20100129. Burka y esclavitud.
A diferencia del velo, que todavía utilizan ciertos grupos religiosos propios de nuestro país, el burka empareda, tapando hasta toda su cara con una rejilla, a la mujer que lo lleva. Claro que algunas lo hacen “voluntariamente”, como las viudas hindúes que se arrojaban a la hoguera mortuoria de sus maridos: la vida que les espera es mucho peor, si no se someten hasta en eso. Contra lo que pide el señor Rùtia Faura, No podemos “respetar” esas costumbres masculinas, como tampoco la castración femenina y otras formas de esclavitud por respeto a sus víctimas, los oprimidos. El respetar el que el fuerte pueda hacer lo que le dé la gana con los demás, esa ley de la selva nos haría retroceder a la más insufrible barbarie.
20100220. Castración femenina aquí.
En España nadie se atreve ya a defender la castración femenina física, pero todavía quedan demasiados “machos” que desearían seguir castrando mentalmente a las mujeres, declarando “malas” a las que sientan placer, y no sean frígidas y pasivas. El complejo de inferioridad machista requiere esa sumisión esclavizadora de la mujer para evitar dudas sobre su potencia viril y su paternidad. De ahí que, ya que no pueden evitarlo, los machistas critiquen y se burlen –para ocultar sus temores- de los estudios que financia el Ministerio de Igualdad sobre la vagina, como no lo harían si dichos estudios –realizados por especialistas de prestigio internacional- fueran sobre el órgano sexual masculino. Sus complejos quedan así vergonzosamente al desnudo. Hay que reclamar, pues, otros estudios para curarlos.
20100419. Siguen los terroristas espirituales.
Las agencias informan de que las mujeres vestidas con “descoco” provocan los terremotos, según un ayatolá iraní. Esto, en España, no es noticia, todavía sigue, con modalidades más “modernas”. Todavía recuerdo cuando los clérigos afirmaban aquí que los escotes de las mujeres provocaban la “pertinaz sequía”, entonces equivalente a miseria, hambre, enfermedad y muerte. Después, perdida esa trinchera, el pecado maldito –siempre sexual, oiga- que provocaba la ira divina era el uso de los anticonceptivos. Ahora, que ni una y otra cosa pueden llevarnos –como durante el franquismo- a la cárcel, y apenas uno de cada cinco españoles cree en el infierno de esos ayatolás castizos, porque ni creen en otra vida tras la muerte, se han inventado otra vida fantasmal antes del nacimiento, unos fetos que serían ya personas y a los que, por tanto, sería criminal matar; y ya que no pueden matar a las que abortan, nos amenazan con volver a imponer leyes de cárcel a las mujeres que, -hayan deseado la preñez, o hayan sido violadas-, no quieran continuar con su embarazo.
20100518. Paternalismo moralista.
Si se quiere una real igualdad, habría que investigar bien los mucho más numerosos anuncios que pueden encubrir una explotación, no sólo de las mujeres, sino también de los hombres, y en toda clase de anuncios, no sólo los que ofrecen o demandan servicios sexuales, calificados de “prostitución” por quienes, con ese mismo nombre, muestran y quieren imponernos sus prejuicios sexuales, como si no hubiera igual o peor prostitución posible en otros ámbitos.
La sobreprotección a la mujer del Ministerio de Igualdad es una muestra más del paternalismo moralista; la mujer no necesita normalmente más que el hombre que le echen una mano, sino que le quiten la que le tienen puesta encima. Es de dominio público cuales son los méritos que para alcanzar su puesto ha tenido la joven ministra Aido, quien no ha admitido siquiera la presencia de las ONGs que no compartían exactamente sus prejuicios sobre el tema en sus deliberaciones -en realidad, pues, confabulaciones- sobre esta actividad. La censura puritana de izquierda y derecha se unen una vez más, con excusa de proteger y ayudar, prostituyendo esos conceptos, para cercenar la libertad.
20101014. No hay señorito Gómez.
Con razón la Ministra de Igualdad ha dicho que no ha oído hablar a Alfonso Guerra del “señorito Gómez”. Porque no existe tal señorito, sino un hombre proveniente de la clase trabajadora. En España, y más aún en Andalucía, -y lo sabría la andaluza Aído, si no se hiciera la distraída-, la palabra “señorito” tiene un sentido mucho más clasista que de género. Y la clase, y no el sexo, es lo que diferencia y ha enfrentado a Gómez con un PSOE, de cuya cúpula han desaparecido los que le dieron nombre, los obreros.
Por el contrario, y complementariamente, las mujeres, como Trinidad Jiménez y la superseñorita Aído, se han identificado con el señoritismo más descarado, que se ha vestido explícitamente de un uniforme clasista desde los primeros días del zapaterismo, provocando la quizá primera manifestación ante los ministerios femeninos (de hecho, antifeministas, de esclavas de la moda) al grito de “Yo no voté Vogue”; cambio de chaqueta descarado ya entonces, socialismo “fashion”, que ha recordado hace poco una revista internacional, levantando ampollas al poner tan crudamente el dedo en esa patente llaga del PSOE. La crisis económica la ha acentuado, hasta hacerle caer en una crisis política sin precedentes ante sus mismos afiliados, todavía mayoritariamente fieles a sus orígenes y al que no es señorito Gómez.
20101021. De la Vega, contra la mujer.
Trabajadora incansable, “mano derecha” –nunca mejor dicho- de Zapatero, quien subió a la vicepresidencia del Gobierno manipulando a grupos feministas mostró pronto ser la mejor aliada objetiva de los esclavizadores de la mujer. Así ya en su tan triste como reveladora foto, con “sus” ministras, como servidoras –en el peor sentido, sin paga, voluntarias- de esa destacada arma antifemenina que es la revista “Vogue”, por la que yo no voté. Y, apoyando al mayor enemigo ideológico de la mujer, disfrazada también, con una humillante mantilla, escenificó su nocivo Canosa en el Vaticano, siendo la principal culpable del parón y retroceso en el cumplir con la aconfesionalidad constitucional.
Incansable en su deslealtad a su sexo y al programa del PSOE, De la Vega no sólo rompió brutalmente los movimientos de distintos partidos parlamentarios por una laicidad democrática, sino que aumentó la asignación económica al clero, y –máxima y suicida medida- les entregó más aún la educación de las “nuevas generaciones”, así regaladas a ideologías ultraderechistas; desvelando sin querer su contubernio objetivo, con razón el cardenal Rouco, tan poco dado a esos sentimientos, ha agradecido públicamente los servicios a su Iglesia de la vicepresidenta De la Vega, cuya nefasta labor en estos campos será largo y difícil de reparar, mientras que ella disfrutará probablemente, antes de su prometedor ascenso al cielo, de un sustancioso empleo en revistas femeninas, como Aznar en su propio campo.
20101111. Importancia del apellido.
El orden entre los apellidos ser empleado, como todos, para “distraer” de otros; pero afecta a las relaciones entre hombres y mujeres –es decir, a todos- y de modo mucho más importante de lo que muchos piensan y algunos machistas se esfuerzan por ocultar. Yo mismo he sido concebido quizá “para perpetuar el apellido”… paterno, teniendo dos hermanas mayores, y forma parte del sentido nuclear de la familia, y de la herencia que aún se transmite a los hijos.
Conviene, pues, tratar con seriedad el tema, y realizar cambios bien pensados y consensuados, sin pretender mantener un ya disfuncional elemento clave del antiguo predominio masculino, el ”orden” social patriarcal de primacía del varón, el “tal y como reclaman ciertos privilegiados que critican ese “crear un problema”, cuando la democracia no hace sino destapar y resolver el problema una dictadura en la familia que, como en el Estado, ellos todavía añoran.