Cartas a la prensa – Manifestaciones – 2003

20030217. Manifestación 15-F.

                              Se ha dicho con razón que la manifestación contra la guerra del 15-F en Madrid sólo se puede comparar con la del 27-F y la del asesinato por ETA de Miguel Ángel Blanco. Sin entrar aquí en la guerra de cifras, quiero subrayar dos aspectos complementarios, que los observadores han dejado casi por completo de lado, y que hacen que la manifestación del 15-F en Madrid sea aún más relevante: A) Las otras dos manifestaciones fueron prácticamente únicas, mientras que ésta ha tenido que competir con muchas otras en muchas provincias. B) Más importante si cabe es el que las otras dos manifestaciones fueron apoyadas por el gobierno  y su partido, mientras que en ésta el gobierno no sólo no la ha apoyado, sino que ha procurado obstaculizarla por medios tan antidemocráticos como intentando negarle un recorrido medianamente viable y negándose a ampliar, como se le pedía y se ha hecho en tantas ocasiones, el transporte público en ese período. Esperemos que estas consideraciones sirvan para poder enmarcar mejor el valor de esta manifestación de la opinión pública, lo que redundará en beneficio de la paz y de un gobierno más acorde con ella, más realmente democrático.

20030225. Manifestantes delgados.

                        Sin querer, el Gobierno ha dado de modo impresionante la razón a los gallegos que se desplazaron a Madrid para protestar por las consecuencias de la catástrofe del mal llamado “Prestige”. Porque esta desgracia les ha disminuido tanto que cupieron, no ya cuatro, sino ocho y más por metro cuadrado de vía pública, por lo que, según la versión gubernamental, “sólo” fueron cien mil, y no los doscientos cincuenta a trescientos mil que les atribuyen fuentes más imparciales.

                           Yo mismo, repartiendo folletos sanitarios, recorrí de cabo a rabo esa manifestación, como llevo haciendo hace veinte años con muchas otras, y calculé en unos trescientos mil los asistentes, tres veces menos de lo afirmados por sus organizadores (exageración modesta, cuando se tiene en cuenta que los organizadores de otros eventos multiplican por diez la asistencia sin que nadie les contradiga), pero tres veces más de lo que pretendía esa también tan interesada –en no ver- fuente gubernamental.

                        Por su proximidad en el espacio –mismo recorrido- y en el tiempo –una semana- resulta inevitable compararla con la, en mi opinión, tres veces mayor manifestación por la paz. Pero esa comparación sería injusta, pues la del desastre del “Prestige” ha sido una de las mayores manifestaciones “normales” (excluyendo las del 23-F, del asesinato de M. A. Blanco y contra la guerra), con el mérito adicional, como la promovida contra el Plan Hidrológico del gobierno (asimismo modélica en organización y civismo), que la gran mayoría de los manifestantes provenía de regiones lejanas a capital.

20030506. Desprestigiar las pancartas.

                               ¡Qué distintas se ven las cosas desde arriba! Esa es la más auténtica “acera de enfrente”. Después de haber visto varias pancartas denunciando la falta de cumplimiento de sus promesas por parte del sindicato de su “compañero y amigo” de CC.OO. el dirigente de UGT no tuvo empacho en afirmar que Fidalgo había sido agredido con un palo “de pancarta”, no ya “de bandera”, como decían otros o, como era en realidad, yo soy testigo presencial, con un palo desnudo y a secas. Subliminarmente, pues, Cándido Mendes se unía también a la antidemocrática campaña del PP para desacreditar “la oposición de pancarta”, en la que ese mismo día y hora volvía a insistir Aznar, temeroso, como todos los autoritarios, de cualquier elemento que pueda ser utilizado para denunciarle, incluso tan modesto como las pancartas, ahora que ya tiene el casi monopolio de medios de los grandes medios de difusión, y “limpia” “ecológicamente” carteles y otros sistemas tradicionales de defensa de los de abajo.

20030606. Extremistas totalitarios.

                                Sucedió en Madrid, a plena luz del día, en la Puerta del Sol. Pero no obtuvo los grandes titulares con los que ciertos medios de difusión denuncian la utilización del nacionalismo excluyente por la otra parte como causa de nuestros problemas de convivencia. Porque se trataba del otro nacionalismo excluyente, que hace de su peculiar noción de España su negocio, su monopolio, expulsando a cuantos puedan “competir” con ellos en la defensa de nuestro destino común y en la exclusión de la violencia y el terrorismo.

                               Yo estaba allí, en la concentración contra los asesinatos de ETA. Como he estado en las manifestaciones de San Sebastián, Bilbao y Vitoria. No pertenezco a ningún partido, y jamás he sido marxista. Pero en Madrid como en el País Vasco he visto a miembros del Movimiento Comunista con pancartas parecidas a la que unos ultras quisieron romperles en la Puerta del Sol: “No a ETA. No a la guerra”, mientras les gritaban: “¡A Cuba, a Cuba!”. Lo mismo que exclamaban otros ultras de la emigración cubana a quienes en la misma Puerta del Sol nos manifestábamos pocos días antes contra Castro, denunciando al mismo tiempo también la pena de muerte o la “exportación de revoluciones democráticas” de Bush.

                                 La ferocidad de ambos grupos ultras se explica demasiado bien en quienes son demasiado parecidos a los que critican, e intentan también tapar con su nacionalismo excluyente su propia desmedida ambición, autoritarismo y corrupción. Sólo cuando el valor cívico –incluida, en algunos, la rectificación de antiguas posturas políticas- de más ciudadanos haga del todo increíble esa sórdida e hipócrita patrimonialización de una España que es de todos podremos tener una convivencia plenamente libre, segura, próspera, democrática.