Cartas a la prensa – Manifestaciones – 2008

20080119. Libertades antidemocráticas.

En nombre de la libertad se admiten manifestaciones en favor de un golpe de Estado, como la tenida en la plaza de Colón de Madrid en julio pasado, de título más que explícito: “Pasaremos otra vez”; y también se autorizan marchas racistas y xenófobas, como la aprobada para el domingo 20 de enero, a pesar del voto en contra de dos jueces.

Esto revela que la sociedad está muy enferma, tiene en su seno demasiados caballos de Troya, y que peligra, en nombre de esas “libertades” para combatirla, la verdadera libertad.

20080329. Con monjes e independentistas.

                                ”La política hace extraños compañeros de cama”. ¿Qué hacía yo, cada vez más laico –gracias a nuestros costosos e impagables obispos- manifestándome al lado de unos monjes, aunque fueran budistas? ¿Y, catalán “españolista”, al lado de independentistas catalanes con camisetas “Tibet is not China”, calcadas de otras que no vale la pena ni recordar?   Porque yo no iba a ver si sacaba tajada,  como algunos de esos “salvadores de la patria”, restaurando a estas alturas del siglo XXI unos Estados Pontificios de Su Santidad el Dalai Lama; ni buscaba tampoco un presunto y absurdo precedente separatista. Iba, como ciudadano consciente de que mi libertad personal y la de mi país está ligada a la de los demás, a defender, como pedían algunas pancartas, una realmente libre autodeterminación y democracia en el Tibet y en China, demanda que -por intereses económicos o políticos de uno u otro signo- son demasiados los que aquí y ahora pretenden olvidar.

20080407. Ridícula inmovilización.

           Cada palo que aguante su vela. Por supuesto, también los fascistas. Y la Delegación del Gobierno que prohíbe las manifestaciones antifascistas. Pero me niego a seguir colaborando en unos actos que consisten en meros apelotonamientos de gente tras unas banderas o pancartas usadas para esconderse más que para manifestarse. Recuerdan demasiado los rebaños de ovejas asustadas ante el lobo. Ante ese espectáculo, nuestros adversarios ríen por haber conseguido hasta tal punto su objetivo de inmovilizarnos ridículamente.

20080608. Desnudos y obsesos.

                          Hecho quizá sin precedentes, dos manifestaciones nudistas diferentes coincidieron en el mismo momento y lugar, el 7 de junio en Madrid, por lo que algún despistado –al no tener uniforme- se fue con la otra manifestación. Esto confirma el reciente comentario de Q. Monzó sobre el desnudo de la cantante Alaska contra el toreo, de que el recurso a desnudarse para llamar la atención sobre una causa, por repetido, pierde mordiente. También coincido con él en que, como en todas las acciones humanas, puede esconder otras motivaciones, como el exhibirse. Desde luego, mi probado amor a los animales no llega aún, máxime a mi edad y con mi figura, a exhibirme desnudo. Pero Monzó no estuvo muy acertado al decir que san Francisco de Asís no necesitó desnudarse para mostrar su amor a los animales, porque él si se desnudó, aunque fuera para imitar la pobreza de Jesús.

                          Lo más importante, en mi opinión, es que la actual frecuencia del desnudo, si le quita en parte eficacia propagandística, tiene el tan sano efecto de contribuir a hacerlo de nuevo natural, como lo fue entre los cristianos primitivos, desnudos desde al bautizarse hasta al recibir la extrema unción. El puritanismo extremo en que todavía me educaron hacía que me turbara hasta mi propio desnudo; y me invitaban a que imitara a san Estanislao, que se ruborizaba al ver a una mujer, aunque fuera su madre. Evitemos las obsesiones sexuales, seamos naturales, que “no hay que avergonzarse de ver lo que Dios no se avergonzó de crear”.

20081002. Calle mía.

                                     El que deja la calle a los demás, la pierde. Todos somos testigos de cómo la derecha se ha apoderado en los últimos tiempos de ella. De ahí mi asombro e incluso alarma de que una persona, precisamente porque es justamente apreciada, como Javier Ortiz, predique el no manifestarse, con argumentos tan elitistas como que en las manifestaciones hay mucho griterío y la gente se vuelve mala. Se estarán frotando las manos de gusto los de “la calle es mía” a lo Fraga, y hasta los obispos.