20201025 Banderas de autopropaganda.
Este domingo se ha celebrado una manifestación en el centro de Madrid con la excusa de proteger los derechos ciudadanos. Los organizadores declararon que irían 3.000 personas. No hubo ni 200, a pesar de que ni llovía ni había restricciones de tránsito por la pandemia. Peor aún, de las presuntas 50 organizaciones convocantes, sólo se vieron media docena de pequeños grupitos, que exhibían sus grandes banderolas, que intentan ocultar su falta de miembros y su desinterés por el tema que sirve de excusa a la convocatoria, como desde hace tantos años practican los grandes sindicatos.
El colmo lo constituyó esta vez el grupo de cabeza y más numeroso, unas sesenta personas con banderas, cada una con sólo uno de cinco colores, que los participantes no supieron explicarnos qué significaban; lo que puede la fe y la obediencia en esos corpúsculos, que cada vez se parecen más a sectas religiosas. Esa “oposición”” perpetúa a maravilla cualquier Gobierno, por mal que lo haga.
20200828 Manifestación suicida y homicida
Desde 1980 he participado en España en miles de manifestaciones. Siempre de modo activo, con pancartas, como guardo pruebas fotográficas. Siempre en favor de la paz, por la concordia, la justicia y el bienestar público, según mi mejor, aunque, como todos, falible entender, como ciudadano y doctor en ciencias sociales.
Algunas veces he sido insultado, amenazado e incluso agredido atacado por nacionalistas totalitarios en San Sebastián, Barcelona y Madrid; también me hirió a cuchillo un fanático en la visita de Benedicto XV a Madrid, hechos denunciados en las respectivas Comisarías de policía. Pero nunca vi que una concentración degenerara en una reivindicación y práctica de acciones suicidas y homicidas como la del 23 de agosto 2020, en la ya tan famosa como triste plaza de Colón de Madrid.
Fui y estuve en primera fila ante sus organizadores, con una pancarta lo más dialogante que pude concebir: “Nada es verdad 100% ni es mentira 100%”, a lo Calderón de la Barca. Los medios ya han informado del feroz dogmatismo que allí exhibieron los asistentes que llevaron la voz cantante y chillante, crispada hasta el histerismo y la rabia.
Recordaré sólo dos temas, los más coreados. Su rechazo a las vacunas, suicida e incluso homicida respecto a los menores a quienes se les negaba, y el -no indicado en la convocatoria- suicida rechazo a la mascarilla, homicida también con a los que tropezaran sin querer con esos descerebrados; como yo, hasta que pude salir de esa turba enloquecida, agresiva hasta con escupitajos, contra los periodistas que reflejaban como era su deber, sus palabras y gestos, es decir, su barbarie, vergüenza y perjuicio de España y de la humanidad.
202006 Una manifestación es una guerra.
Una manifestación es la forma limitada que toma un conflicto, una guerra, entre territorios, clases, ideologías, religiones y razas, intereses con frecuencia entremezclados. El conflicto racial en Estados Unidos desde su nacimiento contribuyó a su guerra civil, como el racismo europeo había servido para justificar su colonialismo mundial.
Solo un ignorante o un racista puede negar que las masivas manifestaciones ante la muerte del afroamericano George Floyd no son una desmesurada reacción ante su asesinato por un policía, sino la chispa que provocó una natural reacción ante el trato inhumano que sufren también en otros muchos países importantes minorías racializadas.
Los racistas pretenden hoy mantener su opresión y desmovilizar a los cobardes apelando al miedo al infierno del coronavirus para condenar esas protestas, muy oportunas porque, en vísperas de elecciones en EEUU, pueden evitar que de Trump dañe aún más a sus víctimas en el mundo entero. De ahí la importancia de denunciar los hipócritas argumentos de los racistas. En Madrid, por ejemplo, los manifestantes no fueron ni la décima parte (y al aire libre) de quienes utilizan el Metro cada día.