20010203. Permitir excesos para prohibir manifestaciones.
Grandes aspavientos han provocado la “extraña” autorización del antidemocrático delegado del Gobierno en Madrid, tan aficionado a prohibir manifestaciones y apalear al pueblo soberanamente, al permitir 20 manifestaciones seguidas en el centro de la ciudad a unos empleados de Sintel que cortan la circulación de la Castellana, encienden hogueras en plena calle, etc.
Hay que ser bien corto o bien cómplice para no comprender que esto no es otro método maquiavélico, y muy eficaz, de esa misma política antidemocrática: tolerar e incluso impulsar excesos para justificar aún más fuertes recortes de libertades con la excusa de imponer el orden.
20010313. Contra el Plan Hidrológico.
Se esté o no de acuerdo con sus opiniones –el tema es complejo- los manifestantes contra el Plan Hidrológico dieron en Madrid un hermoso ejemplo, colorido y cívico, sin ningún incidente a pesar de tantas y tan groseras provocaciones de palabra y obra, de cómo los ciudadanos pueden tomar la calle, que no es de ningún ministro ni gobierno. Por eso fue aún más lamentable la reacción de quienes todavía no han aprendido que el ABC de la democracia es el respeto a la minoría, y titulaban, mezquinos, a toda página, que la manifestación “no había alcanzado las 200.000 personas”… que ellos nunca consiguieron reunir; o la reacción del representante del gobierno central que, en pleno lapsus freudiano (y por televisión), no encontró mejor respuesta que decir que los manifestantes estaban “manipulados”, algo de lo que ese gobierno y “su” televisión saben mucho, demasiado.
Simbólicamente apoyado en las verjas del Ministerio del Ejército, espectador impotente la manifestación que estaba vez no había conseguido prohibir, impecable en su camisa azul –que no ha tenido que cambiar desde su época de fogoso militante falangista, y delegado provincial de sindicatos- vimos al ahora delegado del gobierno en Madrid. Sin duda el señor Ansuátegui estaba pensando también en la manifestación que pocos días después pasaría por ese mismo lugar, pidiendo su dimisión por hacer aporrear una y otra vez a los más pacíficos e indefensos manifestantes de todo tipo, censurar las manifestaciones que puede y poner multas millonarias a muchos manifestantes; es decir, haciendo cuanto puede por reinstaurar –con la evidente complacencia de una parte importante, por ahora al menos decisiva del gobierno- su peculiar democracia organizada.
20010719. Abuso de Anzuátegui.
Al pasar junto al Ministerio de Sanidad observé alarmada seis grandes lecheras de la policía allí aparcadas. Le pregunté a un agente si se trataba de un atentado, o una gran manifestación; él me señaló a unas pocas pacíficas personas, la mayoría de la tercera edad, que, cerca de la fachada, llevaban unas pancartas reivindicando algo tan poco subversivo como un hospital para Parla. Al mostrarle mi asombro ante lo desproporcionado del despliegue policial, constreñido –sin duda- por su uniforme, me contestó sólo con una leve sonrisa de asentimiento.
Recordando y repitiendo los modales que ya exhibía como delegado sindical en Navarra durante el franquismo, es indignante esa exhibición de fuerza, ese amedrentamiento de los ciudadanos por parte del Delegado del Gobierno en Madrid, ya conocido popularmente como “el señor de la porra” por el modo que tiene de tratar las reivindicaciones de cualquier tipo el ex (¿ex?) falangista Ansuátegui.
20010801. Manifestaciones manipuladas por TV5.
Sobre la ley de capitalidad, y para probar los inconvenientes de Madrid, un canal comercial de televisión mostró repetida y casi exclusivamente imágenes de manifestaciones ciudadanas, casi todas obreras, en unos informativos que son prácticamente siempre una vergonzosa copia literal de los de la televisión pública, como ésta es hoy un no menos bochornoso portavoz exclusivo de los intereses del gobierno, y no del conjunto de los ciudadanos que la pagamos. No puede estar más claro hasta qué punto esa televisión es “privada”… de libertad, alérgica a las manifestaciones democráticas, contraria a las reivindicaciones de la mayoría de los trabajadores.