20090114. Conservar, lo que se pueda.
Conservador es el que conserva lo que se puede conservar, y todos debiéramos serlo en un grado inteligente. El que intenta conservarlo todo, o incluso volver atrás, sólo provoca desajustes contraproducentes. Esta península ibérica, esta casi isla a un extremo de Europa, vivió durante muchos siglos apartada y enfrentada al continente, lo que los progresos técnicos, y su propia conveniencia, hizo cada vez más nocivo. Las guerras carlistas, y después la del 1936-39 y el franquismo han sido tan costosos como inútiles esfuerzos para detener el curso de la historia.
Todos los países y, más si cabe, España, cruce de razas, culturas y continentes, son plurales. Tras la muerte del dictador, la reincorporación a Europa y al mundo entero ha tenido que hacerse a marchas forzadas y, por tanto, difíciles. La democratización ha puesto progresivamente las diferencias, siempre antes ya existentes, pero reprimidas, entre regiones, clases e ideologías. Los cincuenta millones de turistas anuales y los cinco millones de inmigrados en pocos años han contribuido a hacer más visible y real esta diversidad.
Como la diversidad política, tanto tiempo negada, calificando de traidores a la patria a los disidentes, resulta del todo punto imposible mantener la ficción, en tantos puntos relacionada con la política, de la unidad de creencias religiosas. Ya hace tiempo que la gran mayoría ha abandonado incluso la práctica católica más visible, la misa dominical, vigilada antaño hasta por la guardia civil, sino que en las últimas encuestas la mitad de la población de declarada no católica.
Intentar mantener, pues, “como si aquí no pasara nada”, el ritmo de la vida social, las festividades, por ejemplo, es intentar tapar el cielo con la mano. Se impone una suave pero firme evolución a festividades que puedan ser compartidas por todos.
20090313. Condenados agresivos.
La mejor defensa es el ataque. Pero a veces éste es ya demasiado descarado. Así quienes, condenados por la justicia por haber seguido queriendo imponer su ideología en las escuelas públicas treinta años después de la Constitución, todavía se presentan ellos como víctima de la persecución y acoso a la que ellos sí han sometido a los niños de otras creencias.
Hay profesionales que viven del cuento instructivo, deleitable, útil. Pero estos viven del chantaje del cuento de terror, del miedo supersticioso a míticos lugares de ultratumba, que ellos mismos han debido desmentir, como el Limbo, o rebajar a “metafórico”, como el fuego infernal, porque ya creen en él sólo una quinta parte de los españoles.
Quienes deseen que sus hijos padezcan esos terrores “sobrenaturales” que ellos nos inculcaron a nosotros, son libres de enviarlos a sus escuelas confesionales. Pero exigimos respeto a otras ideologías o creencias, que consideramos más sanas y racionales, sin que impongan a nuestros hijos sus símbolos en las escuelas públicas.
20090908. Guías ciegos.
Unos padres responsables ¿llevarían a su hijo, antes de ir a la playa, a tomar lecciones de un profesor que sabe hasta latín, pero que no sabe nadar? Sin embargo, movidos por la costumbre y el temor al infierno eterno, nuestros padres nos llevaron para que nos educaran sobre el sexo, el matrimonio y la familia, a unos maestros que confesaban que de todo eso no tenían ninguna experiencia. ¿Cómo no recordar la advertencia de Jesús de que si un ciego guía a otro, ambos caerán en la fosa? Así, cuando se levantó algo la feroz censura que impedía conocer su ignorancia, y las desgracias que así provocaban, son cada día menos los que siguen en la práctica sus funestas instrucciones.
20090910. Gentes y leyes asociales.
Aparcando mi primer coche en un país centro europeo, rocé con el vecino; un señor que pasaba, quizá por mi pinta de meridional, me advirtió que no olvidara de dejar una nota, lo que hice. Poco después, ya profesor en Suramérica, volví a rozar al aparcar con otro –no teman, ya he aprendido- pero un transeúnte me dijo: “-¡Váyase, que no le han visto!”, al que también hice caso.
Ni yo me hice asocial en pocos meses, ni creo en la interpretación racista contra los “latinos”. Explica mucho el que entonces ya había una ley en Europa sobre el seguro obligatorio de vehículos contra terceros, y en aquel país de Suramérica, todavía no.
20091126. De borregos y cabritos.
Una señora de 87 años increpa en una carta a la prensa a los jóvenes, “por ser muy borregos”. Yo, que tengo casi su edad, pero me escapé de la dictadura de los suyos huyendo al extranjero, le diré que tiene en parte razón, pero que la pasividad y seguidismo de los jóvenes son culpa de la educación dictatorial que esos abuelos dieron a sus padres, y que los ejemplos de “borreguismo” que ella denuncia prueban lo contrario, que los jóvenes ya no son borregos y no le siguen, por lo que ella se indigna. En efecto, los jóvenes ya no temen el buscar el “autoalivio”, como le llaman en Méjico, porque ya no creen que eso vuelva loco (más bien, el no masturbarse). Tampoco aceptan que el sexo tenga como “castigo” el deber aceptar hijos no deseados, como ellos obligaban antes con leyes dictatoriales, que no sólo prohibía el aborto incluso en caso de violación o malformaciones genéticas, sino también hasta los anticonceptivos. Todavía quedan borregos, sí, pero también demasiados cabritos.