alturas, todavía nos vamos a creer que el rey no es un político, no es humano, sino de «sangre (sólo) azul», de otra pasta, infalible, divino, «irresponsable», como todavía pretende la Constitución?

               La guinda la pone el proyecto de bautizar pronto ese yate reincidiendo en el desafortunado nombre de «Fortuna» por duplicado tan políticamente incorrecto. Por una parte, porque parece una burla y una provocación a los ciudadanos que son republicanos, una minoría, sí, pero no por eso menos respetable; baste recordar el famoso dicho de Voltaire: «El primer rey un soldado afortunado» o el también histórico «Olé, olé si me eligen» con que el pueblo traducía el nombre del candidato al trono Hohenzollern Sigmaringen. Por otro lado, y más grave aún en el plano sanitario, nadie ignora que el nombre de «Fortuna» es, desde hace tiempo, el de la marca más vendida de la droga que más españoles mata cada año; una mínima sensibilidad humana -y, por supuesto, política- debería, al menos al cambiar de barco, acabar con esa lamentable coincidencia, en vez de reforzarla repitiéndola. ¿O es que hay otros intereses ocultos, otra financiación aún más indebida, que responden a esa inexplicable pertinacia? ¿Tendremos que pasar los españoles hasta por la vergüenza añadida de que un juez Garzón extranjero tenga que impedir la proyección de imágenes del yate real por lo que objetivamente es, una propaganda (poco) encubierta de la droga, actuación judicial que ya se ha dado en casos parecidos en otros países, como en la vecina Francia?

20040904. Regalitos al rey.

               Desde los estudios antropológicos de M. Mauss sobre el «don» hasta los cálculos de mercado de los comerciantes especializados en «regalos de empresa», todos coinciden en que no existe el «regalo puro», «absoluto», «desinteresado» (que esclavizaría y degradaría al receptor), sino un «te doy para que des». El problema aún es más grave cuando se trata de «regalos» a los políticos. Ya Tayllerand se oponía a que los parlamentarios trabajaran «gratis», porque resultaría demasiado caro a la larga, inclinándolos a aceptar regalos de los poderosos. Y «el que paga (regala), manda».

               De ahí que un avance importante de la democracia sea pagar a sus representantes, a empezar por el máximo representante del Estado, al Rey, recibiendo la Casa Real la bonita suma del uno por ciento del presupuesto nacional, más de quinientos mil millones cada año.

               Consciente de lo delicado del tema, la misma Casa Real rechazó el «regalito» que hace años quiso hacer Mario Conde al Rey de un nuevo yate. Pero ahora parece dispuesta a aceptar ese «regalito» de miles de millones, si proviene de un «sindicato de millonarios», como si el multiplicar el número de los donantes no multiplicara las obligaciones, e incluso aumentara las posibilidades de abuso por ese motivo.

               Se intenta justificar ese cambio real de criterio por el estado ruinoso del yate real «Bribón». Ahí está el tema de fondo: a medida que un rey va siendo más democrático y representativo, es evidente que debe ir ostentando menos lujos, propios de una época en que las monarquías absolutas oprimían política y económicamente a sus pueblos. Debemos, pues, completar la transición sin mantener costosas contradicciones que pueden echar a pique, si no ya la democracia, si una institución que no se muestre capaz de adaptarse a las exigencias democráticas de nuestra época, que no toleraría ya a la larga, y con razón, tales «Bribones».

20040904. Monarquía.

                                   No somos pocos los que, creyendo que nuestra monarquía tiene (incluso en la cada día más avanzada Unión Europea) todavía un papel que jugar, nos sentimos preocupados ante el riesgo de su excesiva vinculación con el deporte.

                                   Antes pudo convenir el acentuar esta relación, tanto para aumentar las simpatías hacia la Corona como para subrayar su constitucionalidad: «el rey reina, pero no gobierna». Bien asentados hoy ambos puntos, exagerar la nota daría pie a los antimonárquicos para hablar de nuevo de unos «reyes holgazanes», que no valen lo que cuestan, y exigir el «regular» ese empleo, el más caro del país.

                                   De ahí la alarma que sentimos ante la iniciativa, sin duda bien intencionada, de Samaranch, de ofrecer al Príncipe un puesto en el Comité Olímpico Internacional. Como si la función que el Príncipe ya está desempeñando, y la que le espera, no demandaran una dedicación completa, o como si «su honra y hacienda» pidieran esas horas extras. ¡Hasta ahí podíamos llegar en esa ridícula exageración del actual espectáculo llamado «deporte»!

20040904.  De bote en bote, carísimo.

                    No ganamos para sustos… ni para lo que nos va a costar, en definitiva, de confirmarse, éste. Porque no parece ya una serpiente de verano el que un grupo de beneméritos ciudadanos (estimando sin duda poco noble… o rentable darlos a los mil millones de hambrientos del mundo y a los ocho millones de pobres de España), van a hacer un regalito de 3.000 millones, para comprar un nuevo yate, a Juan Carlos I.

               Desde el punto de vista legal, más que un intento de mantener dignamente a flote la monarquía parece una provocación o una trampa el hacer un regalo al primer funcionario del Estado -aunque se diga que se regala… al Patrimonio (¡!)- ahora, cuando por todas partes se hacen tantas y tan fundadas acusaciones de corrupción a los representantes públicos.

               Desde el punto de vista real, es también «pobre» el que el rey tenga que recibir regalos. Es posible que haya que cambiar el yate Fortuna (desde luego, hace tiempo que se tenía que haber cambiado su nombre, para evitar el bochorno de ver prohibida su aparición en los medios, por coincidir con una marca de cigarrillos). Pero un rey constitucional y democrático no puede, no debe actuar como antiguos jefes del Estado, ostentando riquezas como botín de guerra, como un ave de rapiña, por ejemplo, un «Azor».

                   Si el rey necesita pues otro artefacto para mantenerse a flote (aparte del barco Bribón, cuyo nombre un monárquico encontraría más adecuado para el yate de Conde o, por otras razones, de Álvarez Cascos) la Casa Real puede pagarlo -sin esas dudosas e inapropiadas manipulaciones- con un pellizquito su gran patrimonio o, «en cómodos plazos», con parte de los mil millones que cada año le pagamos para que nos represente adecuadamente.

               De aceptar, pues, el rey ese regalo envenenado, el país quedaría dividido en dos grupos: los monárquicos, que lo lamentarían, y los antimonárquicos que se alegrarían de ello.

20040904. Que no importe el sexo real.

Con motivo del nacimiento del primogénito de la primogénita del rey hemos de desear que demos a luz también pronto una sociedad más igualitaria, sin tanta discriminación sexual, en la que el nacer varón no sea ya una ventaja decisiva para conseguir un empleo, incluido el de rey.

20040904. Sobre la continuidad de la monarquía.

                                   Celebramos estos días el nacimiento del nieto del rey, que biológica­mente simboliza y encarna la continuidad de una institución que tanto ha contribuido al inicio y conso­lidación de nuestra democracia.

                                   Al mismo tiempo, el que este nacimiento se haya producido en fecha tan cercana al 14 de julio, aniversario de la Revolución francesa de 1789, nos recuerda la relatividad de nuestra transición y modernidad.

                                     No se puede tapar el cielo con la mano, por ciego patriotismo o intereses inconfesables. Un atraso sociopolítico de siglos no se puede salvar del todo en unos pocos años.

20040904.Rebajar el sueldo al rey.

                                            Todavía algunos murmurarán en vano que el rey no es de lo más castizo y español. Reinstaurando las viejas características patrias de menospreciar lo propio ante lo extranjero, acaba de alabar gratuitamente a la Expo de Lisboa sobre la de Sevilla. Para que ese modo de representarnos y defendernos resulte, en definitiva, ejemplar, propongo que se le rebaje el sueldo de este mes.

200410XX. Una Fortuna al agua.

               Con gran sigilo, «justificado» por un luto en la familia, pero debido obviamente al temor a la reacción popular, con una discreción que hubiera debido eliminar de raíz el problema, se han «botado» al agua varios miles de millones de pesetas al botar el nuevo y más lujoso yate real. Se intenta justificar también esto diciendo que no es superlujoso; es decir, que la cosa podía ser aún peor. Y, exceso que pone aún peor el asunto, se añade que se trata de un «regalo desinteresado» de unos empresarios mallorquines. Afirmación que nadie habría tenido la ridiculez de pretender hacernos creer si se hubiera tratado de otro político ¿o es que, a estas alturas, todavía nos vamos a creer que el rey no es un político, no es humano, sino de «sangre (sólo) azul», de otra pasta, infalible, divino, «irresponsable», como todavía pretende la Constitución?

               La guinda la pone el proyecto de bautizar pronto ese yate reincidiendo en el desafortunado nombre de «Fortuna» por duplicado tan políticamente incorrecto. Por una parte, porque parece una burla y una provocación a los ciudadanos que son republicanos, una minoría, sí, pero no por eso menos respetable; baste recordar el famoso dicho de Voltaire: «El primer rey un soldado afortunado» o el también histórico «Olé, olé si me eligen» con que el pueblo traducía el nombre del candidato al trono Hohenzollern Sigmaringen.

                   Por otro lado, y más grave aún en el plano sanitario, nadie ignora que el nombre de «Fortuna» es, desde hace tiempo, el de la marca más vendida de la droga que más españoles mata cada año; una mínima sensibilidad humana -y, por supuesto, política- debería, al menos al cambiar de barco, acabar con esa lamentable coincidencia, en vez de reforzarla repitiéndola. ¿O es que hay otros intereses ocultos, otra financiación aún más indebida, que responden a esa inexplicable pertinacia? ¿Tendremos que pasar los españoles hasta por la vergüenza añadida de que un juez Garzón extranjero tenga que impedir la proyección de imágenes del yate real por lo que objetivamente es, una propaganda (poco) encubierta de la droga, actuación judicial que ya se ha dado en casos parecidos en otros países, como en la vecina Francia?

200410. El rey y nosotros, responsables.

         Si somos adultos, responsables, no podemos tratar a nadie, y menos a los que están al frente de nuestros destinos, como irresponsables, de derecho ni de hecho. Ya lo decían bien claro los latinos: «La corrupción de los mejores es lo peor». Si dejamos pasar en silencio que quien está arriba reciba regalos de los que están abajo, hasta un barco para ir de paseo, lo que se va a ir cada vez más a paseo de verdad es el Estado democrático de derecho, y entonces tampoco tendremos derecho a quejarnos de nuestra fortuna.

20041027. Diversiones polémicas.


                             Que me perdonen los ecologistas, pero a mí me parece todavía mucho más grave que matar nueve osos protegidos (dos de ellos, hembras gestantes) el que desde su entorno oficial se haya presionado con éxito para silenciar a ciertos medios de difusión, consiguiendo tapar durante algunos días el escándalo de primera página en el país donde hizo esa carnicería nuestro Jefe de Estado, Rumania.

                              Esa censura sirvió también durante muchos años para disimular otras arriesgadas y polémicas aficiones suyas, tanto las que provocan la muerte de otros animales, -baste citar su insistencia en que las corridas de toros, ya repudiadas por la mayoría de los españoles, siga siendo nuestra “fiesta nacional”- como su dedicación un inusual rosario de actividades más o menos deportivas pero de riesgo. Esto ha sido peligroso no sólo para su integridad física, sino, por eso mismo, y dadas las anormales situaciones de nuestra transición, para nuestra seguridad política, lo que hubiera debido hacerle prescindir de ellas. Recordemos su repetido uso callejero de motos de gran cilindrada, o sus conocidos accidentes en deportes de invierno, para no hablar de otras prácticas que están en la memoria de todos.

20041031. Rey salario.

                        Vaya por delante que no simpatizo con CiU, cuyo nacionalismo, como todos, acaba limitando en provecho de su clan la fraternidad universal que predican las mejores ideologías religiosas y políticas. Sin embargo, me parece muy sensata su propuesta de que la asignación presupuestaria al jefe del Estado no sea superior a la del jefe del Gobierno.

                       Este último tiene un trabajo diario realmente agotador, mientras que el jefe del Estado dispone de tiempo para destacar en muchos y caros deportes y recibe encima valiosos regalos que le permiten ir viento en popa, incluso con potentes motores de tierra, mar y aire, vivir como un rey.  Esto último si se podría haber aducido al principio de su reinado en sentido contrario, en el de aumentar su asignación, para que esos regalitos no le pusieran en compromisos embarazosos. Pero ahora que ya tiene de todo a placer parece prudente que se moderen ambas cosas, dando ejemplo a la ciudadanía.

20041122. Consulta sobre la monarquía.

                          ¿Qué es eso de querernos obligar, con el referéndum sobre la nueva Constitución europea, a remendar y confirmar la monarquía, como si se pudiera arreglar milagrosamente, tocando el sexo de su posible heredero? ¿Tan inmaduros o reprimidos nos consideran todavía como para atreverse a imponernos otro real “trágala”, como el que colaron con la Constitución de 1978? ¡Ojo con ese burlón pase torero, porque puede que tengamos en la cabeza algo más que esos cuernos que nos atribuyen! Que, como se ha dicho, si el caballo o el toro piensan, se acabó el negocio del jinete o del torero.

                           Ya tuvieron que hacer falsos equilibrios al entrar en la Unión Europea para “explicar” su impunidad legal, herencia vergonzosa de un servilismo antidemocrático. Así no hemos podido pedir cuentas al impune real, mientras que han sido juzgados y condenados a prisión no pocos amigos suyos, golpistas o económicos.

                           Con toda razón, pues, la mayoría de los españoles rechaza ya abiertamente en las encuestas la monarquía como institución superada por la historia; y que cada día abundan más, colgadas en los pechos de los ciudadanos, o en manifestaciones de muy distinto tipo, las banderas republicanas, así como lemas tales como “Democracia con reyes, Porsche con bueyes” o, respecto al pretendido equilibrar el sexo real, “Ni uno, ni una, ni gay: ¡no queremos rey!”.