Género – 2006

20060526. Dañina abnegación.

                        Una reciente encuesta revela que menos de un tercio de los adolescentes ayudan en las labores de la casa. Y el futuro se nos presenta poco alentador: acabo de leer la columna de una reputada periodista, con la que coincido en muchos temas, pero que se dedica en ella a alabar la abnegada labor de las madres que van cargadas siempre de paquetes para servir a los demás. En particular se extasía recordando a una madre que llevaba dos bolsas en cada mano, mientras que su hijo, de unos dieciséis años, iba a su aire.

                          ¿Cuándo comprenderán ambas mujeres que el problema lo agravan ellas, al sacrificarse innecesaria y desproporcionadamente por los demás, educando ególatras y dictadores domésticos? “No habría amos si no hubiera esclavos”. En vez de rebelarse contra la injusticia, todavía hay demasiadas mujeres, incluso esa periodista “feminista”, que no han tomado conciencia de hasta qué punto esa conducta suya les hace daño a ellas y a toda familia y sociedad que aspire a ser realmente equitativa e igualitaria.

20060805. La estafa antiabortista.

¿Qué diríamos de quien quisiera vendernos un huevo al precio de un pollo, argumentando que ambos son lo mismo? Hay redomados estafadores que, por ganar, exageran hasta lo increíble el valor del huevo, mientras que torturan positivamente durante toda su vida, encerradas en el infierno de crueles cárceles, a las gallinas… para que les den más huevos para su enriquecimiento personal.

Incapaces ya de hacernos creer en lo que antes era su negocio, el diablo, el infierno y los eternos tormentos en un fabuloso más allá, ahora hay estafadores que pretenden vivir ellos a costa de hacernos creer, no ya en una post-vida, sino en una pre-vida de las personas, en forma embrionaria, afirmando muy serios que un embrión es ya una persona hecha y derecha, y que vale lo mismo uno que otro, haciéndose los autodenominados campeones de la vida… intrauterina, y menospreciando –más aún, haciendo insufrible- limitando con cárceles de tabúes que ellos administran,, lo que realmente importa (y cuesta), la vida real y entera, especialmente la de las “ponedoras”, las madres humanas, a las que quieren y cuidan, sí, pero para explotarlas y devorarlas.

Ese es el último y tan degenerado avatar de la actual “Iglesia del aborto”, lo más parecido a un aborto de Iglesia, que ha puesto su seña de identidad en intentar hacernos creer que un huevo es un pollo. Un tema, por lo demás, tan capital que Jesús ni lo nombra en sus Evangelios, mientras que estos negociantes sin escrúpulos dejan escandalosamente de lado lo que Él puso como señal de ser sus discípulos: el amarse los unos a los otros, en particular a los más pobres, insistiendo en que no había que juzgar ni insultar a los demás. Estos fariseos, después de calificar a quienes no siguen sus preceptos de “asesinos”, ahora que ya no pueden llegar a asesinar ellos a quienes abortan, como cuando eran más poderosos, todavía tienen el valor de criticarnos por rechazar sus agresiones con la energía que su gravedad y persistencia exigen.

20061204. Distintos terrorismos.

                          La gravedad de un problema se mide por la de sus resultados, y también por la falta de conciencia de su misma existencia. El terrorismo doméstico (no sólo machista, de los varones) produce, por desgracia, aún más muertos que el terrorismo de ETA. Y la falta de conciencia ante él la ha dado no sólo la reciente y politizadísima manifestación de la AVT en Madrid, “pisando” deliberadamente, a pesar de haber sido advertida, el día mundial de lucha contra el maltrato doméstico.

                            También, lo ha hecho en el País Vasco Iñaki Ezquerra, al intentar negar la legitimidad misma del empleo de la palabra terrorismo a los crímenes cometidos en el hogar, cuando, además de más muertes, tiene la característica de crimen cometido para intentar dominar por el terror. Apenas se puede decir algo más contrario a la verdad que su afirmación de que “no hay discurso político ni sector social que avale al maltratador”. No se puede negar de modo más radical la realidad todavía existente en amplios sectores de nuestro país, en donde en vida nuestra, y hasta no hace tantos años, no sólo los jueces, sino las mismas leyes justificaban el maltrato y hasta la muerte de la mujer “por el honor” del varón.

                                Su discurso muestra, pues, en negativo, cuanto queda aún por hacer para concienciar a muchos y acabar con ese terrorismo familiar cuya misma existencia niega, y que me hace recordar aquella pobre mujer que decía que “mi marido me pega… lo normal”.