La parodia de la Virgen del Rocío ha provocado grandes discusiones, protestas incluso políticas y hasta demandas judiciales, negándose el presentador Toni Soler a rectificar. Es importante, pues, para no dañar nuestra convivencia, analizar las raíces del conflicto.
El ateo ilustrado y el católico de buena fe intentan limar los rituales más chocantes de sus conciudadanos. En este caso, incluso un reciente nuncio del Papa en España pidió eliminar el estridente ritual de la Virgen del Rocío. Proviene, en efecto del rapto, primero violento y después acordado, ritual, de las jóvenes de tribus vecinas para “refrescar la sangre”. Todavía los romanos raptaban ritualmente a las sabinas; hoy y aquí, se reduce a una mera bochornosa lucha a empujones entre los mozos de un rincón del país, Almonte para apoderarse de una estatua.
Soy catalán de ocho apellidos, “pero” con acento andaluz, que es lícito exagerar, como también el catalán. También creo lícito criticar ritos desviados, como hizo el nuncio. Pero es muy, muy difícil hacerlo en tono humorístico sin ofender. Y muy inoportuno hacerlo en Semana Santa y en proximidad de elecciones. Soler mismo ha reconocido que “el ’gag’ tal vez era malo”. E ignora que no se puede comparar para disculparse ni con su contenido ni su contexto su anterior parodia con una Virgen, ahí está el gran detalle, de su pueblo, la de Montserrat. No sólo la práctica religiosa difiere mucho entre ambas zonas, sino que los andaluces tienen una devoción muy especial -no digo mejor- a la madre de Jesús, como he estudiado en mis obras.