20000707. La lamentable fiesta de San Fermín.
Por mi trabajo, he debido asistir muchas veces en Pamplona a las fiestas de san Fermín. La presencia física de asistentes ha disminuido mucho, pero ciertas circunstancias, apoyadas por determinados medios de difusión, mantienen esos actos. Hay, pues, que enfrentarse a ellos, atreviéndose, con lo que hoy es ya, incluso aquí, políticamente correcto, a reconocer que el rey está desnudo, con sus vergüenzas obscenamente al aire.
Ese bochornoso espectáculo, aprovechando un marco físico admirable y la complicidad más o menos inocente de muchos, consiste en magnificar una exhibición machista que pone estúpidamente en peligro la salud y vida de muchos, bañado en sangre (al menos de los llamados freudianamente irracionales) y en la borrachera más completa de muchísimos «racionales», «adornado» todo ello con petardos que dañan los tímpanos -y a veces otras partes- de los asistentes, junto con otros excesos orgánicos de distinta índole, adobado ese lamentable conjunto con luchas políticas de un primitivismo sonrojante, peores que los más brutales torneos medievales, y con un fondo «religioso» que no sólo no tiene nada que ver, sino que está directamente opuesto a un Evangelio al que dice corresponder.
Fiesta, pues, que es el resumen y colofón de muchas de las peores tradiciones «patrias», mantenida por nostálgicos de muy distinto signo, pero todos extremistas. En sí misma, y mediante sus caricaturas en otros lugares, «la san Fermín» contribuye de modo tan notable como lamentable a mantener un atraso cultural y moral que hace tiempo debiera haber desaparecido de nuestro suelo.
20000517. Pólvora en salvas o en heridas y muertes.
La única manera decente, no hipócrita ni cínica, de lamentar los muertos de la explosión de una fábrica de pirotecnia es, simplemente, no comprar más números de esa siniestra lotería que con frecuencia inaceptable –excepto para los más bárbaros- toca, parcial o mortalmente, a sus obreros, a sus compradores, a sus familiares y a entorno más o menos lejano. Los pueblos que aman realmente la vida se alejan cada vez más de la pólvora, que huele demasiado a violencia y muerte.
2000516. Pólvora en salvas que matan.
Ante los seis muertos, reventados de un modo tan salvaje como absurdo, en uno de tantos talleres artesanales de pólvora, ya es hora que reaccionen eficazmente, no sólo las autoridades, sino también los ciudadanos de las zonas afectadas.
Hay una responsabilidad colectiva, “última” pero muy real, de tanta sangre y muerte, por seguir apoyando unas “costumbres locales” que originan con trágica regularidad estadística tantos muertos, mutilados y heridos. Hay, además, la siempre presente contaminación atmosférica y acústica. Y a todos estos perjuicios sanitarios –para no hablar de los económicos- hay que añadir también las connotaciones bélicas, tan políticamente incorrectas, de un uso incivilizado de la pólvora por parte de unos pueblos que, cuando no conmemoran -¡todavía!- medievales matanzas entre “moros y cristianos”, se recrean, en una auténtica guerra civil contra ellos mismos, en esa especie de ruleta rusa colectiva, cuyos lógicos resultados hoy tenemos que lamentar una vez más.
20000501. Cara e insalubre maratón.
Dirán que mi opinión no es “políticamente correcta”; pero ahí están los datos oficiales (y mínimos): 11 hospitalizados, 58 atendidos por el Samur, 299 por podólogos, 992 por fisioterapeutas y 2.400 (sí, 2.400) por psicólogos. Todo esto a costa nuestra, lo mismo que sueldos de muchos otros profesionales: policías, barrenderos, etc. Y todo porque a unos pocos miles de señores, debidamente intoxicados para creérselo, se les ocurrió darnos una lección… de salud, corriendo una maratón en Madrid que dejará aún más huellas en su (mala) salud que es nuestro bolsillo. Porque –siempre los malditos hechos- cabe recordar que el griego que inventó la maratón fue su primera víctima, muriendo al terminar; y que también murió de ataque al corazón en plena carrera, a los 52 años, el estadounidense que la reinventó como “jogging”.
El único consuelo que tenemos es que no es un caso único: en otras épocas y países han florecido otras festividades, como las de los flagelantes o torneos medievales, en las que se cometían incluso mayores barbaridades, aunque, eso sí, no en nombre de la salud, ni presumiendo tanto de civilizados.
20000426. Cataluña victimista.
Lo peor no es que el C. F. Barcelona se haya retirado de la competición por miedo a no poder superar el 3-0 del Atlético de Madrid, como se ha dicho. Menos aún, que lo haya hecho, como titulaba un diario madrileño, “por capricho”. Al contrario, lo peor es que lo ha hecho con la mayor coherencia, y consiguiente satisfacción de sus seguidores, continuando y perfeccionando con ese acto, hasta el paroxismo, la tradicional actitud catalana, masoquista y suicida, de victimismo respecto a “Madrid”.
Si ya en política “pura” esa posición es cada vez más absurda y autolesiva –e internamente contradictoria con sus pretensiones de superioridad- en política futbolística lo es, por la estructura misma de las competiciones, aún mucho más, lo que aumenta su placer, basado como está en el sufrimiento. Con su increíble pirueta actual, el C. F. Barcelona ha conseguido convertirse en el “Pupas” del “Pupas” del R. Madrid, es decir, el Atlético.
Rizando el rizo, mis paisanos catalanes han conseguido triunfar en su peculiar campeonato autista, alcanzando a ser lo que en el fondo quieren ser y quieren convencernos que son: unos sufridores sacrificados por el centralismo; han conseguido llegar al ansiado orgasmo de su perversión masoquista, al ser, no sólo derrotados “limpiamente”, sino ridiculizados por su entregismo.