19990114. El Betis se degrada.
El rey Midas murió de aburrimiento por hacer oro cuanto tocaba. El talante de nuevos ricos nos ha convertido en un país de tenderos, que sustituye todo el interés por lo que el otro es, hace, piensa o siente por un chato y vulgar: «¿Qué vendes?».
No es esta una crítica moralista, ni menos aún una actitud ascética. Al contrario: lo que denuncio es que hemos perdido el saber vivir la diversidad placentera de la existencia, adoptando un gris monocultivo económico.
Ejemplo claro de ello, el deporte se ha convertido en asunto de profesionales, los clubs en sociedades anónimas, y todo se mide en cifras monetarias. Ganar, ganar a cualquier precio, como no tiene rubor en confesar el actual entrenador del Betis, Clemente, para -en definitiva- ganar más dinero.
Así hasta el Betis, equipo de enorme solera deportiva, del mejor señorío sevillano, incluido el elegante menosprecio por la rentabilidad del triunfo, ha llegado al vergonzoso extremo de aprovechar un error momentáneo, involuntario y sin consecuencias en el resultado de su adversario para robarle legalmente en el despacho la victoria que no supo obtener en el campo. El colmo de la anticaballerosidad y antideportividad, la negación de lo que siempre fue el Betis, en favor del nuevo Betis S. A., otra empresa económica sin escrúpulos. Y todo ello, que es lo peor, con la complicidad e incluso abierto apoyo de los nuevos béticos. Es peor que una «mera» inmoralidad: es una profunda, crónica y, al parecer, casi incurable necedad.