Monarquía – 2003

20030218. Rey mudo ante la guerra de Irak..

                           Es natural el lapsus de J. Bush al dirigirse a Aznar como “Presidente de la República de España”. Porque ¿quién ha visto u oído en lo más mínimo al rey en esta hora transcendental en que se juega buena parte de nuestro futuro? Nada más elocuente que el silencio de quien es Jefe del Estado y del Ejército en esta controversia sobre la guerra. Y nada más lamentable también que su temor a representar la voluntad de casi todos los españoles por miedo a perder alguno de los “extras” que por obvias razones le obsequia el gobierno, además del regio salario que tiene asegurado por ley, independientemente de su productividad.

20030220. Rey cayó.

“¿Y el rey ¿qué dice?”  se preguntaba una gran pancarta, sostenida por una pareja, en la manifestación contra la guerra del 15-F. Sus silencios, o sus declaraciones tardías, a toro pasado, en los meses de febrero y en otros, son demasiado elocuentes. Quizá sea esta la última gran gota que haga rebosar por fin el vaso, y la historia nos recuerde un día lapidariamente que “El rey que calló, cayó”.

20030321. El Rey, otro Quisling.


                           Entre las primeras víctimas de esta guerra se contará un día al rey. No porque haya caído, como hacían antes, al ponerse al frente de sus tropas, sino por todo lo contrario: porque se ha negado a ponerse al frente de su pueblo -unido como nunca en España- contra la invasión de la agresiva política estadounidense, que nos ha arrastrado por la vergonzosa complicidad de un presidente colaboracionista “a lo Quisling”, que ha traicionado a los suyos, a la Unión Europa y a Latinoamérica. Así ha ido subiendo de tono las intervenciones contra ese rey invisible y mudo, tanto en el Parlamento como en los medios de difusión y en la calle, donde gritos y pancartas han ido pasando de un mero “¿Qué dice el rey?” a un “¿Para qué pagamos un rey?” (que no dice nada ni cuando habla) y un irónico “¡Hito, hito, hito, a la guerra el principito!”

20030423.El misterioso embrujo sevillano.

                                Volví a la Semana Santa sevillana, ahora como observador, cuarenta años después de haberla protagonizado, en distintas cofradías, como “nazareno”. Entonces, claro, apenas sabía que aquel traje de penitencia que llevaba  era el impuesto por la Inquisición a quien diera algún indicio de pensar o ser diferente, basando precisamente esa “santa” institución su poder en la uniformidad inducida con ese amenazador y “ejemplarizante” uniforme. Una medida tan útil, tan práctica, que fue imitada, sin preocuparse en pagar copyright, por quienes ya entonces, sin tener todavía el poder sino sólo también en el Sur de su propio país, querían mantener unos Estados Unidos “inmaculados”. Allí, gracias en gran parte a su labor, los herejes eran, entre otros, los católicos; los inmigrantes europeos, también indeseables, debían permanecer “en su sitio”; y los negros sólo eran tolerados como bestias de carga. Ese era, y en parte aún es, cuando todavía hay que hacer el “trabajo sucio”, con la Biblia en la mano y la patria en los labios, el papel “purificador”, guardián de las esencias patrias, del Ku-Klux-Klan.

                                 Los numerosos, altivos (gracias al capirote), ardientes (por la antorcha o cirio) y, en todo caso, como allí, velados, anónimos, realmente –y en más de un sentido- amenazantes enmascarados de aquí, defienden en el fondo, aunque no lo sepan o quieran, valores excluyentes y discriminatorios demasiado parecidos a los del KKK. La espantosa imagen del Jesús que procesionan, reproducción en el siglo XVII del entonces “normal” de un gitano atormentado, de los miles que entonces se mataban y expulsaba de España, era entonces “despolitizada” e inocua y engañosamente atribuida a un personaje palestino, Jesús, víctima diecisiete siglos antes de un imperio romano ya extinto.

                                 En modo parecido, también hoy “despolitizada”, hecha insignificante (de eso precisamente se trata, de ocultar, negar la realidad para sacar provecho de ello) tampoco esa imagen puede representar ni reivindicar a un palestino o iraquí actual, destrozado a muerto por el imperio actual o por sus cómplices. Eso, dirían horrorizados los cofrades, sería mezclar la religión con la política, acabar con el sagrado espectáculo al que tanto provecho –cada uno a su manera- sacan; no importa que Jesús afirmara que “lo que hicierais a uno de estos, a Mí me lo hacéis”, o que el Papa esté condenando con todas sus fuerzas las actuales inicuas guerras del nuevo imperio romano. Los cofrades van a defender íntegramente, con sagrado integrismo, su política de excluir a todos los demás en provecho de su propio grupo. (1)

                                De haberme atrevido a hacer allí esas reflexiones, habría sufrido la suerte de un Pablo, víctima del motín de los imagineros locales que, viendo peligrar su negocio, lo echaron de la ciudad al santo y patriótico grito de “Grande es la Diana de los Efesios”. Por eso apenas me atrevo a denunciarlo desde lejos, donde quizá aún no sea siempre aplastante el poder de esos cofrades, protagonistas de la “Semana Santa Sevillana” (SSS) versión original, y aún más peligrosa por ser más próxima a nosotros, de ese KKK sudista que hoy domina, como el integrista texano Bush, Washington y el mundo. Una encuesta reciente revela que un tercio de los que salen disfrazados con capirotes en Sevilla son ateos ¿Y quién no recuerda el inquisidor sevillano ateo de Fiodor Dostoievski? Unos, sin duda, serán más (ir)responsables que otros; pero es obvio para quien haya leído los Evangelios, que son poquísimos, que entre todos ellos no hay ninguno realmente nazareno, auténticamente cristiano.

                              El auge, a pesar de su aparente arcaísmo, de la SSS no se debe, pues, a su carácter cristiano (¡!) sino a su valor simbólico de refugio, de un mito  como Covadonga, un escaparate propagandístico en orden a reconquistar un mundo de jerarquías y desigualdades, radicalmente antidemocrático, como el propugnado por su imitador, el KKK. El clasismo, el sexismo, el racismo, el lujo provocador constituyen, por tanto, su misma esencia, y sólo en los últimos años, con harto dolor, la SSS ha renunciado a algunas de sus manifestaciones más escandalosas, ya imposibles de mantener, para concentrar su labor de política antiigualitaria en las capas más profundas del entramado social.  Es conveniente que uno muera para salvación de todos decían los sacerdotes del templo.

                              Ya Aristóteles notaba que su cultura era imposible sin esclavos que trabajaran para él. Cuando los libros eran sólo para la clase alta –y estaba prohibido bajo pena de muerte enseñar a leer a los esclavos-, esos libros reconocían libremente que eran necesario que murieran muchos para que pudiera darse una sociedad lujosa.  Bajo la máscara de un Cristo de metal o  madera, esa imagen no simboliza sino al pueblo que está muriendo par que la sociedad aristocrática pueda gozar, ese es el misterio, el embrujo de Sevilla de su clase aristocrática. Nada simboliza y realiza “ex opere operato” esa realidad como sus pasos, en los que en le mismo paso, pero debajo, está el pueblo que sufre y padece para llevar el enorme peso del lujo –que no de la imagen, casi siempre poco pesada y, en la Virgen reducida a una careta y unas mano- de los de arriba. Por eso, darle sentido al “meneo” al movimiento espacial, sevillano, de los pasos, que demuestra el señorío de Sevilla, y que mira como ridículo, como gente que no sabe “ná”, a quien emplea misericordioso la rueda o, peor aún para su verdadera ideología social, a quienes, como en otras parten emplean a los mismos señoritos, invirtiendo su papel, para llevar las andas del paso.

                             No es, por tanto, que sea una mera pantomima, sino es que los nazarenos no solo no son cristianos, sino que son los otros, los que llevan realmente a la pasión y muerte a ese pueblo que llevan bajo el paso. La procesión renueva pues realmente la pasión y muerte de Jesús-pueblo, a la mayor gloria mundial de esos nazarenos ocultos bajo antifaces par que no se reconozca que son los mismos fariseos que acompañaran al Calvario a Jesús. Nazarenos que bajo fachada seria aman el jolgorio, el engaño a que han sometido a su pueblo, haciéndole creer que ellos también son piadosos, para que siga obedeciéndoles con santa resignación hasta la muerte para llegar a la tierra prometida. Y cuando en la era de las luces de Internet empieza a flaquear su fe, se intenta reforzar el embrujo, la magia del paso del Cristo del Gran Poder, exhibiéndolo, a finales de 2021, en los barrios más pobres, de los que Sevilla tiene, casualmente sin duda, más que ningún a otra ciudad de España.

20030609. El ejemplo del rey de Bulgaria.

                             Un ejemplo y una esperanza. El rey de España  acaba de visitar oficialmente a Simeón de Bulgaria, con quien le une una vieja amistad. Un personaje que fue rey desde su niñez; y que, exiliado durante largos decenios, pudo por fin volver a su país y, sin ser nombrado por ningún dictador ni dejar de lado a nadie, en unas elecciones directas y plenamente libres, consiguió ser elegido por su pueblo, gobernando realmente como primer ministro y jurando su constitución republicana.

                             No es el primer ejemplo en el mundo, pero es el más cercano a nosotros, con coincidencias notables en su primer parte. Ojalá su ejemplo cunda, y podamos gozar nosotros también un día de una transición real tan completa y transparente como la de Bulgaria. Claro que para ello deberíamos tener un mayor realismo y sinceridad, sin presumir de ser nosotros “el” modelo de transición en todos los campos, y pretender haber realizado ese cambio perfecto en los años setenta.

P.D. Al final, ambos reyes han dejado en la historia una huella vergonzosa.

20030629. Detener al rey.

El principio fundamental de toda democracia es la igualdad de todos los ciudadanos ante la ley. Sin embargo, en España todavía está consagrada oficialmente la ley del embudo, la desigualdad legal en favor de una única familia, como si sus miembros no fueran como los demás, sino de otra raza, superior, “de sangre azul”. España es, pues, literalmente, el reino del “apartheid”.

Así nos encontramos ante hechos tan escandalosos y desmoralizadores como el que el primer funcionario del Estado pueda recibir y reciba impunemente, para su diversión, un regalo de muchos, muchos miles de millones (reconocidos, y aparte de “gastos colaterales” y mantenimiento, unos 6.000, el doble de los inicialmente confesados), una auténtica Fortuna.

Esto sólo bastaría, no ya para enviarlo a paseo, sino, por el contrario, para encausarle. Sin embargo, en esta real pre democracia que soportamos, se considera delictivo no ya el estos hechos, sino el denunciarlos, amordazando a quienes, partidarios de la democracia, critican lo que, insistamos por su gravedad, no son accidentales abusos, sino usos aceptados al socaire de leyes, como se ve, explícitamente antidemocráticas.

20031103. Notable matrimonio, por fin, del príncipe.

                              ¡Mis felicitaciones! El anunciado matrimonio del príncipe no puede dejar de tener buena prensa, y mejor televisión. Al escoger como esposa a una profesional de los medios de comunicación, el príncipe se cubre de ese modo definitivamente las espaldas. Y si el ser “noble”; como indica la misma terminología de la palabra, equivale a ser “notable”, a ser famoso ¿quién puede ser más notable, y notada, más presentable, que una presentadora de televisión?

                                 Se trata, además, de una auténtica española; más aún, de Televisión Española. El matrimonio entre el Trono y el Púlpito más ortodoxo (ya que no el Altar, que la Iglesia aún veta a las mujeres) refuerza, más allá de lo que pudiera soñar el hasta ahora imbatible Berlusconi en la republicana Italia, con su contrato sacramental para siempre ante el altar, nuestro pensamiento unificado.

20031103. Servil pseudocoronación.

                                         Hay quienes, en su defensa de ciertas instituciones (en realidad, de su medro personal), les hacen mucho más daño que beneficio. Por ejemplo, los que doblan el espinazo hasta el ridículo ante la realeza, con lo que favorecen la principal objeción actual contra ella en una sociedad democrática: ser tan incongruente con la igualdad proclamada por la Constitución.  Porque hemos asistido, entre divertidos e indignados, a la previa, pública y aparatosa “coronación” de la futura princesa Letizia Ortiz como la mejor periodista existente, e incluso del pasado y del porvenir, (“de esas que aparecen cada quince o veinte años”), en la tan oficial TV1, por parte del periodista-cobista A. Urdaci, que tampoco tuvo empacho en proyectar antiguas imágenes en las que aparece el príncipe saludándole a él, Urdaci, como a otros empleados de TV1.

                                         Sí, se trata del mismo personaje que ha sido responsable de la primera condena a TVE por parte de la Justicia, debido a su enorme parcialidad informativa, y que ha demostrado, sin querer, la justeza de esa condena hasta con la misma manera engañosa y retorcida que ha tenido estos días ese condenado Urdaci de leer ante la pantalla chica el escrito de reconocimiento de su gran, vergonzosa falta de ética y de profesionalidad.

                                         Es posible que la Casa Real no haya podido evitar el que la futura princesa haya colaborado tan de cerca, y casualmente en estos últimos tiempos, en que ya estaba relacionada con el príncipe, con un vasallo, versallesco pero tan poco ejemplar; pero de lo que no cabe duda es que poco prestigio recibirá tampoco ahora ella por esa tan interesada lisonja y “recomendación” por parte de tan poco recomendable y servil súbdito, tan obviamente interesado en ser “La Voz de su Amo” de la Corte, como ya, por medios tan legalmente condenables y condenados, recordémoslo, lo es del Gobierno.

20031103. Príncipe con buena prensa.

                              ¡Mis felicitaciones! El anunciado matrimonio del príncipe no puede dejar de tener buena prensa, y mejor televisión. Al escoger como esposa a una profesional de los medios de comunicación, el príncipe se cubre de ese modo definitivamente las espaldas. Y si el ser “noble”; como indica la misma terminología de la palabra, equivale a ser “notable”, a ser famoso ¿quién puede ser más notable, y notada, más presentable, que una presentadora de televisión? Se trata, además, de una auténtica española; más aún, de Televisión Española. El matrimonio entre el Trono y el Púlpito más ortodoxo (ya que no el Altar, que la Iglesia aún veta a las mujeres) refuerza, más allá de lo que pudiera soñar el hasta ahora imbatible Berlusconi en la republicana Italia, con su contrato sacramental para siempre ante el altar, nuestro pensamiento unificado.

20031105. Gallardón promueve el matrimonio regio.

        ¡Qué hábil político es Gallardón!  Ha agradecido al príncipe el que se case en Madrid. Pero ha callado su papel en esta boda, al elevar nada menos que un cincuenta por ciento el impuesto a las viviendas deshabitadas. Y, dadas las dimensiones principescas de su vivienda, esto no puede menos de haber pesado realmente en que don Felipe tomara una decisión que otros motivos no habían sido capaces de llevar a feliz término. “No hay mal que por bien no venga”.

20031107. Democracia irreal.

                           Es muy significativo. Ante próxima boda del príncipe heredero se ha planteado la conveniencia de establecer de hecho la igualdad entre los sexos, aunque sea sólo para la sucesión en el trono. Pero Aznar, tras protocolariosdeclaraciones en pro de la igualdad (¡faltaría más!), decreta que “no hay prisa” en hacerlo, obligando, en la práctica, a retrasar la instauración de la igualdad a otra generación más. A este paso ¿verán siquiera nuestros nietos una democracia real, siquiera en lafamilia real? Hay razones para dudarlo, dada la tolerancia, pasividad, abstención, etcétera con las que tantos súbditos admiten la continuidad del espíritu y hasta de las leyes e instituciones del régimen anterior.

20031202. Ni rey, ni reina.


                          Fue un verdadero progreso el que pudieran recetarnos no sólo los varones, sino también las mujeres (aunque algunas todavía afirman ser “médico” y no “médica”, para ser más aceptadas). Pero sería una broma afirmar que es algo positivo el que puedan recetarnos no sólo los hechiceros, sino también las brujas.

                          Pues eso es lo que ocurre, -con la tremenda agravante de que ese sometimiento a su receta es obligatorio, pues somos a la fuerza sus “súbditos”- cuando se propugna ahora como “progresista” que pueda ser nuestra “soberana” también una mujer. “Democracia con reyes, Porsche con bueyes”; y más en España, en que esa realeza es la heredera directa del difunto dictador Franco. Quiero ser plenamente ciudadano, no súbdito de nadie, y me importa un pito que eso dependa de un ídem o de un ovario. Los Jefes de Estado deben ser por urnas, no por cunas.

20031217. Rey TV democracia.

                           Poniendo en juego el mecanismo de equilibrio de poderes, salvaguarda de la democracia, el Jefe de Estado de Italia se ha negado a firmar la vergonzosa ley que otorga al Jefe de Gobierno Berlusconi poderes dictatoriales sobre la televisión. Aquí, en España, el Jefe de Estado y de las Fuerzas Armadas no ha dicho nada cuando el Jefe de Gobierno nos ha metido en una guerra ilegal, contra el parecer de más de nueve de cada diez españoles y de casi todas las naciones del mundo.

                            Menos se puede esperar que el rey salve realmente a la democracia de este golpe (des)informativo por parte del Gobierno español, que consiste en su práctico monopolio ilegal de la televisión; monopolio conseguido incluso con la ayuda internacional del “amigo” (de Aznar), Berlusconi, que forma con él y otros el nuevo Eje, ahora del “bien”, por supuesto. Y menos aún, si cabe, defenderá el monarca el pluralismo y la democracia, tras la anunciada boda de la familia real con la televisión, al estar ambos, pues, literalmente, esposados, en provecho de un Gobierno que de ese modo puede manejar con cada vez mayor facilidad a sus así adormecidos ciudadanos televidentes, cada vez más perfectos súbditos.

20031217. El rey y Santiago.

                     A pesar de los problemas teóricos que le enfrentan a una democracia, y de haber sido elegida por un dictador, se quiso justificar la restauración monárquica por el papel que podía jugar en mantener juntos a los pueblos de España. Tras un cuarto de siglo, se han multiplicado las quejas ante la ineficacia de ese papel asignado a la institución.

                       En aparente respuesta a esas quejas, el rey acaba de ir de modo oficial, como Jefe de Estado, y por primera vez, a pedir “tu ayuda, señor Santiago, amigo del Señor” para conseguir un “marco estable de convivencia” para todos los españoles. Pero causa perplejidad, por decir lo menos, que se intente fomentar el cumplimiento de la Constitución con una ceremonia religiosa confesional oficiada nada menos que por del Jefe del Estado, es decir, con un acto directamente opuesto a la laicidad proclamada por esa misma Constitución.

                     Peor aún: el rey solicitó en esa ceremonia la protección de Santiago ante “los riesgos y amenazas para la paz”; pero, ojo, se trata sólo de “la paz… de todos los pueblos que te recuerdan”, es decir, los cristianos. Y, como Jefe del Ejército, pasó revista militar, rogando al Hijo del Trueno “su aliento y amparo” para sus tropas, que “en tantos países desempeñan con ejemplar entrega las diversas y complejas misiones encomendadas”; vamos, que sólo faltó apelar una vez más a la cruzada contra el Islam y pedir que apareciera de nuevo en su caballo blanco en el campo de batalla Santiago Matamoros, con un “¡Santiago, cierra España!”.

                    Podrá decirse que todo ello revela la larga mano y el bronco lenguaje del señor Aznar. Eso no llevaría sino a cuestionar aún más la entidad y utilidad propia de la institución monárquica que, en lugar de reequilibrar, sólo sirve para reafirmar el extremado y antipopular espíritu belicista del Ejecutivo. En todo caso, no es así, sin duda, como se fomenta la paz y convivencia entre los pueblos de España y del mundo, sino, con gravísimos resultados para todos nosotros, como se echa gasolina al fuego de la desunión y enfrentamiento entre ellos.

20031231. El Rey invoca al belicista Santiago.

                     A pesar de los problemas teóricos que le enfrentan a una democracia, y de haber sido elegida por un dictador, se quiso justificar la restauración monárquica por el papel que podía jugar en mantener juntos a los pueblos de España. Tras un cuarto de siglo, se han multiplicado las quejas ante la ineficacia de ese papel asignado a la institución. En aparente respuesta a esas quejas, el rey acaba de ir de modo oficial, como Jefe de Estado, y por primera vez, a pedir “tu ayuda, señor Santiago, amigo del Señor” para conseguir un “marco estable de convivencia” para todos los españoles. Pero causa perplejidad, por decir lo menos, que se intente fomentar el cumplimiento de la Constitución con una ceremonia religiosa confesional oficiada por del Jefe del Estado, es decir, con un acto directamente opuesto a la laicidad proclamada por esa misma Constitución.

                     Peor aún: el rey solicitó en esa ceremonia la protección de Santiago ante “los riesgos y amenazas para la paz”; pero, ojo, se trata sólo de “la paz… de todos los pueblos que te recuerdan”, es decir, los cristianos. Y, como Jefe del Ejército, pasó revista militar, rogando al Hijo del Trueno “su aliento y amparo” para sus tropas, que “en tantos países desempeñan con ejemplar entrega las diversas y complejas misiones encomendadas”; vamos, que sólo faltó apelar una vez más a la cruzada contra el Islam y pedir que apareciera de nuevo en su caballo blanco en el campo de batalla Santiago Matamoros, con un “¡Santiago, cierra España!”.

                    Podrá decirse que todo ello revela la larga mano y el bronco lenguaje del señor Aznar. Eso no llevaría sino a cuestionar aún más la entidad y utilidad propia de la institución monárquica que, en lugar de reequilibrar, sólo sirve para reafirmar el extremado y antipopular espíritu belicista del Ejecutivo. En todo caso, no es así, sin duda, como se fomenta la paz y convivencia entre los pueblos de España y del mundo, sino, con gravísimos resultados para todos nosotros, como se echa gasolina al fuego de la desunión y enfrentamiento entre ellos.