Erotismo y sistemas políticos en España

En marzo de 1982 se convocó a un debate sobre EROTISMO Y SISTEMAS POLITICOS en Madrid por parte de un Club llamado irónicamente «Cultura y Sociedad», ya que no convocó siquiera a un sexólogo para hablar sobre erotismo, ni admitió debate posterior, sino sólo preguntas, insistiendo con grosería el «moderador»: «pregunta no pareceres».

Conforme al nivel de los convocantes, los que participaron en la mesa mostraron, el lamentable nivel del erotismo y la política en nuestro país. El político, Senillosa, se comportó como un bufón, queriendo vencer al cómico, Coll, con chistes intrascendentes, los viejos chistes verdes del franquismo. No hay que mencionar a Freud para recordar cómo el uso excesivo del humor implica una neta huida y represión de sexo.

De hecho, entre otras lindezas, Coll nos catequizó sosteniendo que «hay que reprimir las manifestaciones públicas de la sexualidad;’ y el mismo Senillosa nos descubrió que «todas las películas porno son iguales».

¿Podría considerarse como técnica en el tema Beatriz de Moura, encargada de una colección de relatos (algo) eróticos llamada «La sonrisa vertical»? En principio parecería que sí conocía algo del tema, al declarar su simpatía por W. Reich, y calificar al Partido Radical italiano como «único partido no machista que conozco». Pero, en plena ilogicidad «femenina», no sólo afirmó que después de la muerte de Franco «ya se ha saciado en España el hambre de sexo» (sic), sino que esa simpatizante de Reich declaró sin pestañear que no sólo no veía ninguna relación entre erotismo y sistemas políticos, sino que no concebía cosas más antitéticas. Hemos retrocedido un siglo des-de que Donoso Cortés dijera que no se amaba lo mismo bajo la monarquía que en la República.

No es pues de extrañar que la misma Beatriz de Moura se quejara poco después de que se había tenido que dejar desierto un premio al erotismo en España ofrecido por la editorial Tusquets, cuando quienes lo dan no tienen la menor idea de la transcendencia del tema. Recordemos que el mismo director de esa colección, el cineasta Berlanga, anunciado y no presente en esa lamentable tertulia, clic’) hace poco una charla sobre erotismo en la facultad de periodismo de Madrid, y al empezar preguntó si había que suspenderla, porque parecía improcedente hablar de erotismo cuando habían muerto aquel día dos personas víctimas del terrorismo. Tampoco se le ocurrió que podía haber una relación entre ambos fenómenos, que el español tiene un erotismo del «muero porque no muero», de «viva la muerte» de «novio de la muerte», un instinto de muerte muy acu-sado, según el lenguaje freudiano.

Una última anécdota para terminar, intentado no perder del Indo ese humor negro tan típico de este país agónico. En una de las elecciones de los últimos años, hubo un socialista español, despistado por una larga emigración forzosa, que hizo unos pequeños carteles de propaganda electoral que decían: «Sé masoquista: vota UCD U CD»; después, al darse cuenta que el público al que iban destinados no conocía ni la palabra «maso-quista», lo modificó así: «Sufre por España: vota UCD U CD»; pues bien, tuvo que acabar por abandonar su campaña ya que sus mismos compañeros socialistas le miraban escandalizados creyendo que se había cambiado la chaqueta, y estaba haciendo campaña para la derecha, ya que ellos, socialistas, estimaban también bueno «sufrir por España’