El imperio de los sentidos… moralistas

Can la proyección ayer de la película «El imperio de los sentidos» de Nagige Oshisna queda patente, como en el mismo film, el mensaje antierótico y represivo de TVE. No porque falten en ese espectáculo las escenas «escabrosas», sino precisamente porque se prodigan como nunca en TVE. Conectándolas, también más que nunca, con la violencia, la destrucción y la muerte. Y ¿hay algo menos erótico de verdad, más «moral» en sentido ultra-tradicional que ligar la publicidad, como hace este film, el aislamiento egoísta, a la pasión enloquecida, a la desesperación y a la muerte?

Las escenas de placer carnal son pues una mera excusa para dar una lección de la más ramplona moral, como prodigaban en España los sórdidos films de ‘quino, y como nos ha predicado ya TVE en sus películas sobre B. Bardot, máxime «Y Dios creó a la mujer». No nos extrañaría que. ahora que se considera válido recibir bendiciones e indulgencias por TV (¿y vídeo?), alguien propusiera otorgar algunas de estas ventajas espirituales a los espectadores de estos sermones de celuloide, cuyo aparente contenido «inmoral», y las protestas que suscitan por ello en ciertos ambientes tradicionales, no pueden ser considerados objetivamente sino corno un señuelo para inculcar mejor el mensaje de fondo de rechazo a un erotismo que llega a tales excesos y tiene resultados tan nocivos.

El conectar sexo y violencia como algo normal y corriente es asimismo un timo, un engaño deliberado al público por parte del director real y consciente de esa campaña, quien quiera que sea. Por supuesto, hay momentos en que se unen violencia y sexo, como en una violación. Pero en general, el erotismo contra lo que estas películas fingen ignorar o procurar distorsionar, no sólo es independiente de.la violencia, sino que sirve para contrarrestar las tendencias agresivas, como vemos ocurre en el mundo animal, en el que muchas veces se aplaca al agresor con una abertura erótica por parte de la presunta víctima. Al reprimirse la sexualidad en nuestras sociedades puritanas (incluida la actual, que por eso mismo fo-menta la «pornografía», como la «prostitución»), ha aumentado mucho la agresividad en todos los campos: económico, político o militar, como denuncia el lema: «haz el amor y no la guerra». En el punto que estamos analizando, es un he-cho constatado en varios países, incluido el nuestro, que la violencia sexual ha disminuido al haber menos censura sexual en revistas, cine, etc.

En general, en España el sexo sigue siendo un elemento de explotación demasiado valioso para que se nos consulte a los sexólogos sobre ello. Porque, como un dietético pondría de manifiesto la cantidad y calidad de alimentos convenientes y agradables para comer, los sexólogos indicaríamos la cantidad y calidad enormes de posibilidades eróticas que san naturales, necesarias y placenteras para una vida sexual equilibrada. Pero el interés de los que están en el poder sigue siendo. corno se ve por estos hechos, la represión sexual, para que aquí tampoco el individuo sea libre, capaz de satisfacer su naturaleza. lo que entorpecería su utilización y crearía un peligroso precedente para quienes, hoy como ayer, lo manipulan: según han analizado, entre otros, Reich y Marcuse.