Hoy racismo intenta disfrazarse de nacionalismo «defensivo» contra la «invasión extranjera». La verdad es que hay tres españoles trabajando fuera por cada extranjero que trabaja en España. Más aún, los más de 50 millones anuales de extranjeros que vienen a España cada año como turistas dan empleo a 1,7 millones, un séptimo de la población laboral española, y proporcionan el 10% del PNB. Por si todo esto fuera poco, el comercio con el extranjero, máxime con los países menos desarrollados, proporciona a España unas ganancias desproporcionadas, y permite elevar su nivel de vida a costa de empobrecer aún más el Sur.
La «invasión» de España, como de otros países del Norte, por ciudadanos del Sur está pues en realidad provocada por el mismo saqueo del Sur por el Norte, lo que obliga a muchos trabajadores del Sur a emigrar en busca del capital y empleo que les ha sido substraído. El Norte aprovecha así de una mano de obra joven que no ha debido criar ni educar, y a la que confina en los empleos que sus nacionales no desean, y eso por un precio miserable. Para justificar esta explotación, como la del Tercer Mundo fuera de sus fronteras, el Norte adopta la ideología racista, calificando de incapaces, indignos de mejor trato a los del Sur.
Maltratando económica y culturalmente a los inmigrantes, el racismo del Norte «prueba» lo bien fundado de su racismo apoyándose en la pequeña delincuencia (incluidos «delitos» con la venta de tabaco de contrabando) a que se ven obligados para sobrevivir los del Sur, muchos de ellos mantenidos en la ilegalidad para poder explotarlos mejor. Incluso airea algunos crímenes mayores que en esa espiral de marginación pueda cometer algún emigrante, que es presentado en bien orquestadas campañas como chivo expiatorio que tepe los muchos mayores crímenes y robos que pueden cometer y de hecho cometen los nativos en torno al poder. vuelve a repetirse el «ejemplo» del nazismo al utilizar a los judíos para explicar todos los males.
Estrechamente unida a la de los mismos inmigrantes, la lucha que los españoles debemos realizar contra el racismo debe basarse, para ser eficaz, no sólo en la invocación de unos principios y legislaciones antirracistas, sino en la denuncia concreta y documentada de los intereses asociales que fomentan el racismo. Desmontando las reliquias ideológicas del secular aislamiento hispánico, hay que mostrar la relación entre el racismo interior y la posición dominante y explotadora de España y del resto del Norte respecto al Sur, al que, como a su emigrante, no hay tanto que darle una mano como quitarle la que se le tiene encima. Ampliando y enfocando cada vez mejor el interés que la trágica situación de ciertos países como Somalia y Ruanda ha despertado en la opinión pública, hay que insistir, contra un racismo que ignora y un consumismo que hambre, que el 0,7 y más del PIB al Sur no sería una limosna, sino una devolución de la ingente deuda externa -en materias primas y personal- del Norte respecto del Sur, deuda muy superior a la deuda externa oficial originada en el Sur por los manejos del Norte.
Combatir las injusticias que el racismo intenta justificar y perpetuar no es hoy sólo una cuestión ética, sino una necesaria inversión para nosotros mismos. En la pequeña y hacinada nave espacial en que se ha convertido la tierra ya no hay nadie que económica, política, cultural ni ecológicamente se pueda considerar realmente extranjero, es decir, desligado de nuestro destino personal. La actual situación de nuestro pequeño barco no permite ya relegar impunemente a nadie a tercera clase, a un «Tercer» Mundo. La situación catastrófica en que hemos contribuido a hundir el sur nos cuesta ya mucho más en sus repercusiones negativas para nosotros (enfermedades, drogas, guerras, competencia económica, destrozo ecológico, etc.) de lo que supondría un trato menos discriminatorio para con el Sur y sus emigrantes entre nosotros, cuyo número sería muy pequeño en un mundo más equilibrado.