Cartas a la prensa – África – 2006

20061116. Imparciales.

                         La prensa, a la que ahí, como buen dictador, declara que no hay que hacer caso, porque “siempre es irracional”, nos transmite las últimas palabras del tirano ecuatoguineano al dejar una España a la que nunca debió dejar venir. En su mensaje pide a los españoles que seamos “imparciales” y no hagamos causa común con la oposición a su política.

                          ¿Cabe mayor ofensa que creer que podemos ser imparciales ante su corrupción, opresión y miseria inducida a su pueblo, y la tortura y la muerte fríamente planificada contra quienes se niegan a ser cómplices de sus crímenes? Íntimamente solidarios con el pueblo de Guinea Ecuatorial, al que nos unen tantos lazos, empezando  por el principal, pertenecer a una misma humanidad, combatiremos siempre a esos monstruosos de degeneración que, allí como en Europa, consiguen a veces con su ferocidad imponerse a las personas dignas de ese nombre.

20061119. Generoso Obiang.

                   ¿Se imagina usted a los Reyes de España repartiendo monedas de oro a los que les rinden pleitesía a su paso, como hace siglos? Pues eso es lo que acaba de hacer el más rico de los dictadores de África, mientras mantiene en la peor miseria  a su población. El espectáculo bochornoso para Madrid de ese sátrapa dando limosnas en euros a los cuatro serviles que le aclamaban sólo puede ser comparado al vergonzoso gesto del Gobierno español que reprimió antidemocráticamente las manifestaciones en su contra, y que incluso pretendió que ese sangriento tirano firmara en el Libro de Honor del Parlamento, bochorno que otros partidos políticos, menores en el Congreso,  pero mucho mayores en dignidad, rechazaron firmemente y consiguieron evitar.

20061120. Cómplices de vuelos siniestros de Obiang.

                          Este último vuelo –por ahora- se parece demasiado a los de la CIA por Mallorca y otros aeropuertos españoles, transportando prisioneros ilegales hacia la tortura y la muerte. Mientras cubríamos de presunta legalidad sus actividades con su visita a nuestros jefes de Gobierno y de Estado, el avión personal del dictador Obiang daba un salto más, cubierto de la inmunidad de ser de un jefe de Estado, llevando con nocturnidad y alevosía a ocultar en Ginebra el botín petrolero  del dictador, mientras que la mayoría del pueblo guineano padece por ese saqueo de sus recursos las torturas del hambre y la miseria, e incluso la muerte, a veces en las cárceles del dictador, con el que de tantas maneras estamos siendo cómplices.

                          Después nos quejaremos de la “invasión” de esos y otros empobrecidos con nuestra “ayuda”, que arriesgan sus vidas por venir a servirnos como criados a quienes les hemos sacado directa o indirectamente sus recursos, muriendo ante las playas o muros de nuestro fortín, nuestra Europa apartheid. Y organizamos cada vez más vuelos de expulsión de esos “miserables de la Tierra”, atados y drogados física o mentalmente, con falsas promesas de futuro, hechas a ellos o a sus dictadores.

                          También nos quejaremos mucho por las crecientes molestias que tenemos que padecer nosotros en los numerosos vuelos que realizamos, de ocio o trabajo, para mantener “con seguridad” ese sistema económico y social cada vez más desigual, injusto y destructor también de nuestro mismo planeta, preocupándonos -con medidas cada vez más eficaces, y hasta la exageración y el ridículo- de prevenirnos de los posibles atentados contra esa maquinaria  de destrucción nuestra, que ni en sueños pensamos realmente en modificar, a pesar de que es mil veces más mortífera que todos esos atentados desesperados y tan inútiles de rechazo contra ella. Desde el de Obiang  hasta los nuestros, todos son, al parecer, muy distintos, pero en el fondo demasiado relacionados vuelos siniestros.