Los ricos siempre predican la211; en realidad, la paciencia, para mantener su (des)orden. En menos de cien años, los países industriales han multiplicado por diez su riqueza respecto a los demás, extrayendo de ellos materias primas, cada vez más escasas, para su voraz desarrollo técnico. De ahí las innumerables guerra y guerrillas de los expoliados, potenciadas a veces por los encontrados intereses de los países ricos, que se arman más y más para defender sus feudos coloniales de la codicia de otros imperios.
Ante la acumulación de armas capaces de destruir a toda la especie, hay lógicas reacciones del instinto de supervivencia, y surgen en los países ricos, únicos que pueden permitirse aún el lujo de una cierta libertad, grupos pacifistas. Pero muchos pacifistas, ricos al fin, hablan contra las armas, con mentalidad fetichista, como si fueran capaces de actuar por sí solas, callando respecto a las causas que originan y mantienen el armamentismo ac cual. Silencio no tanto ignorante cuanto interesado y cómplice, que «olvida. que la paz es sólo fruto de la justicia.
Si queremos una paz justa y duradera hemos de denunciar y atacar la raíz del sistema: el desmedido desarrollo técnico y consumista de nuestros países industriales, que condena a la miseria y a la muerte cada año, sólo por hambre, a más de los 50 millones de personas que murieron en la segunda guerra mundial. Como ya notara Mirabeau, todo el que en un mundo pobre continúa comiendo y consumiendo lo superfluo comete un homicidio. La lucha eficaz contra la guerra no debe dirigirse sobre todo hacia las armas y los ejércitos, sino a sus causas, los gobiernos, los bancos e incluso los supermercados.
Pacifista «de boquilla» lo fue hasta Hitler (-«¿Estoy loco para desear la guerra?»). Pacifista, claro está, mientras no le tocaran sus intereses, su Orden Nuevo, «orden» que ahora imponemos al mundo entero. Porque, con el desarrollo industrial, hasta nuestra izquierda ha aprendido de la derecha a mistificar en nombre d: la paz, y recupera el tiempo perdido. El PSOE no sólo ha defendido una paz abstracta, sin ligarla a la justicia internacional (las cifras de «ayuda» son elocuentes), sino que después de hacer de la OTAN un argumento sólo demagógico contra UCD, ahora destaca también por sus desmesurados gastos militares y venta de armas de guerra (de muerte, opresión, miseria) a los países pobres. Y otros grupos de izquierda siguen sus huellas, haciendo coincidir casi el pacifismo con su oposición a un bloque militar: pacifismo politiquero, superficial, defensor en el fondo del sistema militarizado que nos aliena y va camino, con esa encubierta complicidad, de engullirnos a todos.