Impuestos a las familias

De entrada quisiera pedir disculpas a quienes tienen las ideas muy claras, y leen el periódico sólo para tener la satisfacción de verlas confirmadas, o de descubrir e indignarse contra algún necio o infiltrado que no comulgue plenamente con ellas. ¿Cómo no simpatizar con una actitud que compartí durante tantos años? Sin embargo, el mismo paso del tiempo, el haber vivido durante lustros en distintas regiones, nacionalidades e incluso continentes, y el haber estudiado profesionalmente pueblos con diferentes historias o incluso sin historias (escritas) me han llevado a pensar que quizá exista más de un color que pueda ser bueno y adecuado, y más de una acera, o incluso de dos o tres, para ir seguros por la vida. La sencillez es buena, pero la simplicidad es muy peligrosa, y las concepciones más claras pueden acabar siendo muy pobres, y hacernos perder mucho tiempo y esfuerzo, al hacernos creer que es «el único camino» y meternos en callejones sin salida, sin permitirnos ver, desde un observatorio de menos fácil acceso pero de perspectivas más amplias, la compleja pero riquísima realidad.

Esta advertencia se aplica de modo inmediato al problema de los impuestos a matrimonios y familias que se debate en estos momentos en nuestro país. Todos estamos de acuerdo en que el bolsillo es uno de nuestros puntos más sensibles, y en el que toda operación suscita temores, con frecuencia muy justificados. Las discusiones sobre la tributación conjunta o separada de los cónyuges han sido pues muy polijas. El mismo hecho de que en los países de nuestra área cultural y económica se den ambos sistemas, de declaración conjunta (Francia, Bélgica, Estados Unidos) o separada (Gran Bretaña, Italia, Dinamarca) muestra la posible disparidad de criterios y soluciones ante este complejo tema.

En España, el gobierno ha dicho que la declaración por separado disminuiría demasiado los ingresos fiscales y favorecería unilateralmente a las parejas de rentas más altas, por lo que ha escogido la declaración conjunta, con deducciones por hijos. No entraremos en las discusiones sectoriales sobre el monto de estas deducciones por hijos y otras similares, que teóricamente pudieran llegar a hacer cambiar de signo el valor económico final del sistema de hacer declarar a la familia conjunta o separadamente. Queremos sólo subrayar aquí la excesiva politización del tema por unos grupos conservadores, ya excesos pero todavía influyentes, que pretenden ver en el mismo sistema de declaración conjunta «un ataque a la familia», ya que impulsa, dicen, a no legalizar una unión de hecho, para no renunciar a las ventajas económicas de declarar por separado.

Poca fe en el amor, en la moralidad o incluso en la religiosidad de los españoles (tal y como ellos conciben estos valores) tienen quienes creen que unos cuantos miles de pesetas pueden modificar tanto su conducta. Por otra parte, es curioso que hasta hace poco esos mismos grupos tan conservadores aplaudían medidas exactamente contrarias en el plano fiscal; porque al pagar más si trabajan los dos cónyuges, al sumar sus respectivos ingresos, se fomenta el que la mujer no trabaje, dependa económicamente de su marido, tenga más hijos, etc.

Este es pues un claro ejemplo de una medida que, incluso en el campo socio-familiar, para no hablar del directamente político, puede tener y tiene efectos contradictorios; y mientras no se estudie de modo empírico y detallado el impacto actual real de todos esos efectos, resulta improcedente y dogmático subrayar sólo algunos de ellos.

Tan demagógico resulta pues el que estos ultraconservadores vean en esa medida una conspiración marxista contra la familia, como lo sería el que los socialistas la propusieran como un sistema para distribuir las posibilidades de empleo entre las familias; de hecho es así, pero no se han atrevido ni a insinuarlo porque ese reparto pasa por la incentivación que esa medida supone objetivamente a la disminución del empleo femenino en España, ya tan bajo respecto al promedio europeo y con contrario a los principios que en su programa decían iban a defender.