20070922. El angelito y su amigo.
Taurinos o no, estamos todos de acuerdo en que hay que tener la elemental valentía y decencia de enfrentarse a sus propias responsabilidades. Porque Serrat y Sabina, para promocionarse, se dieron el “paseíllo” en una sonada corrida de toros. Pero como sus clientes, sus “fans”, son casi todos antitaurinos, sufren desde entonces fuertes críticas, desde e-mails de protesta hasta pancartas que gritan ante sus conciertos, con un rotundo “SERRAT-SABINA, TORTURA-TOROS”; “Unos cantan en Irak, otros van a corridas”, etcétera.
En vez de rectificar o ratificarse en sus actos, de dar la cara, ahora, intentando engañar a todos, y comer a dos carrillos, Serrat balbucea que fue a la plaza de toros… sólo por acompañar a su amigo Sabina; vamos, como Aznar fue a Irak sólo por su amigo Bush. Y Sabina perjura que sólo va a las corridas en memoria de Goya o Hemingway, pero que está contra todo maltrato a los animales, el angelito. ¡Vaya con el angelito y con su amigo! En unos jóvenes, eso sería una lamentable inmadurez; en hombres más que medio centenarios, esa cobardía, ese cínico intentar reírse de todos es, además, de una espectacular desvergüenza.
20070915. Corridas y carreras, dos vergüenzas.
Son una minoría decreciente, los que intentan compensar gritando que es un bello arte castizo lo que hacen al torturar hasta matar a un animal; pero, al menos, sus espectadores no encuentran fácilmente toros en los que repetir ese cruel “ejemplo”.
En cambio, los crecientes “aficionados” a los cada vez más publicitados espectáculos en que algunos exponen su vida –e incluso la de algunos de sus espectadores en vivo- con carreras de coches, pueden y de hecho algunos imitan en vías aún menos adecuadas esas peligrosas velocidades con sus coches. Así padecemos cada año muchos centenares suicidios y homicidios por imprudencia, que ensangrientan nuestras carreteras y ciudades, sin que las autoridades –presionadas por intereses de multinacionales- pongan coto a esa funesta publicidad, que incluso fomentan con indignantes premios pagados por todos nosotros, sus víctimas.
20070801. Los encierros.
¡Es tan emocionante, tan… excitante! Porque, en el fondo, el placer del espectáculo está en que, sin exponer ni un céntimo, se puede participar y disfrutar, incluso en tiempo real, de esa lotería en la que se juega la vida de seres humanos, en la que el espectador no pocas veces obtiene la pedrea de presenciar de alguna manera una cogida grave; e incluso, incluso, el premio gordo de un empitonamiento mortal en un encierro, por lo que después del “accidente” (tan previsible y esperado como un premio en un sorteo) aumenta sensiblemente el número de “aficionados” a los mismos. Al ser la víctima en los encierros sólo el hombre, ellos, más en parte que las mismas corridas, ponen al desnudo el feroz primitivismo que, bajo un débil y ahí tan ajado barniz de civilización, encierra las extrañas de algunos de nuestros conciudadanos.
20070729. Insensibilidad.
No se trata de un caso aislado, no. El que en la plaza de toros de Las Ventas se haya organizado un homenaje al padre descerebrado que llevó a correr el encierro de Pamplona a su hijo de diez años prueba que una parte importante de los taurinos tienen una sensibilidad muy distinta de la de la gran mayoría de los españoles, que rechaza decididamente ya esos espectáculos, aunque el aumento general del nivel de vida, y la morbosa curiosidad de algunos turistas que nos visitan los mantengan aún vigente para bochorno de todos.
20070702. Sorprendentes y bárbaras contradicciones.
Sí, quizá sea noticioso, precisamente por lo que tiene de tan contradictorio, y que lo hace tan nocivo y lamentable, el que un brujo africano utilice un moderno helicóptero para difundir mejor sus supersticiones y sus más que dudosas “curaciones”. En modo parecido, lo es también el que el Ayuntamiento de Pamplona esté empleando ahora la más moderna tecnología del teléfono móvil, como ya antes la radio y la televisión, para difundir ese bárbaro rito prehistórico que deja todos los días heridos, y de vez en cuando muertos, entre los que tan exageradamente presumen ser animales racionales, además de terminar siempre ese espectáculo sangriento con el largo y cruel tormento público, hasta la muerte, de los -en clara proyección freudiana- calificados como “bestias”.
20070619. Arte de torturar.
Lo que quedaba por ver: un resurgir oficial de la España más profunda y cavernícola, como si se tratara de volver hoy a las prehistóricas cuevas de Altamira. Padecemos toda una ministra de Cultura (¡!) que, no digo tolera, sino que fomenta con su presencia la tortura de los toros en Barcelona. Rito caduco y brutal, si toreáis por tradición, restaurad la inquisición. Si el torear es un arte, el canibalismo es gastronomía. Cruel con toros, cruel con todos; sadismo atroz, vergüenza de nuestro país. Y todavía nos obligan a financiar de diversos modos con nuestros impuestos esta cultura de crueldad, ese Guantánamo animal. Si a Carmen Calvo le gusta el toreo, que se ponga a cuatro patas; las corridas, en la cama.
20070619. Quejas de nostálgicos.
El conocido como el Rey de la Feria, Ward Hall, se queja amargamente en el diario New York Times de que ya no va a poder seguir montando sus célebres espectáculos circenses, porque ya no puede exhibir artistas con labio leporino, por culpa de la actual cirugía plástica, ni hermanos siameses, porque los separan al nacer. “¿No pueden dejar algo en paz? De verdad, esta vida era buena para los monstruos. Este tipo de gente ganaba dinero”. Por si fuera poco, se lamenta de que “hoy en día, lo especifican los contratos: nada de monstruos”. ¿Cómo no recordar aquí las actuales quejas de algunos en España, lamentándose de que pronto la Unión Europea o “este dichoso Gobierno” no van a dejar tampoco que haya un espectáculo que tanta diversión y dinero proporciona a cierto sector, como son las corridas de toros?