Cartas a la prensa – Derechos Humanos – 2005

20051230. Inmigración asimilable.

                         Hace ya tiempo que los españoles no nos dejamos manipular y sabemos que, precisamente para cuidar más a nuestros hijos, hemos de tener menos descendencia. En modo parecido, y respondiendo a una función que tiene aspectos comunes – como muestra su idéntico origen etimológico latino, “puer”- también sabemos que no podemos traer demasiados ayudantes, inmigrantes foráneos o extranjeros, si queremos tener una correcta relación con ellos.

                         En vano intentan, pues, confundirnos de nuevo ciertos grupos poderosos, que hoy nos acusan de ser contradictorios cuando, respondiendo a una encuesta oficial, afirmamos muy mayoritariamente que hay que dar derechos y asimilar a los extranjeros, al mismo tiempo que, en plena coherencia, percibimos que en este momento la inmigración es excesiva.

Son los mismos grupos maquiavélicos que en el régimen anterior premiaban una natalidad excesiva los que después, durante el Gobierno del PP, han propiciado, disimulándolo tras hipócritas quejas, una inmigración masiva –sin precedentes en su ritmo en Europa- precisamente para que así fuera inasimilable. De ese modo han podido marginarla y explotarla mejor en lo económico, preparando a largo plazo un escenario de inseguridad ciudadana que favorezca el auge de una ideología racista de extrema derecha que favorece a un núcleo duro, -reducido, pero muy importante-, de su clase política, para intentar presentarse una vez más como garante del orden, justificar su autoritarismo, y seguir “salvando España”.

20051130. Racismo inmigrantes.

                     ¿Cómo es posible que tengamos funcionarios tan inhumanos, tan racistas? Al pasar por la Avenida Donostiarra oí como gritaba groseramente un “-No respondo a preguntas”, -mientras daba un papel con la dirección de otra oficina situada al otro extremo de Madrid- a los centenares de inmigrantes de una inmensa cola para regular sus papeles una empleada rubia, de mediana edad y espero que gorda, no embarazada de quien tendría en ese caso la desgracia de ser hijo de tan mala madre. Su despótica actitud no sólo daña directamente a esos indefensos inmigrantes, sino a todos nosotros a largo plazo, porque algunos de quienes son así maltratados no dejarán con el tiempo de responder vengándose de una manera o de otra-y hay tantas, como ya empezamos a comprender- de ese indigno comportamiento de nuestra sociedad, que los trata con demasiada frecuencia peor que a esclavos, ya que no nos cuesta traerlos y hay tantos. Por nuestro más egoísta interés medianamente inteligente, si no por decencia y moral, debiéramos, pues, tratarlos como seres humanos y reprimir a quienes, de uno u otro modo, como el descrito, abusan de ellos.

20051102. Policías de cuidado.

                         Los habitantes de los barrios extremos de París achacan los grandes disturbios de estos días a ciertos grupos policiales, infiltrados por miembros de extrema derecha, que avivan o incluso provocan los conflictos, antes inexistentes. Podemos tomar buena nota de eso aquí, en donde intereses económicos y políticos demasiado notorios han fomentado en pocos años una multimillonarias inmigración, más difícil pues de asimilar, para mantenerla discriminada, mano de obra barata y, fuente de conflictos sociales de los que ellos se puedan presentarse como “salvadores”. Esos políticos admiten en los cuerpos policiales a esos extremistas de derecha, que ya en el mismo Madrid cometieron crímenes tan sonados como el de la dominicana Lucrecia, o el del asesinado al grito de “Eres moro, ¿verdad?”. “Bomberos incendiarios”, esos “agentes del orden” que provocan el desorden deben ser denunciados y depurados si queremos tener un régimen democrático, no policíaco, como el que demasiados políticos, y no sólo de extrema derecha, fomentan de diversos modos entre nosotros.

20051026. Yo no soy racista.

                        Ahora que la inmigración a pasado ha ser, según las encuestas, la primera preocupación de los españoles, deseo dejar claro que yo, a la verdad, no soy racista. “A pesar” de haber nacido en una zona periférica de la Península, no discrimino a los españoles ni en la redacción de mis anuncios en prensa ni en la selección que hago después, cuando necesito y solicito, a los precios corrientes del mercado, de personal para limpieza doméstica, pequeños arreglos del hogar, secretariado sencillo, distribución de publicidad, etcétera. Lo que ocurre es que a los españoles nativos no les interesa toda esa masiva oferta de empleo, prefiriendo vivir a costa de sus parientes o del subsidio de paro.

                        Nuestra economía se sustenta, de hecho, en parte, en una multimillonaria población extranjera a la que hemos admitido para que haga por nosotros un trabajo que no queremos, y a la que tenemos que mantener en un nivel inferior de especialización laboral (es decir, hablemos claro, de marginalidad), de menosprecio social, para poder tener nosotros un mayor nivel de vida.

                        En resumen: Por más que hipócritamente hablemos contra la discriminación, el racismo es el gran negocio que nos permite mantener el nivel de vida tan alto que hemos conseguido en pocos años, con la ayuda de la Unión Europea, que nos ha admitido, a su vez, para que reforcemos ese su sistema de dominio creciente sobre el Sur que, entre mil otros aspectos, se caracteriza por la diferencia creciente de ingresos que tiene respecto al Norte.

                       Yo, repito para autoconvencerme, no soy racista, e incluso he publicado varios libros contra el racismo; pero vivo muy bien a costa de apoya y disfrutar de un sistema basado en ese refinado truco  moderno que consiste, no ya en cazar e importar a grandes costes algunos esclavos, sino en “tolerar” que vengan a su coste y riesgo –muy elevados- algunos pueblos de color, para emplearlos al ínfimo nivel que nos esforzamos por convencernos que es el justo y adecuado para ellos.

 

20051018. Asedio globalizado.

                         El rey –dice nuestro historiador- rodeó aquella lejana ciudad, afirmando que venía a traer la paz y la civilización; pero sus habitantes se empeñaron en pelear, y el pobre rey no tuvo más remedio que defenderse.  Y la historia se repite: España y toda la Unión Europea se sienten estos días especialmente asediados en Ceuta y Melilla; pero “olvidan” que ellos habían cercado antes globalmente África invadiéndola, dividiéndola y apoderándose de sus riquezas, primero por la violencia y ahora con los mecanismos del mercado, hasta el punto que el pago africano de los intereses de su “deuda” supera con mucho ya “ayuda” occidental.

                         Son, pues, los africanos, los que, asediados por el hambre y la miseria, salen desesperados a luchar por vivir, y mueren en las alambradas o en los fosos de agua que forma el Estrecho de Gibraltar. Si no somos capaces de enfocar los hechos de un modo más imparcial que Garcilaso de la Vega las “hazañas civilizadoras” del Inca, cuya herencia, como mestizo, también reclamaba, muy malos tiempos nos esperan, como al Inca, también a nosotros.

20050716. Inmigrantes criminales.

                           A propósito del atentado de Londres, son demasiados los dirigentes europeos que están mostrando lo peligrosos que también ellos son para nuestro futuro, ya que no dan talla. Así lo confiesan sin querer al declarar su “sorpresa” y “consternación” al constatar que los terroristas son inmigrantes de segunda o tercera generación. Sin embargo, ningún profesor de ciencias sociales aprobaría a un alumno tan ignorante que no supiera que son precisamente los hijos y nietos de inmigrantes quienes cometen un mayor número de transgresiones “comunes” y “políticas”.

                           Las razones no pueden ser más sencillas: los inmigrantes de primera generación, o emigran ya inclinados a adaptarse, o se rebelan volviendo a su país nativo. Sus hijos y nietos ya se sienten con todos los derechos por haber nacido en el país, y no tienen a otro al que volver, y también pueden haber ido acumulando resentimientos desde su más tierna infancia, por la marginación (real o imaginada, injusta o justa) suya y de toda su familia. Por otra parte, ellos tienen ya los suficientes conocimientos y relaciones como para poder delinquir con mucha más fuerza y posible impunidad que sus padres, nacidos en el extranjero, con poco dominio de los resortes de la sociedad receptora. Este es uno de los fenómenos sociales más constantes y constatados por las estadísticas de diferentes países y épocas. El considerarlo “sorprendente” muestra hasta qué punto esos dirigentes son inconscientes de cuanto daña a todos sus ciudadanos la existencia -fomentada por intereses de quienes explotan su trabajo mal pagado- de una inmigración masiva, poco cuidada, mal integrada. Todo se paga, y los amargos frutos de ese maltrato a los inmigrantes irán recayendo, hasta la tercera generación y más, sobre el conjunto de la sociedad que tolera su explotación, siendo tanto más fuerte esa mayor criminalidad de sus descendientes en función del grado de marginalidad real, de falsa integración que, por  encima de vacías declaraciones en contrario de los políticos, siga existiendo de hecho.

20050709. Racismo y terrorismo.

                             Yo no soy racista. Condeno la muerte de docenas de personas en Gran Bretaña, aunque sean ingleses. Y condeno mil veces más la muerte de mil veces más personas en Iraq, aunque sean iraquíes. Los niños, las mujeres, los hombres de color del Sur no valen para mí menos que los blancos del Norte. Las bombas de Iraq estallan ahora en Londres, como el año pasado entre nosotros, en Madrid. Las guerras ilegales y de rapiña de materias primas, aunque de momento aumenten fabulosamente nuestro nivel de vida, no pueden tener a la larga sino pésimos resultados. No dejaremos de quemarnos si, en vez de echar agua a las llamas, desahogo inútil, no lo hacemos al combustible que las origina. Hemos de recordar que las intervenciones militares de Estados Unidos en otros países, aparte de las de las guerras mundiales, han sido más de cien en un siglo, colaborando en algunas de ellas, como ahora en Iraq, una Gran Bretaña cuyo imperio también produjo muchos millones de muertos por las armas y por la miseria en que sumió a tantos países del Sur. Yo no soy racista: exijo el final de todo terrorismo, empezando por el que ha causado y sigue ocasionando más víctimas, cualquiera que sea su color.

20050421. España racista.

                                  Hasta hace pocos lustros, lo tenían crudo los sociólogos que pretendían denunciar la idea, tan racista, de que hay razas “buenas”, no racistas, como era -se afirmaba con toda seriedad y orgullo- la nuestra. En realidad, no teníamos tantos ejemplos cercanos de racismo como otros países, al haber expulsado  a musulmanes, judíos y gitanos (que, nómadas, se quedaron, pero muy marginados) y no admitir  en España a los africanos o latinoamericanos.

                                  Nosotros,  añadíamos,  no exterminamos a los indios, como las racistas sajones. Claro que lo hicimos mejor: nuestros pocos colonizadores multiplicaron su número, mezclándose  con ellos, diversificándolos, dividiéndolos, para dominarlos mejor, en  “castas”, cuya estructura inamovible y explotadora mereció que se exportara el mismo nombre al sistema  milenario de fuerte estratificación social de los indios de verdad, los de la India. Sólo la integración en la economía europea y su nuevo eficaz sistema, no ya de importar esclavos, sino que éstos vinieran a su costa a ofrecer su trabajo negro y marginado, hizo inocultable el fuerte racismo español, social y hasta oficialmente reconocido, en cierto modo, tras la muerte de la dominicana Lucrecia. Esta toma de conciencia es la condición indispensable, pero en modo alguno suficiente, para combatir esa enorme lacra, que de hecho no ha hecho desde entonces sino aumentar, alentada por una gran y rápida inmigración fomentada por los esclavistas económicos, y la derecha política, interesada en crear un caldo de cultivo del fascismo.

                                  Ahora asistimos, fomentado por los “dueños del adjetivo” y de la economía, un nuevo intento de desdibujar incluso esa toma de conciencia de nuestro racismo, alabando demagógicamente el buen corazón de los españoles que no han reaccionado racistamente contra los marroquíes tras el 11-M. Una falsa conversión más. A los explotadores económicos no les interesa una reacción popular que les haga perder los ingentes beneficios que obtienen de esas “piezas de Indias” en tantas explotaciones agrícolas e industriales, y a los grupos políticos que se benefician más de fomentar el racismo no les conviene insistir en el carácter islamista del atentado del 11-M, empeñados todavía en encontrar su fabulosa conexión con ETA, que lavara milagrosamente la ignominia de aquella gigantesca manipulación que tanto contribuyó a hacerles perder el gobierno de la nación.

                                 Por mucho que guste, pues, a los que esperan levantarse un día como buenos, sin un esfuerzo cotidiano en este sentido, y por mucho que convenga a los demagogos que predican la inminencia de esa lotería para todos… cuando el poder esté en sus manos, el racismo sigue ahí, envenenando nuestra sociedad entera,  no sólo a sus víctimas directas, volviéndose a la larga contra nosotros y nuestros hijos. Sólo una lucha seria y constante contra esa mala hierba, esa plaga recurrente, permitirá un porvenir de convivencia  segura para todos.

20050210. Propaganda telefónica.

                    Mucho más nociva que la propaganda no deseada recibida por el correo tradicional o el correo electrónico, la propaganda de que somos objeto a través de llamadas telefónicas no ha sido, al revés que las anteriores, objeto de ninguna tentativa seria de control. Sin embargo, esas llamadas indeseadas son frecuentemente intempestivas, llegando en momentos que perturban nuestro trabajo o reposo, incluso en la intimidad del hogar, y consumen mucho más tiempo, causando de ordinario muy superiores molestias a casi todos. Esperemos que las autoridades competentes, incluso esas que no son objeto de tales agresivas prácticas, por gozar de secretarias y empleadas de hogar que filtren sus llamadas, se preocupen también, entre otras cosas, de nuestros intereses.