Cartas a la prensa – Animales – 2001

20010721. Toros subvencionados.

Presionado por poderosos intereses, el Gobierno acaba de regalar “generosamente”… de nuestro dinero dos mil quinientos millones (2.500.000.000) para la pura diversión de los aficionados a un espectáculo. Con la agravante que ese espectáculo tiene cada vez menos seguidores, ya sólo al 12% de la población, mientras que una creciente mayoría no sólo no es indiferente ante él, sino que se opone cada vez con más vigor a ese atormentar a los animales y poner en peligro la misma vida de las personas en que consiste la esencia de la mal llamada “fiesta” de toros.

¿Hasta cuando habrá que soportar esa salvajada que, contra la opinión de la mayoría de la población, gobiernos poco democráticos no sólo no procuran ir liquidando, sino que, con esta y otras medidas, fomentan malgastando el dinero de nuestros impuestos? El despellejarnos así económicamente confirma unos de los lemas de las cada día más frecuentes manifestaciones ciudadanas contra las corridas: “Cruel con toros, cruel con todos”. La misma Unión Pequeños Agricultores considera escandaloso que el Gobierno “se muestre débil con los fuertes y fuerte con los débiles”, subvencionando con dinero público cuarenta (40) veces más, más de 100.000 pesetas, por la incineración un toro de lidia que por los otros.

Como si esto fuera poco, se anuncia la creación de un “Consejo Superior Taurino” para sacarnos aún más dinero y prolongar ese bochornoso espectáculo de barbarie. Sebastián de Erice lo justifica por “la cultura taurina tan arraigada en este país”. Cifras cantan: cada día se impone más la verdadera cultura, y se va erradicando, entre merecidos abucheos, esa (in)cultura sangrienta. Rebatiendo irónicamente el argumento de ese negociante con el dolor de otros, un lema de dichas manifestaciones decía: “Por tradición, toros… e Inquisición”.

20010709. Toros en san Cristóbal.

               Merecería figurar en el libro de récords, por su increíble acumulación de lamentables circunstancias, esta noticia de la España profunda, de esa España negra, fantasma del pasado que hoy conocidos intereses se empeñan en resucitar: porque, entrado el siglo veintiuno, ha habido docenas de heridos, incluso graves, al derrumbarse una plaza de toros en Motilla del Palancar (Cuenca), en una becerrada durante las fiestas de san Cristóbal.

              Si siempre es triste el dolor humano, y más de tanta gente, mucho deplorable resulta cuando ese dolor sería evitable, el ser producto de la acumulación de muchas y muy vergonzosas circunstancias:

  1. Vergüenza técnica: aún hoy, seguimos siendo el país de las chapuzas.
  2. Vergüenza política: carencia de control administrativo de obras de ese calibre.
  3. Vergüenza moral: aún divierte a muchos pagar a otros para que torturen “con arte” a los animales, y pongan además en peligro vidas humanas. Peor aún: nos obligan a todos a subvencionar esa inmoralidad.
  4. Vergüenza religiosa: si en otras épocas los Papa condenaron las corridas de toros, ahora la Iglesia se preocupa sólo de sacar provecho hasta de eso. Como de las fiestas de “san Cristóbal”, santo que ha reconocido hace años ella misma que esa una vieja leyenda pagana, que nunca existió… pero que sigue festejando para sacar tajada, dando esta descarada contradicción una prueba más de que esos clérigos no creen ya sino en el dinero.

20010629. Ni toros ni tampoco rey.

Las cifras son cada vez más rotundas: según las últimas encuestas aficionados a los toros en España es ronda el diez por ciento, siendo mayoritario el porcentaje de quienes rechazan las corridas de toros, como un espectáculo degradante para animales y personas. Resulta, pues, cada vez más insostenible el que todos tengamos que pagar cada año miles de millones para sostener algo que positivamente nos repugna. Ya hace tiempo que habrían cambiado las cosas si no fuera por ciertos poderosos intereses económicos, con apoyos políticos.

Estos lamentables apoyos políticos, tan antidemocráticos, como vemos, no se pueden seguir tapando por más tiempo, como ha intentado una cierta televisión, en la reciente manifestación antitaurina de la plaza de Las Ventas de Madrid, en la censuró varias pancartas que decían “Fiesta antinacional, vergüenza real”, con un dibujo de un toro abandillerado y una corona real. Porque, en vez de mantenerse en su papel de árbitro, o apoyar –como en el caso del terrorismo- a la inmensa mayoría, el rey hace gala de asistir, e incluso presidir, corridas de toros; más aún, contra todo sentido político –para no hablar del humano- ha hecho declaraciones sosteniendo que las corridas de toros “deben seguir siendo la fiesta nacional”.

20010607. Toreros que invierten.

“La guerra es un buen negocio; invierta usted a su hijo”, decía el famoso lema por la paz y la humanidad, contra la guerra de Vietnam, de la que acabó avergonzándose públicamente hasta el mismo McNamara.

 En España, en cambio, no faltan padres “vivos” que toman el consejo a la letra y no tienen escrúpulos en invertir a sus hijos en empleos de riesgo bien pagados. Y a los que la sociedad, encima, les premia haciéndoles millonarios. Claro que estas reflexiones no tienen nada que ver –¿o sí?- con la imagen del padre del joven torero “El Juli”, presenciando angustiado desde la barrera el grave quebranto sufrido por su negocio, digo, por su hijo.